El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Conversamos con Débora, una cooperante cristiana que está en la zona cero del terremoto en Turquía. “Hay destrucción, pero también esperanza”, nos dice.
Dos semanas después del terremoto, la tierra volvió a temblar con fuerza en Turquía. Las réplicas se han sucedido casi a diario, pero no como este lunes, cuando los temblores alcanzaron los 6 grados en la escala de Richter.
En estas circunstancias difíciles, son decenas los cooperantes que trabajan para ayudar en la atención a los damnificados. Entre ellos se encuentra Débora, una evangélica que lleva más de tres décadas en Turquía colaborando con diversos proyectos cristianos.
Cuando hablamos con ella, se encuentra en Antioquía (Antakya), probablemente la ciudad que más ha sufrido por el terremoto. “Hoy he visto un edificio que se desplomó por completo, un edificio de los grandes, donde vivían unas 250 familias. Es probable que nadie haya sobrevivido”, nos explica.
[photo_footer]Ruinas y más ruinas. Caminar por las calles de Antioquía es ir sorteando obstáculos, edificios y casas desplomados en medio de un silencio atronador.[/photo_footer]
Contactamos por teléfono, aunque la situación de las comunicaciones es complicada por la falta de energía. De momento, usan generadores con los que consiguen cargar los aparatos electrónicos. También han conseguido montar una cocina con la que preparar comida caliente para compartir con las personas que todavía quedan en la ciudad.
Como se podía ver en un vídeo enviado por el pastor Marc Madrigal, la situación en la ciudad es tan crítica que la mayoría de las personas se han marchado. Al recorrer las calles vacías, rodeado de escombros, Madrigal explicaba las necesidades que pensaban ir supliendo. En estos días, han conseguido cumplir con algunos de sus objetivos iniciales, como adquirir una furgoneta con la que realizar el reparto por los distintos lugares y seguir adquiriendo bienes de primera necesidad.
Para Débora, estar en Antioquía es especial. Fue la ciudad a la que llegó en el 89, y donde vivió durante muchos años. Es una ciudad en la que conoce bien a la pequeña pero fiel comunidad evangélica, y a muchos de los vecinos con los que entabló una relación cercana.
“El local de la iglesia ha quedado destruido, un lugar precioso, de piedra labrada… Pero lo importante es que todos los hermanos están vivos. Todos los creyentes. Están sanos, no han tenido ningún accidente. Aunque todos tienen el dolor de haber perdido familiares y amigos”, explica Débora. “Estoy asombrada -asegura- porque ninguna de las personas que he conocido en estos años ha muerto. Tenía una vecina de 85 años que creía que habría muerto, y resulta que ha estado incomunicada, bloqueada durante 4 o 5 días y finalmente ha salido ilesa”.
Débora recuerda que Antioquía es un lugar único por su historia relacionada con el evangelio. Fue allí donde Pablo y Bernabé fueron encomendados a la misión. “De igual forma, sé que los cristianos que se han tenido que ir de la ciudad por el terremoto, estarán predicando el evangelio a otros mientras buscan un lugar donde estar”.
[photo_footer]Débora recorre las calles y a medida que se encuentra a personas, les pregunta cómo están y qué necesitan. Solo el hecho de preguntar hace que algunos ya se sientan consolados. [/photo_footer]
En estos días ha ido llegando ayuda, aunque la situación geográfica de Antioquía ha dificultado el acceso, por los daños en las carreteras y otros medios de transporte. “Muchas personas han muerto bajo los escombros, por la tardanza en llegar maquinaria y equipos de rescate”, lamenta Débora. Aunque reconoce que a medida que han ido avanzando los días, la ayuda sí ha comenzado a aparecer.
Ella también está allí para ayudar. “En realidad, mucho de lo que hago durante el día es cubrir necesidades básicas. Camino por las calles y pregunto a las personas qué necesitan: comida, agua, mantas… He intentado ayudar a evacuar a personas, organizando la forma en la que puedan salir. Pero también he intentado pararme a escucharles, a acompañarles en su dolor”, cuenta.
“Hay tanto dolor -reconoce- que ya nadie escucha a nadie. Cada uno está concentrado en su dolor y cuesta compartirlo. Por eso, los que venimos de fuera podemos escuchar, y siempre es una ayuda muy grande”.
[photo_footer]El reparto de comida es fundamental para la supervivencia en estos primeros días tras el terremoto.[/photo_footer]
En medio de tanta dificultad, parece difícil pensar en el futuro. Sin embargo, el pequeño grupo de cristianos en Turquía ya están planificando la reconstrucción. “Queremos desarrollar un proyecto de acogida, con casas, para que las personas no estén viviendo bajo tiendas. Y queremos construirlas con criterio, generando comunidades que estén bien organizadas, con espacios adecuados, sanidad, limpieza, escuelas…”. Débora sueña con que, de entre tantas ruinas, puedan edificarse nuevos espacios donde puedan seguir siendo vehículos del amor de Dios. “Estamos orando para que todos estos planes salgan adelante. Si Dios suple, podremos llevarlo a cabo”, dice confiada.
Ese rayo de esperanza es con el que encara una realidad tan dura. Pero así lo están haciendo los cristianos en Turquía. “Mientras la mayoría de la población se ha ido, vemos que los pastores, nativos de esta ciudad, se han quedado para organizar la ayuda. Ellos han visto que la mitad de su barrio ha desaparecido, quedando pocas casas en pie. Pero están dispuestos a quedarse y ayudar”.
La actitud solidaria y la cooperación que se ha puesto en marcha desde la Fundación de Iglesias Protestantes de Turquía está siendo, además, una oportunidad para mostrar el amor genuino por un país que no siempre se ha mostrado abierto a los cristianos.
[photo_footer]Las cocinas de gas han sido una solución para poder preparar comida caliente.[/photo_footer]
Débora colabora con la ONG Gra de Blat, que desarrolla proyectos de atención a refugiados en Turquía y ahora está proveyendo ayuda de primera necesidad por el terremoto. Para ello, están recibiendo donaciones en la cuenta ES80 2100 3121 4122 0031 9349 (BIC: CAIXESBBXXX), Concepto: PORTEM REFUGI.
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