El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El apóstol San Juan era muy meticuloso en la designación de personas. Menciona a cuatro mujeres llamadas María. Pero en ningún lugar del Evangelio que escribió dice: “María, hermana de Marta y Lázaro, llamada Magdalena….”.
En estos tiempos, añade, se quiere “ensuciar” la imagen de Magdalena “con motivos literarios sin ningún tipo de fundamento histórico, religioso y científico”.
Por muy disparatado que nos parezca el contenido de “La leyenda dorada”, en su tiempo fue recibido con júbilo y creído al pie de la letra por miles de europeos.
La de Karen King es una obra seria que tiene como objetivo dar a conocer la importancia y significado de la mujer en la Iglesia primitiva y el extraordinario papel representado por María Magdalena.
“Este evangelio está hablando del alma, por boca del alma. Aquí el cristianismo es una vía de conocimiento, un camino iniciático, un camino de regreso a nuestros verdaderos orígenes”.
Como escritor tenía a su alcance toda la documentación necesaria para denunciar las mentiras que se han escrito sobre Magdalena después de que Jesús ascendiera al lugar de donde descendió.
Se trata de una obra eminentemente feminista, seria, muy documentada, escrita en su mayor parte con objetividad y cuyo contenido no se corresponde con el alarmante título.
Los textos gnósticos vienen a confirmar el papel relevante que la santa de Magdala llegó a ocupar entre el grupo de discípulos que seguían a Cristo.
La divinidad de Cristo no fue un invento de Constantino. El verbo encarnado, unido desde el principio de los tiempos al Padre, era “Dios sobre todas las cosas”.
La calumnia es un asesinato moral. Según Shakespeare la calumnia vive hereditariamente y se establece a perpetuidad. Fray Pedro Malón de Echaide es heredero de aquella curia vaticana y anduvo en sus mismos pasos.
En una caprichosa interpretación de la historia bíblica la autora se permite unos ejercicios exegéticos y compara a María Magdalena con otros dos personajes femeninos del Antiguo Testamento. Eva y la heroína de El Cantar de los Cantares.
El título de “Apóstol de los Apóstoles” dado a la Magdalena fue ignorado ya en el tercer siglo y desapareció definitivamente en la oscuridad de la Edad Media, sólo por ser mujer.
Desde el origen de la humanidad, los hombres han interpretado los acontecimientos caprichosamente, según sus gustos y su pensamiento. Esto ha dado lugar a la función de los mitos.
El libro del erudito francés se centra mayormente en las leyendas surgidas en torno a la muerte de Magdalena y los lugares que reclaman su cuerpo.
Lope concibe a la Magdalena como una prostituta de tipo cortesano, su honra puesta en boca del vulgo, la lujuria siempre presente entre sus pecados. Ninguna de estas miserias tienen apoyo en la Biblia, pero Lope ignora el Libro sagrado y prestigia la imaginación.
Todo el morbo de la leyenda que ahora circula en torno a María Magdalena parte del desconocimiento de los Evangelios. Esta maraña de teorías y de leyendas en torno a la santa de Magdala, la primera persona que vio a Jesús resucitado, tiene su origen en falsas interpretaciones de los libros sagrados.
Para Bruckberger, Magdalena era María de Betania, y también esta María era la misma de la que habla Lucas.
María Luisa Luca de Tena y Brunet dedica un largo artículo biográfico a la primera persona que vio a Jesús resucitado: María de Magdala.
“Mary Magdalene” se divide en tres actos. Los personajes principales son el tribuno romano Lucius Verus, el filósofo Annceus Silanus, Appius y Coelius.
La Magdalena del autor danés Lars Muhl nada tiene que ver con la tierna figura femenina que aparece en los cuatro Evangelios inspirados.
Régis Burnet traspasa la frontera de lo ético y llega a la blasfemia. Juega con dos términos que pocas veces coinciden, proximidad y sexualidad. Si todas las personas que mantienen una relación de proximidad con otras derivaran en prácticas sexuales, la sociedad sería un caos.
La Magdalena, muerta hace unos dos mil años, ¿dónde está? ¿En el cielo? En todo caso, en espíritu. Un espíritu, ¿puede alargar la mano a un ser mortal y entregarle “unos rollos pergaminos”?
Las invenciones e imaginaciones hasta resplandor tienen, sin ser soles ni estrellas. La imaginación de un escritor tiene el don de persuadir al lector de que lo que lee es ciencia pura, sin atender a los gritos contrarios de la razón.
Estoy firmemente convencido de que en la novela de Ki Longfellow se está cumpliendo la profecía del apóstol Pablo: “vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2ª Timoteo 4:3-4).
“Desterremos de nosotros toda sospecha”, gritaba Séneca. La sospecha envanece, escribía años después el apóstol Pablo. ¿Se puede atribuir a la sospecha naturaleza de verdad? La autora del libro admite que su hipótesis es pura sospecha, pero lectores ávidos de sensaciones nuevas digieren estos cuentos sin más.
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