El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Don Quijote y Sancho llegaron a las playas de Barcelona “la víspera de San Juan, en la noche”. Originarios de las tierras secas de La Mancha, ni caballero ni escudero habían visto jamás el mar.
Muchos pueblos indoeuropeos tienen una figura divina que más o menos corresponde a Zeus, como Dyaus en India, Júpiter en Italia o Tiwar entre los germánicos.
Don Quijote, para ridiculizar a Avellaneda, no entraría a Zaragoza. Lo dice a sus anfitriones: “Por el mismo caso no pondré los pies en Zaragoza, y así sacaré a la plaza del mundo la mentira de este historiador moderno, y echarán de ver las gentes cómo no soy el Don Quijote que él dice”.
Dijo Cervantes que si los celos son señales de amor, es como la calentura en el hombre enfermo, que el tenerla es señal de tener vida, pero vida enferma y mal dispuesta.
A principios del siglo XVII, cuando la novela irrumpe en el panorama literario español, el reino de Aragón tenía unos 300.000 habitantes, de los que 25.000 vivían en la capital, Zaragoza. Barcelona contaba con 35.000 almas.
El amor. Siempre el amor, incluso en vidas turbulentas y en horas de angustia, como la que tocó vivir a Electra.
Me propongo publicar algunos artículos tomando como guía sólo la segunda parte de la novela, cuando el inmortal caballero Don Quijote cruza tierras de Castilla y Aragón camino de Barcelona acompañado por su fiel escudero Sancho.
En Atenea se da el bien y el mal; la nobleza y la venganza; la protección y la destrucción; la misericordia y el crimen.
Jesús llama al rey Herodes “zorra”. La zorra es símbolo de astucia. El ideal no se deja engañar por nadie. Jesús indica que su vida tiene un plan definido y no está dispuesto a detenerse.
Todos los grandes maestros de la literatura universal han escrito millones de palabras para ilustrarnos sobre la estrecha relación que existe entre el amor y la muerte.
Moisés estaba sostenido por su ideal en lo que parecía imposible. La epístola a los Hebreos resume su epopeya en estas palabras: “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27). ¿Cómo puede verse lo invisible?
Una máxima árabe dice: “demuestra a tu padre cuánto lo amas, no esperes a que muera”. Así fue el amor de Eneas hacia el padre que lo engendró.
El idealista ha de ser fiel a su ideal hasta las últimas consecuencias del tiempo. Éste es, también, el consejo de la Escritura: “Se fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).
Confundir amor con sexo es una de las grandes tragedias que está padeciendo este siglo XXI.
El ideal rompe las barreras del miedo y de la duda y se mantiene firme a pesar de las dificultades que se le opongan. Así lo concibe Don Quijote.
Oscura en su misteriosa grandeza, la figura de Prometeo ha sido admirada a través de los siglos y ha inspirado a músicos, dramaturgos y poetas tales como Dante, Milton, Byron, Goethe y otros muchos.
El ideal, para que tenga fuerza de Dios, para que sea agente transformador de corazones y regenerador de conciencias, ha de contar con la estrella, con la gloria.
Penélope ha quedado en la historia y en el arte como heroína de una sociedad ideal, representante femenina de la astucia, la lealtad y la tenacidad.
La transformación interior es condición indispensable para que el ideal arraigue. Dios se transforma en niño para dar ejemplo de humildad al hombre. Y le dice que si él, a su vez, rehuye volverse niño, no entrará en el reino de los cielos.
¿Puede amarse a más de una mujer? ¿Puede partirse el corazón en tantos pedacitos? Deseo no es amor. Sexo no es amor. Aventura de cama no es amor.
Dale Wasserman creó el musical "El hombre de la Mancha" para pagar tributo a Cervantes.
Desde aquellos lejanos tiempos mitológicos hasta el día de hoy, generaciones de lectores han quedado magnetizados con la historia de un hombre que por amor estuvo dispuesto a descender a los infiernos.
El mito de Isis y Osiris es el más elaborado e influyente en la mitología del Antiguo Egipto. Cuenta una historia de asesinato, amor, abnegación femenina y reconstrucción de la carne.
Es el libro que en el “siglo 17 fue saludado con una carcajada, en el 18 con una sonrisa y en el 19 con una lágrima”.
El poeta y filósofo alemán Goethe decía que en el pecho del idealista conviven dos personas. Una que quiere aferrarse tenazmente al mundo de la realidad y de la materia. Otra que se eleva poderosamente desde el polvo para remontarse a las regiones de los sentimientos más excelsos.
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