El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Darwin manifestó sus prejuicios sin ningún tipo de escrúpulos. Compara los indígenas primitivos con los hombres civilizados y llega a la conclusión de que los primeros no son seres del todo humanos.
Este fruto aparece en Levítico en relación a la fiesta de los Tabernáculos, y se refiere en realidad al árbol de la cidra o toronja.
Existen números irracionales que le dejan a uno perplejo ya que también parecen haber sido empleados por Dios en el diseño del mundo.
Además de ser usados para el sacrificio (Ex. 29:1-37; 1 Cr. 29:21), los novillos o becerros formaban parte de la dieta del pueblo, sobre todo en las fiestas importantes.
Hasta ahora, los argumentos darwinistas imperaban sobre los lamarkistas. Sin embargo, la epigenética vuelve a darle parcialmente la razón al señor Lamark.
Una de las curiosidades biológicas que presenta esta rata-topo de Tierra Santa es su extraordinaria resistencia al cáncer.
Las ideas lamarckistas acerca de la influencia del ambiente sobre las especies vuelven a estar de moda, gracias a los últimos descubrimientos de la epigenética.
El lugar donde el Señor se apareció a Abraham, no eran probablemente encinas o robles sino terebintos.
El propio abuelo de Darwin ya tenía también ideas transformistas. Escribió un libro sobre ciertos problemas relacionados con la evolución, declarándose partidario de la herencia de los caracteres adquiridos.
Hay dos términos en la Biblia que se traducen por “tela de araña”, uno aparce en Isaías y otro en Job.
La creencia en que los organismos originalmente creados pudieran cambiar de manera natural a través del tiempo no fue desarrollada por el cristianismo medieval.
Una de las cubiertas de la techumbre del Tabernáculo del pueblo de Dios en el desierto de Sinaí podría haber sido confeccionada con pieles de tejón, dugón, o delfín.
No cabe duda de que la teoría darwinista del siglo XIX hunde sus raíces en este antiguo suelo naturalista del mundo clásico.
La Biblia afirma que Abraham plantó un árbol de tamarisco en Beerseba e invocó allí a Dios, y que los huesos de Saúl fueron sepultados bajo un tamarisco en Jabes.
He querido manifestar en esta obra mi punto de vista favorable a la descendencia de una sola pareja.
En la cuarta plaga de los tábanos, Dios pone su misericordiosa mano sobre los hebreos para que queden protegidos y aprendan quién es Jehová en medio de la tierra (Ex. 8:22).
Los datos que se poseen no solo reflejan una profunda laguna sistemática en el registro fósil entre ambos seres (simios y humanos) sino también un lapso de tiempo demasiado extenso.
Sólo se le menciona un par de veces en el Antiguo Testamento (Lv. 11:17 y Dt. 14:17), en las listas de los animales impuros que se dedican a pescar peces.
La principal sugerencia de William L. Craig en este libro es que la ciencia convencional de la paleoantropología se puede reconciliar con el Adán y la Eva tradicionales.
El sicómoro tiene una antigüedad de dos milenios y se le relaciona con el árbol al que se subió Zaqueo para observar mejor a Jesús.
En la última década, se han organizado debates entre expertos sobre este tema y, en vez de alcanzar un consenso, las opiniones de los creyentes se polarizaron todavía más.
El libro de Génesis presenta a la serpiente como instrumento animal de la tentación en el huerto del Edén, motivo por el cual fue maldita entre el resto de los animales creados.
Hay algo sospechoso en la conciencia del ser humano que permite pensar en que se trata de “alguna cosa más que física y química del cerebro”.
En la Biblia aparece la palabra semilla en más de treinta ocasiones, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
El maltrato de los ecosistemas naturales y de los seres vivos que forman parte de ellos es el origen de los virus que pueden matarnos.
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