El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Imaginaron posible que se ejecutasen la una a la otra como seres malvados que se suponía que eran.
La vida sin mácula que habían llevado se imponía como argumento incontestable para entrar con holgura por las puertas de perlas… pero algo no funcionaba.
—¡Vale!— Dijo el muchacho— yo me apunto a esa celebración, pero ¿qué necesitamos para llevarla a cabo?
Un nuevo cuento de Antonio Cárdenas.
Un grillete con bola de hierro sujeto al tobillo del que se librarían cuando fuesen abiertos sus siete candados
Acompañar a los que son tolerantes solo en apariencia no va a ser fácil.
Padre e hijos se confabularon para neutralizar su presencia como objeto impuesto en la intimidad familiar.
El señor Gutiérrez descansó el día que no tuvo nada más que perder.
Ambos, rey y súbdito, aunque uno ocupase el trono y el otro la celda, sin embargo compartían la insatisfacción de sus destinos.
Al salir de la consulta, Frasquito quedó plenamente satisfecho de las explicaciones científicas que le dio el doctor.
Cuando afronté aquel severo régimen alimenticio me sirvieron en sus casas menús hipocalóricos.
Nada explica un cambio de conducta tan repentino, aunque lo tenía por una persona pacífica.
Al día siguiente, mientras se preparaba el desayuno escuchó las noticias por la radio.
Aunque todo ocurrió en sueños, nada le pareció tan real como aquella experiencia onírica.
La monotonía le proporcionaba cierta estabilidad, hasta que un día se vio forzado a ir al dentista.
—Mirad las marcas de mi cuello aún sangrantes. Me arrebató con sus colmillos y casi me ahoga, pero me devolvió la vida.
Cuento de una noche de invierno.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
— ¿Te consideras superior a mí a pesar de que fuimos formados por el mismo Hacedor?— dijo la col.
Enfundado en una chilaba, cabeza envuelta con turbante, Rachid nos guiaba por las calles de Esauira unos metros por delante, camino del puerto.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
Ciertamente era muy improbable que lloviese en el desierto.
—Ya está. ¿Qué te parece si hacemos de policías de la conducta?
“No todos los días tiene uno la suerte de encontrarse con una de esas “ovejas” que no saben que lo son”.
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