El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Tenemos que volver a sentirnos entusiasmados por la increíble, maravillosa, emocionante tarea de ser representantes y muestras visibles del amor de Dios.
Amar a la gente no es una cuestión de ser extrovertido si eres una persona introvertida. Es llegar a ser semejante a Cristo.
Nuestro objetivo principal en la vida, si no es amar a Dios y amar a la gente, se convierte en nuestro dios, un ídolo que controla y distorsiona nuestra vida.
En la vida no importan tus logros, las cosas que tienes, la educación o el trabajo. ¿Qué importa en la vida?
Jesús era un apologista, que hacía y respondía preguntas, explicaba su mensaje, lo defendía contra el ataque de sus enemigos y abogaba por la verdad de su evangelio.
Tanto Jesús como Pablo se comunicaban de forma creativa en respuesta a las situaciones a las que tenían que hacer frente. Ambos se enfrentaban y demolían falsas creencias.
La apologética es amar de forma activa a otros y persuadirles de la veracidad de evangelio, no un castillo que protege nuestra fe.
La salud de la iglesia, a lo largo de la historia, se ha visto significantemente determinada por si esta estaba profunda e íntimamente convencida de que el cristianismo es verdadero.
A la hora de comunicar hay que tener en cuenta la situación del que va a recibir el mensaje. De lo contrario, la comunicación se puede desechar fácilmente, o ignorar por completo.
Los líderes del movimiento evangélico moderno se están centrando en el evangelismo a expensas de otras prioridades bíblicas cruciales.
La situación del movimiento evangélico en los países en vías de desarrollo es asombrosamente similar a la del avivamiento británico en 1850. Por eso, tan importante es aprender de sus éxitos como de sus errores.
El oponente más peligroso del evangelio no es el Islam, el hinduismo o el budismo. El mayor desafío a la creencia ortodoxa es la incredulidad europea (ateísmo y agnosticismo), que está creciendo mucho más rápidamente que la fe evangélica.
Al reflexionar sobre el estado actual de los cristianos evangélicos, la primera pregunta que se harán muchas personas es: “¿hay gente que esté viniendo a Cristo?”. La respuesta a esta pregunta es sorprendente.
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