Por razones históricas, el paganismo se asocia siempre con la superstición. Se ve como un fenómeno rural, propio de sociedades primitivas, que desconocen la existencia del único Dios.

Decía C.S. Lewis: “Mírate a ti mismo, y encontrarás en la larga carrera, odio, soledad, desesperanza, ira, ruina y decadencia; pero mira a Cristo, y encontrarás que, con Él, ninguna otra cosa importa”.

Un último repaso a las películas que retratan la primera guerra mundial.

En esta serie abrimos los ojos a una realidad que fácilmente olvidamos. “¿De dónde vienen las guerras?”, se pregunta Santiago (4:1). Su respuesta nos deja sin palabras: “¿No vienen de vuestras pasiones?”. Las de aquella gente, supongo que no fueron muy diferentes a las mías.

La guerra no sólo acabó con una generación, sino que rompió los sueños de paz y progreso que había traído el optimismo de cambio de siglo.

Sendak, convertido hoy en un autor de culto, trazó un retrato de la infancia nada típico, como un territorio salvaje, y del niño como un monstruo nada inocente.

Todo transmite autenticidad en esta preciosa película, pero también tiene algo ensoñador. Con ella, nos enfrentamos a la herencia de los pecados de nuestros padres, pero desde las esperanzas de los hijos.

Su aversión a la iglesia no es casual. Desprecia la religión formal, con sus dogmas y ceremonias, no por hostilidad intelectual contra Dios o Jesucristo, sino por su desengaño con un cristianismo hipócrita, que ignoraba la compasión de Cristo por el pobre.

Para “la movida madrileña”, la música de los Ramones era todo un punto de referencia. Sus cortas canciones de ritmo neurótico, basadas en un par de acordes y estribillos machacones, sirvieron de inspiración a muchos grupos españoles.

Intelectual de gran talla, Marías tenía una profunda fe en la resurrección: “En la medida en que se ama, se necesita seguir viviendo o volver a vivir después de la muerte, para seguir amando”.

En la afamada obra teatral de Beckett “Winnie somos todos –decía Amelia Ochendiano–. Cuando la observamos aferrarse a las cosas pequeñas, a sus recuerdos y su verborrea para no derrumbarse, nos observamos a nosotros mismos”.

El Premio de Loach es a una voz profética, que apela a una conciencia moral, en una sociedad que vive complacida de sí misma, sin querer enfrentar la realidad de sus problemas.

“El que quiere ser cristiano debe cambiar del todo”, decía Johnny Cash, quien experimentó su debilidad abrazando la gracia de Dios tras una vida turbulenta.

Podría ser la confrontación entre una novicia inocente y la maldad del mundo exterior, pero 'Ida' es una obra mucho más profunda y compleja.

Philip Roth se acerca al tema de la muerte en “Némesis”, y para ello regresa a la ciudad donde nació, Newark (Nueva Jersey), recordando un sofocante verano, cuando niños como él, morían en una epidemia de polio en 1944.

No podemos menos que admirar la independencia de alguien como Miró, aunque eso le trajo mucho dolor e infelicidad.

Miller apunta al peligro de querer construir la nueva Jerusalén en la tierra. Pero hasta que el Reino de Dios sea instaurado finalmente, toda institución humana es imperfecta.

El protagonista nos muestra que el miedo a la muerte nace de la conciencia de finitud que nos sobrecoge, cuando descubrimos el carácter incompleto de nuestra vida.

La obra de William Golding (1911-1993) nos enfrenta a la oscuridad del corazón humano. Al Premio Nobel de Literatura de 1983, le rechazaron su libro veintiún editoriales, hasta que un valiente editor publicó su novela en 1954, que arremete contra el mito contemporáneo de la bondad innata del hombre.

Stan Lee y Jack Kirby crean en los 60 para Marvel unos héroes muy humanos, llenos de miedos e inseguridades, cuya fuerza reside en su debilidad.

Los libros de Ian Michael muestran la tragedia de un país que no ha sido cambiado por el Evangelio.

En 1967 las calles se llenaron de “hijos de las flores” haciendo el signo de la paz en medio de una nube de humo. ¿En qué quedó todo ese movimiento?

La película de Hitchcock, considerada hoy un clásico, trata sobre el abismo y la culpa.

El fracaso moral de la serie negra no es sólo individual, sino sistémico: no le interesa la manzana podrida, ni el pecado ocasional, sino la prevalente corrupción humana.

En la vida hay cosas que uno cree conocer, pero hasta que no las experimenta, no entiende realmente nada. Así ocurre con el amor.