El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La verdad última es teológica, no filosófica. Cuando el cristianismo reconoce que Jesús es la Verdad (Juan 14:6), relativa al relativizador y busca la trascendencia de ese Dios infinito que se revela en lo personal.
Ningún suceso puede ser trágico en última instancia, porque gracias a la bondad inmerecida de Dios cada experiencia de la vida ayuda para su bien final.
Separados, cada uno en su casa, ciegos, sordos y mudos ante el infortunio de los demás universos de prójimos, vivimos, nos movemos y somos.
Un poema de Chari Morillo. (Selecciona Isabel Pavón)
Los cristianos creemos que nuestro lenguaje espiritual puede ocultar la realidad de lo que somos, cuando la Palabra de Verdad descubre nuestra impostura.
Olvidamos que Él no está atado al tiempo ni al espacio, así que puede ocuparse de todas sus creaturas.
La misión no empieza en lo último de la Tierra, el primer paso se da en este kilómetro cero: el de la familia.
Todo lo que llega, por una u otra razón, es dado misericordiosamente por Dios.
Incluso en las situaciones más difíciles, más duras, más ingratas podemos sentir que Dios está muy cerca, que cuida de nosotros y que todo tiene un propósito.
No puedo leer una obra como “El Impostor”, sin emocionarme. Como Chirbes, Cercas no escribe en contra de otros, sino contra sí mismo.
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