El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Con nuestro Casiodoro, preguntamos: ¿de quién tiene el papado lo que tiene y de lo que se gloría?
Con la llamada donación de Constantino inscribieron en el registro de la propiedad romana a todo el imperio occidental como suyo, incluyendo tierras y gentes, y luego lo que viniera.
El papado nace en sentido histórico, en la mitad del siglo VIII, por la mediación interesada de reyes francos, con la afirmación específica frente a la iglesia católica oriental, y basado en la documentación falsificada, conocida como donación de Constantino.
No sabía muy bien si poner púlpito protestante, hugonote, o calvinista, realmente sería lo mismo en esa situación. Y esa situación es la Revolución Francesa.
El poder de la Palabra de Dios está con nosotros. A casi nadie interesa. Nuestro rato de conversación será valioso.
Estos cultos han recibido una gran influencia de las liturgias de los monasterios, o de los aislados, que eran considerados como los modelos más espirituales.
Todo esto no son más que expresiones supersticiosas del intento de dominar el tiempo, el calendario, con sus puntos sagrados de inicio o conclusión.
El papado ciertamente no fabrica el ídolo de las persecuciones y sus mártires, pero levanta su santuario sobre él.
El monacato, con su vertiente individual o colectiva, desde su mismo nacimiento, es un modelo religioso donde la doctrina fundamental es la visión del hombre con capacidad para cooperar en su salvación.
En su idea de tierra sagrada, imponían el supuesto de que la podían pisar y gobernar sólo “santos” apropiados. Por supuesto, los moros en Hispania no lo eran, así que tenían que ser expulsados. Ni siquiera convertidos; expulsados. El evangelio de la espada “evangeliza” así.
Todo el siglo X y lo que corría del XI, es un testimonio, bien documentado en cualquier libro de historia, de la miserable corrupción de la iglesia papal.
Los valores que ahora llaman judeocristianos, eran los que correspondían al derecho romano, la ley de la Roma imperial, y las leyes del Templo judío, que luego se unirán en el papado.
Me interesa algo del difunto papa, sobre todo por la aceptación de algunas de sus tesis principales por parte del mundo evangélico.
Al despreciar a Calvino, se va la cosa al otro lado, y Servet se presenta casi como un adalid de la tolerancia.
Como nosotros podemos ver, y es muy útil hacerlo, las situaciones en las que se tenía que vivir la fe no eran fáciles.
El principio para sacar provecho a nuestros encuentros es, cada uno como mejor pueda, atenernos a la verdad honestamente.
La mirada que les propongo no va tanto de cifras y aspectos particulares, tremendos, sino de ver la ideología, la motivación, el modelo mental del alzamiento, que dura hasta nuestros días.
El libro deberá ser centro de reflexión, no sólo para conocer nuestro pasado reciente, sino esencial para ver el presente y movernos en el futuro. Un nuevo libro de José Luis Villacañas Berlanga, La revolución pasiva de Franco.
Un trabajo doblemente necesario y lleno de dificultad, porque supone pensar en una historia que se nos ha dado en formato esencialista.
Jean Paul Rabaut de Saint-Étienne, pastor fiel, miembro de la Asamblea Constituyente, promotor y defensor de la libertad de prensa, fue guillotinado por los terroristas de la Revolución.
Acaba de salir el segundo volumen de este trabajo del profesor José Luis Villacañas.
Un pabellón llevará su nombre. Hernández murió quemado por la inquisición en Sevilla, en auto de fe del 22 de diciembre de 1560 por introducir clandestinamente en España libros que fueron prohibidos por el papado.
Cazalla, Seso, los Vivero, las cistercienses de Belén… representan la urgencia de darse un respiro contra la mordaza del pensamiento único.
Ahora que recobramos su memoria por este monumento, que tengamos adecuada memoria de su figura y circunstancia.
José Luis Villacañas presenta una peculiar historia de la idea de España, muy útil para hacernos una idea de nuestro presente.
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