El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Existen numerosos puntos de contacto entre ciencia y religión.
Este movimiento ha ejercido mucha influencia en los Estados Unidos sobre todo en ámbitos religiosos, pedagógicos, y también en la opinión pública.
La Biblia afirma claramente que Dios siempre posee el control, la dirección y la capacidad de interactuar con las criaturas.
Hoy vivimos el tiempo como si fuera un puzle que debemos rellenar con múltiples piezas diferentes.
Muchas de las afirmaciones de científicos famosos adolecen de un mínimo soporte filosófico.
La grandeza y supuesta ineficiencia del cosmos parecería incompatible con el carácter del Dios que se revela en la Biblia. ¿Es realmente esto así?
¿Es realmente Dios una simple excusa tautológica? Yo creo que no y vamos a ver por qué.
Hoy sabemos que aunque el ADN basura no codifique proteínas hace, sin embargo, mil cosas diferentes y necesarias para el buen funcionamiento celular.
Cuando hablamos del cielo queremos expresar un ámbito intemporal que trasciende este mundo espacio-temporal. Como dijo C. S. Lewis el pasado siglo: “Dios no tiene historia”.
Es evidente que Dios es mucho más que la sola causa del universo, pero si Él no existiera no se habría originado nada. Dios, al crear, llamó a la existencia lo inexistente.
Esta hipótesis del multiverso pretende eliminar la pregunta sobre cómo es posible que se dé un ajuste fino de las constantes del cosmos tan altamente improbable, así como la consiguiente conclusión teísta.
La simple lógica nos dice que ninguna ley de la física puede crear materia a partir de la nada, por tanto, la ley de la gravedad no pudo crear el universo, a pesar de las elucubraciones de Hawking.
Es fácil constatar, en algunos cosmólogos contemporáneos, cierta tendencia a buscar modelos físicos de la creación a partir de la nada que no requieran de ningún agente sobrenatural.
Ambas proposiciones sobre la realidad, tanto la del naturalismo como la del teísmo, requieren necesariamente de la fe y no pueden ser verificadas mediante la evidencia.
El ajuste fino que permite la vida, es lo que cabría esperar de un creador inteligente, omnipotente y misericordioso que desea relacionarse con el ser humano.
Si queremos hacer la paz, no hablemos nunca mal de nuestros semejantes, aunque tengamos motivos para ello.
Para los discípulos del Señor es posible empezar ya ahora a gozar la felicidad prometida, a través de la intimidad personal con Dios.
No acariciemos ni fomentemos jamás los deseos de venganza, sino seamos pacientes y dejemos lugar a la justicia de Dios.
Las exigencias de las bienaventuranzas sólo parecen imposibles a quienes no han comprobado el atractivo del reino de Dios, ni han nacido de nuevo.
La persecución nos revela dos cosas: lo que somos ya aquí en la tierra y lo que nos espera en el más allá.
La tentación a desquitarnos de los ataques injustos que sufrimos es una tendencia propia del ser humano natural, pero no debe ser practicada por el verdadero discípulo de Cristo.
El evangelio crea tarde o temprano división acentuada entre los cristianos y aquellos que no lo son.
Donde se hacen realidad las palabras de Jesús es precisamente en los aprietos que los perseguidores deparan a los creyentes.
Si solamente tratamos de imitarle, quizás el mundo nos alabe, pero si en verdad llegamos a ser semejantes al Señor, el odio lo tenemos asegurado.
En pleno siglo XXI hay más persecución de cristianos, si se tiene en cuenta el número de víctimas, que la que ha habido desde los primeros siglos del cristianismo hasta el presente.
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