El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Al final resulta que la fe está presente en todas las dimensiones de la vida y las determina de manera definitiva.
El problema no es la civilización. Es el corazón sin regenerar, independientemente de cuál sea la civilización a la que pertenezca.
Hay una vía de acceso y nada más que una: es la del Mediador que ha hecho posible lo que de otra manera sería imposible.
Los seres humanos estamos sometidos a un desgaste y a un ir de más a menos, tanto individual como colectivamente.
Antiguo y nuevo son términos relativos que no garantizan nada, porque la valía intrínseca no está en función del tiempo.
¿Qué significa recibir a Jesucristo? ¿cómo se le recibe? Tal vez la mejor definición está en el pasaje de Juan 1.11-12.
Hay una correlación entre los términos fe, fidelidad y verdad, siendo los tres inseparables. Si uno cae, caen los otros dos.
Dos peregrinaciones. Dos destinos. Uno terrible, el otro dichoso.
La inacción temporal de Dios es una preciosa señal de su sostenida bondad, que en ninguna manera debe confundirse con debilidad.
Que algo va mal lo puede ver hasta un ciego; la cuestión es descubrir el origen de ese mal y encontrar una solución.
Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina en el s. XVI. No podía imaginar que su dedo divino vivificador iba a tener su contraparte, 500 años después, en este momento del s. XXI, en el dedo digital del hombre.
¿En qué grupo de personas estás tú? ¿En el de los que desechan la buena noticia, al desechar al Salvador y su salvación? ¿O en el de los que lo reciben a él y se acogen a su obra?
Los recién llegados que no se ven sufren y mueren sin que haya ninguna cámara que muestre su dolor.
Frente a la impotencia occidental para proponer otra cosa que no sea el estado del bienestar y frente a la fanática propuesta del yihadismo, la respuesta que proporciona el evangelio sigue tan vigente hoy como ayer.
Existe una diferencia abismal entre el terror que provoca el hombre y el temor que viene de Dios.
De pronto ha surgido un adversario implacable que amenaza todo el edificio que habíamos levantado.
Dios ha hablado y se ha revelado a sí mismo para que podamos conocerle y al hacerlo ha disipado las especulaciones estériles que terminan en un callejón sin salida.
El profeta Amós (siglo VIII antes de Cristo) fue un hombre de una determinada nación, Judá, que fue enviado por Dios con un mensaje para la nación vecina, Israel.
La soberanía es la facultad que Dios tiene para disponer de todas las cosas conforme a su voluntad.
Vivimos en una generación que supera en avances y logros a todas las anteriores, pero en el plano moral no se diferencia de ellas ni un ápice.
Si no quiere naufragar en este hundimiento moral colectivo, el cristiano necesita seguir poniendo a la ley de Dios en su vida en el sitio que le corresponde.
El hombre, sea el que vive en los bosques de Papúa-Nueva Guinea o el que vive en una metrópoli occidental, tiene necesidades básicas vitales, que no son planas sino verticales y, por lo tanto, trascendentes.
Es la vieja España, que ha vuelto a resurgir. La España del enfrentamiento y el odio; la de la exclusión y el sectarismo; la del empecinamiento y la sinrazón.
La paz es algo más frágil de lo que nos parece y no hay ninguna garantía de que ese estado sea indefinido.
La tendencia a usar ciertos artefactos para protegernos está muy extendida: siempre encontraremos objetos que supuestamente tienen poderes sobrenaturales para la consecución de algún fin deseado.
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