El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El ser humano se ha considerado suficientemente maduro para prescindir de Dios.
El misterio de Dios no permaneció oculto. Cristo es la revelación del misterio de Dios, que en otras generaciones no se dio a conocer.
¿Es ateo cristiano el que admite la existencia de Dios pero no la incorpora a su vida?
A Dios se le puede ignorar, pero no se le puede suprimir. A Dios se le puede combatir, como hace el ateísmo, pero no se le podrá vencer.
No ha llegado a entender el ateísmo que la eternidad no es espacio de tiempo, sino tiempo sin fin al otro lado de la cortina terrestre. Perpetuidad que tiene principio, pero que no tiene fin. Vida del alma más allá de la tumba.
Ante un Dios que es infinitamente verdadero, bueno y bello, la libertad del hombre no queda anulada. El drama de la existencia es que el ser humano ha perdido a Dios y como consecuencia camina solo, guiado por la nada.
Los ateos de la Biblia eran ateos prácticos. No negaban a Dios con razonamientos científicos o filosóficos, simplemente se apartaban de Él.
El ateísmo yerra en su planteamiento cuando considera la existencia del mal como prueba de la inexistencia de Dios. Ignora la absoluta bondad de Dios.
Pascal dejó dicho que el que no cree es el que más cree. Reniega del Dios creador sublimado en las páginas de la Biblia, pero en su lugar colocan extravagantes figuras. Necesitan creer en algo.
En su orientación materialista Marx apuntaba ya hacia la teoría atomística, según la cual la vida se explica mediante la existencia del átomo. Para él no somos cuerpo y alma; somos cuerpo y átomo.
Del Edén arranca el materialismo popular. Adán y Eva fueron los representantes del materialismo práctico, de ese “comamos y bebamos que mañana moriremos”.
El Autor de la vida fue el Dios del Sinaí y el Dios del Calvario.
Puede que el “gracias a Dios soy ateo” provoque risa, pero es teología pura. Si Dios no existiera no habría ateos. El ateísmo es la negación de Dios. Sin un Dios a quien negar, ¿qué harían los ateos?
Los hombres de la Generación del 98 especialmente no comulgaban con la Iglesia católica, pero tampoco negaban a Dios.
Ilustres escritores españoles han llegado a la conclusión de que muchos de los que han dirigido la creencia católica en este país, “son malos, mentirosos y de fea conducta”.
Ortega y Gasset dice que hay épocas en que “emerge de improviso el acantilado de la Divinidad. Y se impone gritar ¡Dios a la vista!”. Esa época es hoy, es ahora.
Es la eterna duda del agnóstico. Si Dios existe no está dado al ser humano comprenderlo.
Convertido en religión y con biblia propia, surgen en el ateísmo los doce apóstoles, escritores, filósofos, científicos, artistas, dedicados a predicar mediante la escritura las malas nuevas, la inexistencia de Dios por todos los rincones del mundo.
Historiadores han establecido sus orígenes en los antiguos filósofos griegos, en torno a los siglos V y VI antes de Cristo, considerando a Diágoras de Melos como el primer ateo.
El ateísmo niega todo lo que el cristianismo afirma.
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