El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Todo programa de acciones sociales que pretenda imponer a una población no cristiana un orden político basado en el cristianismo, está llamado al fracaso.
Desde un punto de vista bíblico la justicia de un país se mide por la protección que ofrece a los débiles.
El individualismo de los últimos 170 años ha contribuido a que se origine la extraña idea de un cristianismo de carácter puramente privado y sin trascendencia social.
Los cristianos tenemos que ayudar a volver a llenar de sentido bíblico el “cuidado de la Creación” y debemos trabajar con insistencia en esta concienciación.
Los cristianos no deben retirarse voluntariamente de estas esferas que Dios les ha confiado, y no deben avergonzarse de trabajar por la fundación de escuelas cristianas y en apoyar a maestros y profesores cristianos que trabajan en colegios públicos.
Es un error pensar que las personas tienen que ser transformadas éticamente por medio de la conversión a Cristo y la instrucción del evangelio para luego dejar la dirección política de sus países en manos de personas sin escrúpulos, egoístas, ladronas, perversas, malvadas o mentirosas.
Tenemos que reconocer que una fe que solo se mantiene en el aislamiento social, es una fe débil y nada atractiva.
El nombre de Jesús y el poder de su sangre son suficientemente poderosos para romper e inutilizar cualquier ataque o influencia de Satanás.
Es completamente inadecuado decir que Jesús hacía exorcismos, pues no encontramos en su práctica de liberación ni conjuros, ni objetos, ni gestos ni ritos. Solo el poder de su persona.
La lucha del hombre contra las “huestes espirituales de maldad” no acaba nunca mientras estemos en este mundo.
El diablo siempre está procurando sembrar discordias entre Dios y el hombre, y entre los hombres entre sí.
Desde la caída del ángel Satanás, lo demoníaco constituye por antonomasia la amenaza que acecha al hombre.
A modo de epílogo, añado a los capítulos precedentes esta breve demonología bíblica, en varios capítulos también, porque creo necesaria algunas explicaciones que puedan responder a las objeciones actuales acerca de la existencia de los demonios.
Jesús tiene para cada uno de nosotros tareas concretas y lugares bien definidos para nuestros ministerios.
La evidencia de una conversión es el cambio de vida que experimenta la persona. Donde no hay este cambio de vida conforme a los principios del evangelio, no ha habido conversión.
El señorío de Cristo sobre nuestra vida interfiere con nuestros intereses, ya sean económicos, sociales o de cualquier otra índole.
¿Por qué soy cristiano? Porque Dios ha obrado en la Historia y porque Él me ha convencido de la verdad del Evangelio por el testimonio de su Espíritu en mí.
En ocasiones, creer pueda dar miedo, y esto porque, con frecuencia, creemos más en nosotros que en Dios.
Lo queramos o no, todos somos pastores que vamos por la noche de este mundo comunicando a otros lo que Dios nos ha permitido gustar.
Perder el alma por vivir ajeno al amor de Dios, a la gracia de Cristo y al don del Espíritu Santo es una pérdida insustituible e irreparable.
La incredulidad no constituye oferta de vida para nadie. Combatir todo este ideario es el gigantesco trabajo que aguarda a los discípulos de Jesús.
Toda obediencia implica el reconocimiento de la voluntad del Señor.
Con toda seguridad podemos dar por sentado que nuestra fidelidad tiene que ver con la oración de intercesión de Jesús.
Jesús aparece en esta tierra lleno de gracia. Su gran amor redentor se observa en el hecho de que es él quien toma la iniciativa para liberar al hombre y darle seguidamente vida eterna.
El nombre de Dios es una promesa de ayuda y asistencia en todo momento.
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