El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Si exceptuamos a Don Quijote, es difícil encontrar en la historia de la literatura universal un protagonista y un asunto que hayan dado ocasión a una tradición más difundida como la de Don Juan Tenorio.
El Dios universal, el Dios que nos cuida como un Padre tierno, no es un ser débil, antes al contrario, es poderoso, es todopoderoso.
Mientras haya espíritus que se debaten entre la esperanza y la desesperación, el libro de Job tendrá un mensaje único, insustituible.
La fe en un Dios universal, celestial, arrinconado en su trono de nubes, no es la fe que mueve montañas ni tampoco puede mover a los cristianos.
Tras leer detalladamente el libro que estoy comentando, es mi opinión que a su autor le importa hasta límites máximos que los cristianos entiendan en totalidad y profundidad el mensaje de la Biblia.
Ser predicador del Evangelio en un mundo tan materializado como el que estamos viviendo, supone una aventura espiritual.
En el libro, Timothy Archer entra con mirada escrutadora en la interioridad de la Iglesia para afirmar, que en estos inicios del siglo XXI, los cristianos debemos reflexionar y preguntar hacia dónde vamos.
El Credo Apostólico nos introduce a un tema que en nuestros días es de capital importancia: la doctrina de la Iglesia del Nuevo Testamento.
“Las misericordias, sobrina, son las que en este instante ha usado Dios conmigo, a quien, como dije, no las impiden mis pecados.".
La presencia de Dios tiene un significado vital y dinámico que anula la angustia.
Cuando menos lo pensaba enfermó de muerte Don Quijote.
La persona que padece angustia vital se siente doblegada por el peso de la vida.
Quiso Cervantes elegir Barcelona para que la ciudad a la que elogió fuera testigo de las tristes, las dolientes, las desmayadas palabras del vencido caballero.
El enfermo de ansiedad suele refugiarse en los tratamientos médicos. En las pastillas que suministra la farmacia. Pero pocas veces acude con sus problemas a Dios.
El amor es una deidad a la vez alagüeña y terrible. Don Quijote acomoda la sentencia del niño a sus propios suspiros amorosos y dice a Sancho: “¿No ves tú que aplicando aquella palabra a mi intención quiere significar que no tengo de ver más a mi Dulcinea?”
Considerada como el azote del siglo XXI, se le ha llamado también “la enfermedad del siglo”; pero la depresión no es nueva.
Las cosas que ocurrieron a Don Quijote en Barcelona merecen ser leídas y contadas.
Constituimos ya una sociedad de solitarios. No somos personas unidas a otras personas. Somos individuos a los que les ocurren cosas.
Una reseña de la edición de 2016 de la Revista Sembradoras.
Hace años, muchos años, descubrí el secreto de la felicidad. No una felicidad duradera, igual de un momento a otro, no, pero sí una felicidad segura, no dependiente de los azares de la vida.
Lorca no está seguro si la muerte nos hunde en la sombra del abismo o hay valles de luz al otro lado de la tumba.
Continuamos analizando la vida y la obra de García Lorca al cumplirse 80 años de su muerte, asesinado en Granada.
Enrolar a Dios en la guerra de Irak fue una mascarada religiosa. Un abuso contra la divinidad. Un atropello atómico a la Biblia.
El tiempo es uno de los grandes temas en la obra de Federico García Lorca.
Aún cuando no hay ardor de discípulo en su acercamiento a Jesús, sabe que no basta con cerrar los ojos para suprimir el sol
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