El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
A veces el texto relata el episodio violento, sin aprobar ni condenarlo. Pero otras lo aprueba y hasta atribuye a una orden de Dios. Además, están las violencias cometidas por Dios mismo.
El denominador común del significado de violencia puede iluminarse por la relación de "violencia" con el verbo "violar".
Se nos olvida muy fácilmente que según el Nuevo Testamento los pecadores sexuales y los borrachos no son los únicos que “no heredarán el reino de Dios”.
Comentario a Apocalipsis 16:3-4: estas dos copas son un testimonio a la inversa de la gracia de Dios en proveernos día tras día con el agua de que depende nuestra vida.
Ahí está el tema del Apocalipsis: Jesucristo es el Señor. Jesucristo es Dios, digno de adoración al igual que el Padre.
Juan, en una reinterpretación de la visión de Daniel, toma atributos del Anciano de Días y los aplica al Hijo del Hombre en Apocalipsis.
Donald Trump puede jactarse, "I'm evangelical, and proud of it" (Soy evangélico, con mucho orgullo) sin la menor sospecha del significado del término.
Una extraña costumbre que nos debe preocupar.
La teología progresista a veces, ignorando el "todavía no" del reino, está en peligro de reducir el mensaje del reino a un simple programa de acción social.
A mediados del siglo XX los evangélicos, al romper con el fundamentalismo, se abrieron a las problemáticas sociales. Encontraron una fuerte luz bíblica en "el evangelio del reino".
Su "odio" hubiera sido sano si fuera como la sombra de un amor mayor; pero con el "desamor" en que habían caído, ni su celo contra el error podría ser sano.
El mensaje de Cristo plantea a los efesios una opción radical: seguir como están y perder su candelabro, o arrepentirse, ser fiel hasta la muerte, y ganar el árbol de la vida en el paraíso.
La dinámica eclesiástica seguía caminando, pero ya no se movía por el impulso supremo del amor a Cristo y al prójimo.
Cristo habla a la congregación de Éfeso. Y junto a sus muchos méritos, y a pesar de todo el prestigio de la iglesia, el Señor les confronta con un fallo fatal
Entre los muchos detalles y lecciones fascinantes del mensaje de Jesús a la iglesia de Éfeso, , dos paradojas sorprendentes me llaman poderosamente la atención.
Juan vivía con el corazón en el cielo y los pies bien puestos en la tierra.
El imperio romano es una bestia, un dragón, y su capital una ramera que anda montada sobre ella, borracha con sus nauseabundeces y con la sangre de sus víctimas.
Como "Ministro de Propaganda", el falso profeta promueve "la ideología del poder" que sacraliza al imperio.
Contra el trono de Dios y del Cordero, se levanta el "trono de Satanás", que se explica por un fascinante drama de cuatro personajes malévolos: dragón, bestia, falso profeta y ramera.
El desarrollo de este texto muestra claramente que la prostitución y la borrachera de la ramera consistía en la seducción embriagante de sus lujos.
Continuamos estudiando Apocalipsis con la perspectiva de que contiene un análisis y condena a un tipo de economía. Así, la marca de la bestia se centra en “poder comprar y vender”.
El tercer caballo, de color negro, es obviamente de carácter económico. Su jinete lleva una balanza, que simboliza la vida comercial.
Juan parece entender que el orden y la paz del imperio se basaban en la violencia, llevando esa "paz manchada con sangre" de que habló Tácito.
La descripción que hace Juan del imperio romano como una bestia y la ciudad como una ramera fue muy atrevida.
Una amenaza aún más seria que la persecución, según la percepción profética de Juan, era la adoración al emperador como a un dios. [1]
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