El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Podemos responderle, cada uno, sea cual sea el terreno espiritual y físico donde se encuentre.
Deseo que en ti esté mi alegría siempre.
Este asunto es demasiado antiguo. Algo parecido le ocurrió a Caín con Abel en su estatus ante el Señor.
Él necesitaba alcanzar sus atenciones a través de oscuras nubes de penurias, ya fueran algo ciertas, ya bastante inciertas.
Irá sin la certeza de que quieran escucharle, creerle y aceptar lo que con sencillez va a comunicar.
Un poema de Antonio Cruz. (Selecciona Isabel Pavón)
Son religiosos, los dos son creyentes y acuden al templo.
Nuestro Señor ama de igual manera a mujeres y hombres.
Texto con motivo del Dieciocho de diciembre Día Internacional del Migrante.
No creo que, la llenura o la vaciedad de mi estómago, le sea a Dios de interés para concederme o no las peticiones.
Un poema de Chari Morillo. (Selecciona Isabel Pavón)
¿Se parece mi amor en algo al de Dios, o es pura hipocresía?
Texto compartido con motivo del Día de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
Se calcula la suma de unos seiscientos millones de criaturas perjudicadas para quienes este día pasará desapercibido, sobre todo en territorios devastados por las calamidades que traen la miseria, la catástrofe y las guerras.
Este veneno alcanza tanto a hombres como a mujeres, adultos y adolescentes, sean cuales sean sus estudios, su posición social, desde los más pobres hasta los más ricos.
La amistad no tiene precio. ¿O sí?
Demos pasos lentos pero decisivos, seguros, contra el miedo.
Los niños y las niñas son muy vulnerables. Su madurez depende mucho de la educación que reciben en la infancia.
Huyen cuando ven que nos acercamos con la Biblia enjuiciadora en la mano y con unos pocos versículos en la boca.
Los golpes no siempre se pueden esquivar. Hay que tener mucha voluntad para remontar y superar situaciones difíciles de soportar.
Una historia y su moraleja.
No podemos negar que más de una vez y más de dos, con el corazón al borde del colapso, nos cruzamos de brazos y ese tiempo se nos hace eterno esperando ver como el amor de Dios viene hacia nosotros.
De tanto alzar banderines tenía las palmas de las manos llenas de ampollas, pero no le importaba. Cambiaba de opinión tan a capricho como varían los vientos.
No debe, mientras cierra los ojos y se enfunda el corazón ante el dolor, la miseria, el desprecio, la impotencia. Mientras lo ajeno le importa.
Nada ni nadie merece el sufrimiento que suscita el fuego-crítica.
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