El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La fidelidad de Dios nos abraza de tal manera que aprendemos a vivir en la verdad. ¡Y a vivir de verdad! No necesitamos engañar a nadie ni mucho menos a nosotros mismos.
El Señor Jesús es el autor y consumador de nuestra fe. Eso significa que está con nosotros no sólo en el momento en el que le recibimos en nuestra vida, sino también en el día a día.
Una breve reflexión sobre el sentido del trabajo para esos días en que todo se hace cuesta arriba.
El “yelmo” de la salvación que protege nuestra cabeza, el que nos libra de las dudas de los ataques infundados de quienes quieren hacernos creer que Dios no existe.
Somos atacados en muchas ocasiones, no sólo por las circunstancias o por las personas que no nos quieren, sino también desde dentro de nosotros mismos, cuando no sabemos qué hacer.
Debemos ser luz en el lugar en el que estamos, viviendo de una manera diferente, radiante, radical, porque así brilla la luz.
Sólo podemos tener un corazón limpio, cuando perdonamos de la misma manera que Dios nos perdona a nosotros.
Nunca sabemos cúando vamos a ganar o vamos a perder. Por eso, no hay nada mejor que construir sobre la roca firme.
Nuestro desafío hoy es abandonar muchas cosas que nos atan y ocuparnos de lo que merece la pena.
Nunca está de más meditar en esta paráfrasis de uno de los capítulos más conocidos de la Biblia, 1 Corintios 13.
Quizás no crees en Dios ni en nada de lo que la Biblia dice, pero si algo de todo eso es cierto, mejor dejar a un lado todo lo demás, por un momento, y resolver la situación espiritual.
Lo que nos define como personas no son nuestras caídas, sino la manera de levantarnos.
No aprendemos que quien habla mal de otros, tarde o temprano lo hará de nosotros también.
Dios nos anima a meditar, para abandonar el orgullo cuando estamos prosperando.
La iglesia son las personas. Nada más y nada menos. Todo lo demás es accesorio, y en muchas ocasiones, incluso sobra.
No importa si crees que ya no tienes fuerzas para seguir adelante, Él te tomará en sus brazos y te llevará siempre.
Miguel Ángel quería hacerlo todo de la manera más sublime posible, sabía que la gloria de Dios lo merecía.
El Creador nos muestra algo asombroso, eso alcanza no solo a la apariencia, sino también al interior de todo lo creado. Dios crea la belleza, simplemente porque se desprende de su carácter.
Ese hombre rico que acudió a Jesús creía que podía comprar la vida eterna.
Nuestro desafío es vivir como nuestro Padre Celestial, que no tiene en sí mismo ni un solo grano de egoísmo. Su felicidad vive de su gracia, porque se alegra en darnos todo lo que tiene y cuidarnos en todo momento.
Solo Dios puede llenar nuestro corazón, y es quién conoce nuestra hambre, nuestro deseo de eternidad, nuestra necesidad de significado y cariño.
Dios nos va guiando, ¡por el prestigio que tiene como Pastor! ¡Porque Él es el Buen Pastor y “compromete” su papel como tal!
El dolor inmerecido de Jesús fue el que transformó la historia ¡Su muerte nos dio vida a nosotros! Aún así, nos resulta difícil de comprender, porque ninguno de nosotros quiere ponerse en el papel del redentor.
La sonrisa de Dios brilla en todo el universo con la belleza de la vida que nos regala y esa misma gracia se descubre en todas las cosas que Él ha creado.
Lo importante no son las cosas que tenemos, sino saber que Dios está con nosotros.
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