Los logros extraordinarios de Israel y su resurgimiento nacional a mediados del siglo XX, nos demuestran que la historia es conducida por la invisible y poderosa mano de Dios.

Son muchísimos los que están aprisionados en cárceles espirituales y claman por ayuda.

Lo que tenemos por delante no es fácil a los ojos humanos, pero lo grande de todo esto es que el Señor está con nosotros.

Soy muy consciente que me expongo a ser malinterpretado tanto por unos como por otros en esta delicada cuestión.

Dios no esta pensando en fulminarnos, sino en bendecirnos y en ayudarnos, porque nos ama como nadie puede, ni podrá amarnos jamás.

Hoy más que nunca, hacen falta guerreros no claudicantes, dispuestos a pelear con valentía la buena batalla de la fe.