El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Se necesitan personas que puedan ir trazando líneas originales de reflexión, líneas de valores nuevos y de compromisos para una auténtica Cultura de Paz. No importa que parezca un poco utópico.
El Maestro venció estas tentaciones terrenales. Su pueblo y su iglesia vencerían si supieran moverse dentro de los parámetros y ejemplos que nos dejó Jesús.
Somos llamados a una santa rebelión que nos saque de la pasividad y nos lance a los desafíos del mundo.
Deberíamos volver nuestra mirada al Maestro, a Jesús, para ver cómo fue esa acogida en su acción y ejemplo.
Que no caigamos en la necedad de las avaricias insolidarias ni en las ansiosas inquietudes a la que nos lleva la acumulación.
Parece que los cristianos no tenemos la suficiente resistencia espiritual ante el consumo loco y desmedido que nos atrae en esas parcelas consumistas del mundo rico que se pueden dar incluso en el seno de los países más pobres.
El concepto de cristianismo necesita de muchas y muchas vidas cristianas comprometidas con el prójimo y con el mundo.
Cuando la ley humilla o hace sufrir al hombre, la vida para Jesús siempre está por encima de la ley.
Si el cristiano es libre para algo, es para comprometerse en su libertad con el prójimo sufriente.
No estamos libres de idolatrías que se reflejan en nuestros discursos evangelizadores o sermones eclesiales.
No hay ritual válido ni que Dios escuche que no pase antes por este requisito esencial. La razón nos la diría Jesús mismo, porque el amor a Dios y el amor al prójimo están en relación de semejanza.
La libertad nos compromete porque si no es solo una libertad egoísta.
Hoy quiero entrar en la radicalidad del Evangelio y preguntarme la causa de que nosotros, los creyentes de hoy, ya no entremos en esa radicalidad en el seguimiento al Maestro y a los profetas.
El cristianismo vivido en nuestro aquí y nuestro ahora, puede tener grandes influencias en las estructuras sociopolíticas del mundo.
No debemos dar un lugar al ritual central y prioritario en nuestras vidas como si fuera algo esencial y fundante de nuestra fe.
Debemos de tener cuidado de que el ritual cúltico no quede agotado en una estética litúrgica en detrimento de una ética esencial para el desarrollo de la vida cristiana.
Esas duras costras pueden dar lugar a un corazón tan duro que, de ninguna manera, sea capaz de sensibilizarse ante el dolor del otro.
Muchos en el mundo hoy divinizan al dinero.
La gramática no verbal evangelizadora comporta hechos, compromisos, formas de vivir y estar en el mundo, comportamientos y prioridades que hablen y den coherencia a la palabra verbalizada.
No se puede clamar a Dios, buscar su rostro y ofrecerle rituales mientras que estamos practicando la injusticia y faltando a la práctica de la misericordia.
Hay que trabajar desde otras líneas, desde otras perspectivas menos egoístas, abiertos a las necesidades de los otros.
Todo se valida desde el compromiso, desde la acción, desde la práctica de la misericordia que acaba siendo también evangelizadora en el mundo.
No hay posibilidad de encontrar el auténtico sentido de la vida siguiendo estas concepciones del mundo que nos meten en ceremonias falsas e inútiles.
¿Qué ha ocurrido con todos aquellos compromisos tan fuertes en torno a la projimidad, al amor al prójimo, que se sitúa en el centro del Evangelio de la gracia y de la misericordia de Dios?
Los que rompen la unidad de la iglesia son, en el fondo, estos buscadores de la falsa pureza, los que tienden a convertir en pecadores a otros.
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