El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Un año después de que el presidente Trump anunciase su salida del pacto para limitar el enriquecimiento de uranio en el país pérsico, el gobierno de Teherán ha abandonado algunos de los compromisos del programa.
El 9 de mayo de 2018, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mostraba ante las cámaras un decreto firmado con el cual anunciaba su salida del acuerdo nuclear con Irán, además del restablecimiento de las sanciones “al máximo nivel”. “Si Estados Unidos abandona el acuerdo nuclear, se arrepentirá”, aseguraba entonces el presidente de Irán, Hasán Rohaní. Un año después, el gobierno de Teherán ha anunciado el abandono de algunos de los compromisos del pacto.
Pero la secuencia de acciones y reacciones parece no detenerse. Acto seguido al anuncio de Rohaní, Estados Unidos ha movilizado uno de sus principales portaaviones, el Abraham Lincoln, en el Mar Arábigo. El presidente de Irán, por su parte, se ha reafirmado en su posición y ha lanzado un ultimátum de 60 días al resto de miembros del pacto para que cumplan con los diferentes compromisos del acuerdo y se desmarquen de las sanciones de Estados Unidos. “La postura europea es buena en palabras, pero no en hechos”, ha lamentado Rohaní.
Los compromisos que pide Teherán son relativos a las garantías de estabilidad en el sector bancario nacional y en la exportación del petróleo, la principal actividad económica (72%) de la actividad comercial iraní de cara al exterior. “Si los cinco países (en relación a Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) se unen y ayudan a Irán a lograr los beneficios en los sectores bancario y del petróleo, Irán volverá a sus compromisos”, ha manifestado el presidente Rohaní. De lo contrario, amenaza con enriquecer uranio por encima del 3,67%, el límite que el país ha explorado hasta ahora.
“No ha especificado a cuánto”, asegura la periodista establecida en Israel y dedicada a la cobertura de la información en Oriente Próximo, Jana Beris. “Si se enriquece a un 20%, aunque suene a poco, a ese nivel ya está recorrido el grueso del camino para pasar a un enriquecimiento a nivel militar, que es del 90%”, añade.
EL TRANSCURSO DE UN DESACUERDO
Hay voces que nunca han visto suficiente solidez política en el acuerdo nuclear, firmado en julio de 2015 durante la Administración de Barack Obama. Es el caso del profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Bar Ilan, en Israel, Gerald Steinberg, que considera que “los esfuerzos del gobierno de Obama para bloquear el programa ilegal de armamento nuclear iraní eran muy débiles”. “El acuerdo congeló algunas partes de este programa pero por un tiempo limitado. Otros componentes, como los misiles balísticos de largo alcance no se incluyeron”, remarca.
Para Beris, “desde que Trump se retiró del acuerdo ha demostrado que hablaba en serio en cuanto a la reanudación de las sanciones. Y los Ayatolás han comprobado que las sanciones realmente les afectan”. “El acuerdo de 2015 era muy negativo desde el punto de vista que, al expirar el lapso de las limitaciones a Irán, de hecho quedaba con una infraestructura para la fabricación nuclear legítima y aprobada, algo que no existía antes. Por otro lado, mientras duraba ese lapso, de 15 años, tenía la imposición de varias limitaciones que permitían controlarlo a corto plazo. Y eso, si se acaba, no es positivo”, señala la periodista.
Beris ve “engaño” en la actitud de Irán con el acuerdo y manifiesta que, antes de su firma, Israel aportó documentos secretos que señalaban que “no era cierto que hasta entonces Irán había el tema nuclear para fines civiles solamente, sino que ya había estado preparando los pasos hacia la bomba”, afirma.
EL ACUERDO Y LA REVISIÓN DE ANTIGUAS ALIANZAS
Que el carácter del acuerdo nuclear con Irán trasciende las relaciones multinacionales entre un grupo cerrado de países, es algo que se manifiesta más allá de la escenificación de la firma del pacto en 2015, cuando altos representantes políticos de China, Alemania, Francia, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Europea se comprometieron con el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Mohammad Yavad Zarif.
A pesar de que el gobierno de Teherán destina un 3,7% del PIB nacional al gasto militar, una cifra bastante inferior a Arabia Saudí (más del 10%) o a Israel (cerca del 5%), Irán es un vecino que inquieta en la región de Oriente Medio. “Los pequeños Estados del golfo, igual que Israel están nerviosos por convertirse en objetivo de ataque por parte de Irán”, apunta Steinberg. “La escalada (de tensión) y el error de cálculo nos ofrecen siempre una posibilidad. Los funcionarios iraníes han emitido algunas amenazas muy desestabilizadoras y parecen estar peligrosamente poco familiarizados con cómo sus acciones, incluido el terror, podrían llevar a represalias”, añade el profesor de la Universidad de Bar Ilan.
También desde territorio israelí, Beris cree que “Israel tiene claro que una guerra o algún tipo de enfrentamiento entre Estados Unidos e Irán puede derivar en un ataque”. “Quienes tienen que estar alerta lo están”.
¿SE PUEDE CONFIAR EN LOS CANTOS DE BATALLA?
La imagen del portaaviones estadounidense Abraham Lincoln recorriendo el Canal de Suez no ha favorecido a rebajar la tensión. Beris, citando al ex-general israelí Amos Yadlin, recuerda que, el navío, “es una fuerza destinada a transmitir un fuerte mensaje”. “Pero no es una fuerza con la que se hace una guerra de gran envergadura”, recuerda la periodista, respecto al homogéneo discurso mediático que han generado los últimos acontecimientos.
Sin embargo, las maniobras militares estadounidenses y la reacción iraní parecen alejar cualquier resolución próxima de un conflicto que se remonta a antes de la década de 1970. “Si el liderazgo iraní es racional y quiere acabar con las sanciones, harán las concesiones necesarias”, dice el profesor Steinberg. “Entonces podrán esperar que un nuevo presidente después de Trump relaje la presión, pero no hay garantías”, remarca.
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