El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El gran momento de la Reforma puso en el centro a Dios en su condición de Señor del tiempo y las circunstancias. Ni Lutero, ni nadie en esos momentos, previó o actuó para producir lo que luego vino.
Siempre con excepciones de personas, grupos, o incluso el momento de la Segunda República, el Estado no puede, ni quiere, salirse de la tutela de Roma.
La iglesia, jerárquica y sacramental es medio necesario. Esto derribó la Reforma. Por eso trajo la libertad, y la fiesta de confiar sólo en Dios.
Los jesuitas por una razón, los evangélicos por otra, al final, pretendieron subordinar el poder político a la acción eclesiástica. Y lo que es peor, a la intolerancia absoluta contra otras formas eclesiales.
Quedó en el olvido la gran diferenciación de la Reforma frente al papado respecto al bien moral de la obediencia, inclusive, a la ley natural.
El enemigo a batir ha tomado la forma de la autoridad civil. El modelo monacal requiere que esté sujeta a su salvación, que pase por su mediación.
Siempre libra Dios a su pueblo. En medio de esa inmundicia tiene Dios a sus redimidos, su Iglesia santa.
En ese estado del suelo francés está el reino de Navarra, que algo nos toca. El modelo de reforma hugonota se expresa en ese estado, con sus leyes, dificultades, convivencias, enemigos.
Tengo plena esperanza de que esa Reforma antes de la Reforma fructificará de nuevo aquí en nuestro suelo.
Todo lo que el autor lleva escrito y reflexionado, queda afirmado en este libro al servicio de un profundo compromiso con el bien público de España.
La perspectiva de un gobierno fruto de la colaboración de fuerzas políticas diversas, a mi modo de ver, mala pinta no tiene.
¿Cuándo España se incorporará a la modernidad?
Nos han vertido chapapotes en las esferas donde debería haber equidad y justicia. Se está aceptando la política del vacío y la mentira.
No parece que todos asuman que la voz del Parlamento sea la voz de la nación.
Dice Rivera en su ensayo: "A diferencia del Cristo de los humanistas cristianos, el del reformador nunca corre el peligro de rebajarse a niveles humanos".
Las respuestas de Calvino vienen proyectadas por la continua apelación al misterio de la encarnación, piedra de tropiezo del judío.
Les pongo algunas anotaciones sobre un breve ensayo de Antonio Rivera García.
Dios pone su presencia y lo usa como medio de su revelación, en un pueblo sin ningún valor.
Nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.
Dios en Cristo ha otorgado a su pueblo ¡todo lo necesario! para que esté en comunión con él en santidad y justicia.
Colocar la obra de redención, el perdón de pecados, en una suma de sufrimientos, ha supuesto en la historia una suma de desviaciones y doctrinas de demonios.
El gran triunfo y consuelo para los redimidos es saber que el Dios de la Ley y del Evangelio, sí conoce su palabra, y la cumple, como él ha ordenado, y la cumple en nosotros.
En la muerte y resurrección del Mesías, el Señor, nuestro Dios, nos santifica. El que es tres veces santo, hace que su pueblo sea santo, sin mancha, ni arruga, o cosa de qué avergonzarse.
Como la gracia papal se vendía en Roma, allí debían poner pie y manos los curiales. El entramado perverso de compra y ventas es asombroso. Se vendían bulas y dispensas ya impresas, a tanto el ejemplar.
La memoria tiene leyes, no de un gobierno, que requieren datos para que se pueda pensar el pasado.
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