El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Hasta ahora Michael Behe ha sabido responder adecuadamente todas las críticas que se le han formulado y sigue manteniendo su postura.
Thaxton empleó por primera vez, en 1988, la expresión “diseño inteligente” para referirse a la idea de que el origen de la vida sólo podía entenderse adecuadamente apelando a una inteligencia previa.
Los cielos de hoy, como los de los días del rey David, continúan hablándonos de la gloria de Dios.
El problema del origen químico de la vida sigue siendo irresoluble. Muchas preguntas y planteamientos hipotéticos, pero ninguna solución plenamente satisfactoria.
Cada vez que se profundiza en el estudio científico de un determinado organismo, fluyen por doquier las evidencias a favor del diseño.
Las fuerzas de la naturaleza no pueden explicar el origen del fototropismo ni de las propias plantas.
El principal desafío para el materialismo científico es explicar cómo pudo surgir la información que presentan todos los seres vivos sin una causa inteligente.
Según algunos escritores bíblicos, la naturaleza muestra evidencias de sabiduría que pueden conducir hacia el conocimiento de su autor.
Los argumentos de antaño contra el diseño de los seres vivos no pueden ser empleados hoy con propiedad contra la teoría científica del diseño inteligente.
Que el universo sea tan antiguo como propone la ciencia contemporánea no tiene por qué ser incompatible con la acción creadora de Dios.
La probabilidad de obtener por casualidad una sencilla proteína de tan sólo cien aminoácidos es exactamente una entre veinte elevado a cien.
El diseño no implica necesariamente recurrir a la existencia de los milagros, ni tiene nada que ver con la religión, sino que es susceptible de verificación científica y, por tanto, debe formar parte de la ciencia.
¿Cómo aparecieron juntos todos los ingredientes, constantes y fuerzas necesarios, en el momento oportuno y en la medida adecuada, para producir un universo capaz de albergar la vida? Sólo se han dado dos respuestas: azar o diseño.
Necesitamos pensar teodiceas más elaboradas que satisfagan las difíciles preguntas formuladas por el hombre de hoy.
Creer que uno tiene la verdad absoluta en estos resbaladizos asuntos es, cuanto menos, un pretensión poco humilde.
Según la interpretación del Dr. Hugh Ross, el relato de la creación contenido en el Antiguo Testamento encaja con lo que vemos en la naturaleza.
Aunque el propósito de la Escritura es eminentemente teológico, esto no significa que sus afirmaciones fundamentales, cuando se refieren a los orígenes, sean erróneas.
Muchos interrogantes planteados por disciplinas como la bioquímica, citología, genética o incluso paleontología, para los cuales el paradigma darwinista carece de soluciones satisfactorias, hallan explicación en la teoría del diseño.
La historia de la ciencia es pródiga en ejemplos de flagrantes injusticias cometidas por los científicos dominantes contra aquellos que sostenían teorías contrarias.
El Diseño inteligente, a diferencia del creacionismo científico, no pretende responder a la cuestión de quién es la inteligencia diseñadora o de dónde sacó la energía necesaria para diseñar el universo.
¿Comete el Diseño inteligente el error de apelar al dios tapagujeros con el fin de explicar las lagunas del conocimiento científico?
Cuando un científico utiliza el argumento del mal contra el diseño inteligente de los seres vivos, está inmediatamente abandonando la ciencia para adentrarse en las aguas de la filosofía y la teología.
Creo que el naturalismo metodológico ha llegado a ser hoy una mala filosofía para explicar los orígenes.
La labor de la ciencia no tiene por qué paralizarse porque se acepte la creencia en un Dios creador.
Mahoma se distingue de Jesús, entre otras muchas cosas, porque no repudió el uso de la violencia sino que aceptó la guerra santa o yihad.
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