El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
No le hagas el juego al diablo, no te conviertas en parte de su estrategia de difundir la mentira y traer confusión.
Lo que nos muestran nuestras cuatro últimas elecciones generales es nuestra incapacidad de pactar, de sumar sensibilidades distintas para hacer un consenso más amplio.
Neceitamos dejar de ser el país de la Inquisición, aquel en el que solo caben dos posibilidades: o ganar o ser eliminado.
Los candidatos a presidente del gobierno, de alguna manera, representan el estado moral de los ciudadanos.
Aparte de la soberbia, ¿hay alguna ventaja en el hecho de no pedir perdón?
No nos gusta estar del lado del débil, sino que nos adherimos a los que tienen prestigio, fama y fuerza social.
¿Será que somos un país construido el uno contra el otro, sin pactos, sin inclusión del diferente, en lugar de cooperar para el beneficio de todos?
Esta guerra es un capítulo más de una guerra mayor, de una estafa mayor. Un día nos estafaron la verdad.
Tenemos que reafirmarnos en que no existe el derecho a no escuchar, que el derecho protege derechos no sentimientos, que en ocasiones todos podemos sentirnos ofendidos y que esto no es materia para tribunales. Hay colectivos de boca grande y de piel fina.
¿Cómo una visión cristiana del trabajo puede ayudar a encarar este regreso de una forma más saludable?
El peligro de ser una iglesia de clase media, que adora el orden y la seguridad, se ha ido reafirmando en el cristianismo occidental.
La acumulación de riqueza por unos pocos dejará de ser tolerable cuando la acumulación de riqueza no sea aquello para lo que la sociedad entera vive.
La posverdad no triunfa porque algunos la emplean, sino porque los muchos la desean.
La única respuesta posible a la crisis debe partir de la sociedad civil, cambiando de valores y actuando organizadamente.
Estamos cambiando identidades heredadas por identidades elegidas. La paradoja es que las identidades elegidas son más frágiles que las identidades recibidas.
La Iglesia, la de Dios, está más allá de las organizaciones y de las instituciones. Ninguna institución, Iglesia, etc. es la exacta representación de la Iglesia de Cristo.
Trabajemos para que la Navidad deje de ser una tradición cultural y sea el anuncio de la encarnación, Dios hecho hombre.
Lo que ha ocurrido hoy en los Estados Unidos es un episodio más de un problema del mundo occidental.
Una propuesta de cómo relacionarse con Halloween y otras fiestas populares.
¿Tenemos los evangélicos alguna contribución distintiva o estamos condenados a la irrelevancia?
Bajando a la realidad presente, a veces hay diferencias en maneras de entender, prioridades, etc. ¿Cómo manejarnos con esas diferencias?
Hoy quisiera escribir una semblanza personal a la persona que he conocido y por la que siento profunda admiración y aprecio.
Piezas literarias como ésta forman parte de ese lenguaje del odio del que me gustaría que nuestra sociedad llegue a ser libre un día.
Nuestra sociedad es una sociedad huérfana. Una sociedad sin Padre, una sociedad sin hogar.
Conscientes de los enormes desafíos que enfrentamos, creemos que la respuesta está en que los cristianos busquemos a Dios en oración.
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