El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Para y piensa. Reflexiona sobre lo que es importante en tu vida.
En la cruz, Jesús quiso llevar voluntariamente el dolor de la humanidad.
En la cruz sus manos fueron traspasadas. Esa es la muestra de su amor inquebrantable.
En las horas previas a su muerte, muchas personas mostraron cuál era el valor que tenía Jesús para ellas.
Deberíamos vivir con un corazón enamorado de la Vida, con mayúsculas, que es el Señor Jesús.
No nos dejemos llevar, como Judas, que traicionó al mejor amigo que tenía.
Da gracias a Dios porque tienes la oportunidad de vivir un día más.
La clave de la historia es el señor Jesús. Es a él a quien seguimos.
Cuando somos niños, todos soñamos con ser héroes o heroínas. Dios siempre cumple ese sueño: seas quien seas, estés donde estés y sean cuales sean tus circunstancias.
Sus ejercicios eran admirados por todos, no solo por su habilidad, sino sobre todo porque su pierna izquierda era de madera: le había sido amputada por un tren.
A ninguno de nosotros nos gustaría estar en esas tres categorías, pero déjame decirte que caemos en ellas a menudo.
Es Jesús quien busca a Pedro para restaurarle. Así hace también con nosotros.
Muchas veces no necesitan ser gritadas o publicadas en los medios de comunicación para transformar o revolucionar la vida de muchas personas.
Muchas veces nuestra bondad o nuestra maldad se refleja en la manera de mirar.
El fariseo se cree mejor que los demás, al no comprender el verdadero significado de la gracia de Dios.
El honor no se puede fingir, y tampoco se puede esconder. O se tiene o no se tiene.
Los discípulos vieron a Jesús lavándoles los pies. Entonces, aprendieron que en el reino de Dios, el mayor es quien sirve.
Los dedos de Dios y del hombre se tocan cuando cada persona reconoce que su capacidad para crear es un regalo de su propio Creador.
Jesús no nos llamó a una vida de éxito, sino a una vida de servicio.
Dedicar tiempo a los que queremos es una de las mejores decisiones de nuestra vida.
Lo que la Biblia dice es más importante que lo que ciertas personas tengan que decir, sin importar su éxito o supuesta relevancia.
La codicia destruye nuestro interior porque nos hace sentir infelices si no alcanzamos lo que no tenemos.
Las personas tenemos trascendencia, el dinero no. Si no lo tenemos en cuenta, caemos en la idolatría.
Jaime Fernández recoge en este libro las razones más habituales por las que las personas abandonan la iglesia y nos invita a reflexionar y actuar.
Ser espiritual es vivir empapados hasta la médula en el dolor ajeno, llevando en nosotros el sabor y el olor de los despreciados y de los que sufren.
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