El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Deseo que las distintas confesiones evangélicas que proclaman a Cristo en España puedan hallar el camino de la unidad.
El tema de la novela, creer o no creer, creer creyendo que sólo se cree por la obligación profesional de creer, acerca al lector al planteamiento último del tema unamuniano: la fe en Dios en esta vida y la fe en otra vida después de la muerte.
Ni Azaña era ateo ni defendía la causa del ateísmo. Pero creía que había llegado el momento de acabar con la dependencia del Vaticano.
A la tercera generación de líderes evangélicos se la conoce como la Generación de los 50. Hombres y mujeres que hacia 1950 tenían entre 20 y 30 años.
Cuando Azaña emprendió la reforma de todas las estructuras estatales, abordando como cuestión capital la separación total de la Iglesia y el Estado, estaba firmando su sentencia de muerte política.
Los evangélicos jamás han aspirado a integrarse en la Sede Apostólica, porque la doctrina de los apóstoles está ausente casi en su totalidad de la creencia y la filosofía de la religión católica.
Concluiremos que la permanencia de Sartre en el ateísmo ideológico no fue, precisamente, por falta de oportunidades para conocer al Dios de la Biblia ni por carencia de testimonios personales.
¿Qué ocurrió para que una España dominada por la jerarquía católica, reconocida y apoyada por un Estado cuyo jefe se declaraba católico “por la gracia de Dios”, permitiera una transición religiosa de tal envergadura?
O sea, que Dios se nos hace patente en la religación, ¿no? Pues es todo cuanto queremos. Vivir para siempre aquí, ahora y hasta la hora de nuestra muerte, amén. Para siempre, ligados y religados a Dios. Y que nada ni nadie pueda desligarnos ni desreligarnos.
“Le manifiesto el interés de TVE de poder contar a partir de enero 1985 con un programa de contenido religioso que, con el título de Tiempo de Creer, se ocupe con carácter quincenal y una duración de 15 minutos por emisión", decía la carta de Enrique Nicanor a Juan Gili.
Lo espiritual está presente en todas sus obras. Y no es una presencia circunstancial, sino intencionada, meditada, creada aposta. Dios no es en él un recurso teatral, como en otros autores; es una realidad viviente.
El 28 de abril de 1992, Tomás de la Quadra, quien había sustituido a Enrique Múgica al frente de Justicia, convocó en su despacho a los miembros de la comisión negociadora de la FEREDE y se procedió a la firma definitiva del texto de los Acuerdos.
El escritor ruso vivió amando la verdad y murió con ella en los labios. Esto ya es mucho para un hombre. Lo demás corresponde al juez justo.
Los Acuerdos de Cooperación firmados en 1992 supusieron un gran avance en la historia de la libertad religiosa en España.
El 11 de noviembre de 1986 y ante el Notario de Madrid José Antonio Torrente Secorún quedó registrada la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España.
Camus desentierra el eterno tema del sufrimiento de los sin culpa. Es la punta más aguda del problema del mal. Pero el escritor sabe también que sólo el Cristianismo de Cristo ha dado una respuesta a la pregunta de por qué sufren los inocentes.
Además de ser un derecho imprescindible del hombre, la libertad de conciencia fue también una diaria conquista.
Tagore sufre la aparente ausencia de Dios, quien parece jugar caprichosamente al escondite con el hombre que le busca y le llama. Pero Dios no desaparece.
Algunos dirigentes evangélicos temían que los Acuerdos fueran discutidos interminablemente y rechazados en parte o en su totalidad por la oposición de algunos diputados. Ocurrió exactamente lo contrario.
Hay que matar la duda. Estrangular las vacilaciones y las incertidumbres que impiden una fe genuina, total, que nos hace desconfiar cien veces y confiar una sola.
En una situación de ahogo a causa de la intolerancia y de algunos casos de persecución religiosa, en 1956, un grupo de dirigentes evangélicos hizo llegar al general Franco una carta reclamando soluciones.
Lo conseguido fue mucho, si tenemos en cuenta la intolerancia religiosa predominante y los escasos medios humanos y económicos disponibles.
Dios, la religión, el amor, la muerte, el alma, la eternidad, son asuntos constantemente tratados en sus temblorosas rimas y en las narraciones en prosa.
Nacieron a la nueva vida en Cristo y encendieron la luz del Evangelio donde antes difundieron tinieblas de error.
La poesía de San Juan de la Cruz está considerada como la más brillante que produjo el Siglo de Oro español.
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