El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La razón filosófica puede conducirnos a la necesidad del Creador pero sólo la experiencia íntima de la fe es capaz de revelarnos la belleza y la bondad del Dios personal que se manifiesta en Jesucristo.
No acariciemos ni fomentemos jamás los deseos de venganza, sino seamos pacientes y dejemos lugar a la justicia de Dios.
Al acomodar las creencias y decisiones morales a las preferencias personales, se desvirtúa casi siempre el mensaje de Jesucristo.
A los creyentes se nos suele acusar de querer ver a Dios en todas las cosas, pero ¿qué puede decirse de la obsesión de algunos investigadores y divulgadores que se acercan a la naturaleza buscando razones para acabar con la existencia de Dios?
Las exigencias de las bienaventuranzas sólo parecen imposibles a quienes no han comprobado el atractivo del reino de Dios, ni han nacido de nuevo.
La trascendencia de la vida humana que nos otorgó el Señor Jesús, muriendo y resucitando al tercer día. Esa es nuestra esperanza cristiana.
No es posible afirmar que exista un mensaje unánime de las parábolas, sino que en cada relato habrá que constatarlo y descubrirlo de manera independiente.
La persecución nos revela dos cosas: lo que somos ya aquí en la tierra y lo que nos espera en el más allá.
¿Quién le ha dado clases de diseño y arquitectura a este pequeño pájaro de apenas once centímetros?
La tentación a desquitarnos de los ataques injustos que sufrimos es una tendencia propia del ser humano natural, pero no debe ser practicada por el verdadero discípulo de Cristo.
La cosmovisión naturalista, con su defensa del uniformismo absoluto, es solamente una creencia que no se desprende de la realidad.
El evangelio crea tarde o temprano división acentuada entre los cristianos y aquellos que no lo son.
La naturaleza es como una inmensa enciclopedia de diseños minúsculos que a veces pasan desapercibidos.
Donde se hacen realidad las palabras de Jesús es precisamente en los aprietos que los perseguidores deparan a los creyentes.
¿Es que, acaso, la naturaleza piensa? Yo creo que, más bien, alguien diseñó inteligentemente toda la naturaleza.
Si solamente tratamos de imitarle, quizás el mundo nos alabe, pero si en verdad llegamos a ser semejantes al Señor, el odio lo tenemos asegurado.
Con sólo posarse sobre los pétalos de una flor saben si ésta es tóxica o, por el contrario, puede servirles de alimento.
En pleno siglo XXI hay más persecución de cristianos, si se tiene en cuenta el número de víctimas, que la que ha habido desde los primeros siglos del cristianismo hasta el presente.
Algunos científicos dicen que nunca hubo un Dios, se salen de lo estrictamente científico y malinterpretan tanto a Dios como a lo que significa “crear”.
Hemos de pedirle al Señor sabiduría para poder distinguir adecuadamente y no confundir nuestros principios políticos con nuestros principios espirituales.
Para los judíos contemporáneos de Jesús, los abismos del mar representaban muchas cosas negativas, en especial, el paganismo de los pueblos gentiles que les rodeaban.
Hemos de tener cuidado en no provocarnos a nosotros mismos sufrimientos innecesarios que no son el resultado de vivir justamente.
Un cúmulo de indicios que apuntan hacia la existencia de un Dios personal creador y estructurador del mundo.
En la última bienaventuranza no se pretende exaltar la propia persecución, sino la fidelidad a Jesús.
¡Hemos de aprender a desarrollar más recursos espirituales para vivir en un mundo repleto de tiburones escépticos y malvados!
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