El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El convencer del Espíritu es una tarea interna, reflexiva, sin tensión, asentida en ausencia de señaladores. Ahí no podemos entrar.
—Ni el puñal ni el misil pueden algo en sí mismos, pero sí la dependencia completa en nuestro Jefe. Dejadle hacer a Él.
¿Sobreprotegido… o quizá sobreexpuesto?
La finalidad del trabajo debería ser garantizar el sustento de todos, y no un medio para el lucro de unos pocos.
Juan—¿Ahora nos revelas al traidor, después de compartir con él tantas cosas durante tres años?
Maestro—Hasta el final no lo he dado por perdido.
La inversión en tiempo y gasolina la daba por bien empleada este fiel creyente si conseguía mayor prestigio entre el resto de la comunidad de creyentes.
Sobre muchos cristianos jóvenes de mi tiempo se “vertieron” cosas más bien propias de un vertedero.
Habitualmente no se veían en la tesitura de necesitar la verdad ni el arrojo.
Esta sociedad tampoco era del todo perfecta. Un sector social importante no fue incorporado a la normalidad y estos fueron los jorobados.
Yahvé y Adán paseaban en el huerto del Edén, considerando con abstracción y asombro todo lo creado. — ¿Qué te parece la precisa colocación del aparato estridulatorio en la cigarra para producir su canto característico? —dijo Yahvé.
—Sabes que Dios todo lo puede, ¿no?
—Pues hay una cosa que no puede, y es que no puede no amar. Entonces no obra con nosotros según un capricho, sino según su amor…
¿Cómo es que Dios permite que las filas cristianas estén ocupadas también por legalistas, hipócritas y mangantes?
—Entonces, ¿cuál es tu mediación entre Dios y yo?
Me acaba de arreglar el día este simpático muchacho, así que le agradecí el cumplido entregándole una cuantiosa propina...
—Sustantivadme a Dios— dijo el profesor a sus alumnos—. Ya sabéis, algo que le identifique teniendo en cuenta lo que hemos estudiado en este curso.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
Una persona normal que, como todos, se cree el cuento.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
—Estoy aterrorizado, cada noche temo que el armario de la habitación me va a caer encima estando en la cama.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
Aquel día no debí salir de casa. Llevaba noches sin dormir. Un suceso de relativa importancia me estaba preocupando en exceso.
— Pero… ¿por qué ha permanecido el pastor los cinco minutos de su predicación a pata coja? Un cuento de Antonio Cárdenas.
El capellán exclamó para sí: Hoy ha venido la salvación a esta prisión. Un cuento de Antonio Cárdenas.
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