El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El verdadero deleite del necio es hacer ostentación de sí mismo, siendo su protagonismo personal la auténtica razón que lo mueve y el nombre de Dios su utensilio para conseguirlo.
El necio ya lo es, aun antes de menospreciar el consejo. En cambio, el prudente llega a serlo porque primero ha aprendido a guardar la corrección.
La acción del envidioso es taimada y astuta, solapadamente maquinada, para acabar con aquel al que envidia.
La lisonja, que es el halago interesado, procede del hombre malvado, cuya intención termina siendo dañina para aquél hacia quien va dirigida.
No es nuevo este afán de medrar a costa del mal ajeno.
El corazón humano sin regenerar sigue siendo el mismo y nada nuevo hay bajo el sol.
Para que haya justificación tiene que haber primero condenación y para que haya condenación tiene que haber pecado.
Hoy hay gobernantes que siguen en los pasos de Herodes el Grande, habiendo llegado al poder sin legitimidad ni dignidad.
Si hay soberbia, acontecerá la deshonra. Pero los humildes y la sabiduría está hermanados.
Si hubiera que aplicarle un apropiado calificativo a la mentira sería el de destructiva, porque efectivamente su efecto es destructor.
El postulado de la física, de que no puede haber nada más rápido que la luz, tiene una excepción, que se llama oración.
Era el último asalto y también una flagrante declaración que anunciaba la derrota de ella y la victoria de él.
Contra todo pronóstico, David escogió ser fiel a sus principios, dejando que fuera Dios directamente quien se las entendiera con su enemigo.
Fue el caso de Daniel, que se convierte en destinatario y prototipo de la gracia preservadora de Dios que aguarda a otros.
Lo que hay verdaderamente en el corazón de las personas no se conoce mientras las cosas van bien; es solamente cuando las cosas van mal que se manifiesta lo que hay en el interior.
Uno de los mayores peligros que puede haber no es morder el polvo en la derrota, sino confiarse en la sucesión de victorias.
La necedad de nuestra sociedad es incurable, porque aunque hay señales evidentes del desastre que se aproxima, ni siquiera así se humilla ante Dios.
El perverso se toma todo el trabajo necesario para encontrar la mejor manera de efectuar su malévola tarea, no escatimando tiempo ni dedicación.
La verdad es una de esas nociones fundamentales de las que no se puede prescindir, por un lado, pero, por otro, con las que es muy difícil convivir.
Si la justicia emana del pueblo, será variable como el pueblo lo es; y si el pueblo cambia, la justicia también cambiará.
El temor de Dios es terapéutico, porque su efecto es sanador interiormente, con repercusiones que trascienden los límites de esta vida.
El oído es el órgano de la obediencia, si está abierto, o de la desobediencia, si se cierra, lo cual nos lleva a un terreno en el que está implicada la voluntad de la persona.
El bien podría sufrir y hasta estar a punto de ser aniquilado a manos del mal, pero, a la postre, jamás resultaría vencido.
La humillación es producto de la soberbia, su resultado natural, siendo una la causa y la otra el efecto.
Ya sea a través del amigo, que conscientemente nos aguza, o sea a través del prójimo, que inconscientemente lo hace, necesitamos dar con la horma de nuestro zapato.
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