Habían empezado a comerse el pastel por la guinda de sus abuelos, y la intimidad compartida era total… o al menos eso parecía.

Era demasiado tarde, ya habían encontrado tratamiento para su mal.

El pastor se quedó blanco al principio a pesar de su experiencia en tratar con jóvenes.

Erase una vez una comunidad cristiana paupérrima en extremo.

La convivencia de las ratas de cloaca se hizo insoportable; las continuas pugnas por el poder las hacían correr por las tuberías, junto a las aguas sucias de los humanos, la sangre de sus víctimas camino de las depuradoras.

Una inesperada tormenta obligó al pastor a resguardar con urgencia al rebaño, sin apercibirse que una oveja quedó rezagada. Era una oveja joven que cuando se separó del ganado ya estaba preñada.

-No, no, con el perro no puede entrar en la iglesia -dijo el acomodador, amonestando a aquella visita inoportuna.

Llegó el día esperado por los detractores de la religión cristiana. Unas excavaciones arqueológicas en Jerusalén revelaron que el origen de Jesucristo se debió a una producción literaria del año uno de nuestra era.

Habitualmente resolvía sus problemas con cierta agilidad. No entendía por qué ahora se estaba bloqueando en una cuestión tan intrascendente.

Sefarad se mostraba rebelde a la hora de ayudar a sus padres en las tareas domésticas. Aunque pertenecía a una familia pobre, sus capacidades excedían en mucho a las sencillas labores de cultivo y cría de ganado a que podía aspirar como herencia del hogar paterno.

No era casual el lugar escogido para ofrecer su espectáculo. Hacía días que le agradó una hermosa vendedora de flores de las Ramblas de Barcelona. Frente a su floristería se instaló inmóvil como buena estatua humana que era, mientras no perdía detalle de la frenética actividad comercial de la muchacha ni de sus atributos físicos.

El tiempo prolongado de espera en la oficina de Servicio al Ciudadano le transportó al pasado cuando sus ideales de juventud pronto se esfumaron al casarse con la mujer de la que enviudó hacía apenas un año.

Julián Banquero estaba perdidamente enamorado de Pepita Clienta. Le costó conquistarla pero al fin mereció la pena. Superado el noviazgo formal creyeron que era el momento de vivir juntos.

Denunciante: -Estoy asustado, ruego que el juez dicte una orden de alejamiento contra ese individuo. Sufro su acoso desde hace años, ya no lo soporto más. Necesito ayuda.

En la Atenas del siglo IV a.C. celebraban elecciones. Los dos candidatos mayoritarios presentaban programas muy dispares. Uno de ellos lo centraba en la enseñanza, prometía la plena y gratuita escolarización de los niños hasta los 16 años. El otro quería introducir una innovación que transformaría el destino de la ciudad. Consistía en el diseño de un vehículo autónomo y veloz que funcionaría sin necesidad de tracción animal. Unos sabios estaban trabajando en él.

Erase una vez un antiguo deshollinador llamado Ataúlfo. Personaje tan cenizo como su ropaje después de un día de trabajo limpiando las chimeneas de las casas de su pueblo. Gozaba de una visión tan transitoria de la vida que desde hacía mucho tiempo tenía por cama un ataúd, y pasaba las horas muertas sentado a los pies del mismo.

Javier Solana se reunió hace unos meses con los representantes de Israel y Palestina para las negociaciones de paz en Oriente Medio. Queriendo compensar el aturdimiento de las discusiones, quiso regalarse una buena comida en su restaurante español preferido. Sabía moverse por Jerusalén con facilidad, por lo que dio instrucciones a su escolta personal de que prefería ir a pie.

A Bernardo le benefició la crisis económica mundial, debido a que su padre era abogado laboralista. Así pudo permitirse el lujo de aspirar a poseer un coche de marca.

Corrían aquellos años en que los hombres y las mujeres ingresaban en órdenes religiosas obligados por la penuria y el hambre imperante. Allí no les faltaba pan y cobijo. Ocurrió una vez que dos novicios quisieron ingresar en un monasterio.

Periódicamente el druida Brian visitaba aquel poblado, maestro de reconocida reputación en toda la comarca. Dos hermanos de aquel lugar llevaban ya mucho tiempo discutiendo por una herencia. De tal modo que estaban cerca de romper la relación familiar.

Erase una vez un panadero que estaba harto de hacer pan. Vivía en un pueblo del Pirineo con 500 habitantes. Abastecía de pan a toda la población y se lamentaba de que su servicio estaba mal pagado y poco reconocido.

Era de noche cuando caminaba completamente destrozado por la calle de aquella populosa ciudad, después de decidir con su pareja separase definitivamente. Deseaba sentarse en algún lugar y llorar. A su paso encontró una puerta abierta de lo que parecía una iglesia, donde había algunas personas desperdigadas y arrodilladas por el suelo de una gran sala casi vacía y en absoluto silencio. No lo dudó ni un momento y entró.

Crispín se mostraba rebelde a la hora de ayudar a sus padres en las tareas domésticas. Aunque pertenecía a una familia pobre dedicada al cultivo y la cría de ganado, él soñaba con pertenecer algún día a la corte del Rey.

Vicente era un predicador que destacaba por romper esquemas prefijados. Mostraba de un modo impactante las enseñanzas bíblicas. Por ese motivo sus reuniones eran muy frecuentadas.

Érase una vez una princesa temerosa e insatisfecha. Por su castillo habían pasado los mejores bufones y ninguno le arrebató la pesadumbre y tristeza con que vivía de continuo. Popes, papas y ayatollah’s intentaron transmitirle la fe de sus religiones para restaurarle el ánimo y la esperanza, pero fue del todo imposible.