El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Dios nos dejó infinitas maneras de divertirnos y sentirnos aceptados sin tener que caer en la destrucción.
Mucho se ha escrito sobre el poder de las palabras, no sólo de lo que decimos sino también sobre cómo lo decimos.
La propia sociedad se irá fragmentando en discusiones y luchas sobre razones y culpas, y si nosotros no somos integradores, derrochando gracia a todos, no tendremos futuro.
Sea cual sea la situación que atravesamos, Dios no nos abandona.
Hemos perdido de vista que Dios no ama el sistema, sino a cada persona en particular.
El desafío es que podamos tomar la iniciativa para ser personas en las que se pueda confiar.
Tenemos que confesar nuestra culpabilidad de no saber agradecer a quienes arriesgan su vida por nosotros.
¿Nos hemos parado a meditar y orar sobre dónde estábamos y hacia dónde íbamos?
De Bernabé aprendemos que vale la pena dar oportunidades y acompañar a otros en su camino de crecimiento.
La esperanza que Dios nos da es definitiva, fiel, confiable, total, indudable e invencible.
Si no leemos la Biblia, quedamos desprotegidos ante cualquier idea que pueda parecer buena sin serlo.
El odiado virus nos está haciendo pensar en lo realmente importante que nosotros pensábamos que era accesorio.
Dios nos ama tal como somos.
Hemos caído en la trampa de creer que lo que merece la pena son los objetivos, los números, las actividades...
Las bendiciones dan vida, las maldiciones la quitan.
¿Qué pasaría si todos nos diéramos cuenta de que lo más importante en la vida es ser nosotros mismos, y no tanto llegar a ser el número uno en algo?
La Biblia nos enseña que el mismo pueblo de Dios dejó de creer en Él.
Echamos la culpa a la “sociedad” de muchas cosas, sin pararnos a pensar ni un solo momento en que somos nosotros los que vivimos en ella.
Tomás sabía que Jesús era Dios, y así se lo dijo delante de todos ¡Lo sabía, pero las dudas estaban a punto de hacerle caer!
La fe de Felipe es un ejemplo de su disposición para la extensión de la obra de Cristo y su evangelio.
El maligno busca hacer que todo sean altibajos sin sentido y que dudemos de nosotros mismos.
Lo que es importante en la vida es aquello que nos abre las puertas de la eternidad.
Ana llevaba 60 años predicando que el Mesías iba a venir. Los héroes y las heróinas de Dios son capaces de proclamar el mensaje del Señor, y no les importan las circunstancias ni lo que ocurra con sus vidas.
Cuando sabemos que algo no está bien, nos escondemos.
La historia de Caleb, un hombre que puso totalmente su confianza en el poder de Dios, nos deja grandes lecciones.
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