El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Se lo pedimos al nuevo año, al año 2018, pero la petición la debemos pasar al pueblo de Dios para que con su ejemplo, sus estilos de vida, hagan que el nuevo año sea diferente, mejor.
El mundo pobre también se mete en el corazón de nuestras ciudades ¿Es que, acaso, en esta Navidad no hay lugar para muchos en el mesón de la abundancia y el derroche?
Algunos dirán que por qué tanta alegría en un mundo injusto, por qué tanto gozo en un mundo donde hay legión de empobrecidos, por qué tanto júbilo en una tierra despojada y ecológicamente maltratada. La razón es sencilla.
A pesar de tantas oscuridades y lugares sombríos y fantasmales, la luz puede llegar, una luz que espante todo tipo de tinieblas.
Expreso mi preocupación para que podamos ampliar tanto la visión como la acción solidaria.
Una civilización del consumo, tal y como la que existe en el mundo rico, no es universalizable.
Los valores cristianos son de acogida, dignificantes, solidarios y justos. ¿Por qué no nos esforzamos más en sacarlos a la palestra pública?
Sin el hombre como referencia en la espiritualidad cristiana, nos quedamos sin prójimo.
Una espiritualidad desencarnada, insolidaria y ajena a las preocupaciones mundanas, no es cristiana.
Hay acumuladores que pueden mirar al cielo mientras desprecian al prójimo al que dejan tirado.
Tenemos una economía sin ética y sin sentimientos de projimidad, sin sentimientos de amor o ayuda al prójimo sufriente.
Si quieres estar pegadito a Jesús, la práctica de tu espiritualidad no debe ser unidireccional.
El Señor nos demanda que, antes de ir a Él en culto y adoración, nos reconciliemos primero con el prójimo sufriente.
La enseñanza de lo ético en nuestras congregaciones debería estar muy por encima de las preocupaciones por lo estético.
Nunca debemos perder de vista que el objeto de nuestra fe es Dios mismo.
¿Habremos olvidado las obras de la fe?
Tú, Señor, nunca convertirás las piedras en pan ni por caprichos egoístas de nadie, ni para engordar a los ya satisfechos.
La evangelización tiene un valor de rescate del hombre en desventaja social, del hombre abusado u oprimido.
El Reino de Dios está allí donde no se comparte sólo la Palabra, sino el pan.
Las bienaventuranzas adquieren pleno sentido cuando se sigue la línea bíblica y se les ve junto a su “ay” paralelo.
¿Nos parece bello y digno de imitar los valores de este sistema mundo que ve la riqueza como prestigio?
Querer amar a Dios sin tener en cuenta al prójimo es una mentira; querer amar o ser solidario con el prójimo sin tener en cuenta a Dios, puede ser un humanismo ateo.
¿Nos falta compromiso, nos falta pasión por la justicia, nos falta celo por la denuncia?
Hemos construido un mundo en que falta tiempo para gozarnos en ver crecer nuestros hijos, reflexionar, leer o simplemente pasear y disfrutar de ese don gratuito que todos deberíamos disfrutar, y no sólo un mes al año.
Hoy, en un mundo desequilibrado e injusto, hay muchas personas que “mueren” la vida. La mueren, que no la viven.
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