El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Según el último Sondeo de Competitividad Global, publicado por el Foro Económico Mundial, Mozambique es el octavo país más endeudado del mundo, con más del 115% de su PIB comprometido.
Las clases de la mañana han acabado y los niños del turno de la tarde comienzan a llegar a Sekeleka. Dos de ellos vienen con viseras (un trozo de cartón sujetado a la cabeza por un hilo elástico) y unos carteles enrollados. “¡Mira, Frelimo!”, dice uno de ellos mientras ondea uno de los folios en los que aparecen las siglas y el logo del partido, un djembe y una mazorca de maíz. “Juntos, construimos el pueblo que queremos”, dice uno de los eslóganes.
Son elecciones municipales en Mozambique y la propaganda de los partidos recorre todos los recovecos del país. También Macia, donde se pueden encontrar paredes enteras teñidas del rojo Frelimo, o el águila imperial del Renamo enganchada a un poste de electricidad. Por las calles son muchos los estudiantes que se cruzan agitando carteles con la mano y, por supuesto, llevando sus viseras de cartón y goma.
“No me parece bien que vayan a los colegios a repartir propaganda electoral. Eso no está bien”, dice uno de los educadores que trabajan en el centro. “Yo ni siquiera voy a votar. No me gusta la política. Tengo carné para votar pero nunca voy”, remarca con un rectángulo de papel plastificado en la mano, donde aparece una fotografía suya, su nombre y sus apellidos y una serie de información concreta y biográfica impropia de documentos tan pequeños, como su altura o su peso. A poco metros, uno de los trabajadores de mantenimiento del centro viste una camiseta con la cara de Filipe Nyusi, el actual presidente de Mozambique y del Frelimo.
OTRO PAÍS LIGADO AL DESTINO DE UN PARTIDO
El Frente de Liberación Mozambiqueño (Frelimo) se creó en la década de 1960 como una guerrilla en el exilio, en Tanzania, con el objetivo de conseguir la independencia de Portugal, que no llegaría hasta 1975 y el triunfo de la Revolución de los Claveles.
Se inicia entonces una guerra por el poder del país entre el Frelimo, erigido como la gran figura de la independencia del país y de ideología marxista, y el Renamo (Resistencia Nacional Mozambiqueña), una respuesta anticomunista que pretende evitar la transformación de Mozambique en un país socialista.
En los diferentes puestos del mercado de artesanías de Maputo se puede adquirir por entre 200 y 300 meticales (unos 4 euros) una camiseta con la cara de Samora Moisés Machel y la inscripción “Samora vive”. Machel, que también aparece en todos los billetes, fue el primer presidente de Mozambique, cuando era aliado de la Unión Soviética y unipartidista, con el Frelimo como único partido legalizado. Hasta 1992, cuando la URSS se desploma y el Frelimo se reordena hacia el centro del espectro político, hacia la socialdemocracia. Acaba una Guerra Civil de más de 15 años y en 1994 se convocan las primeras elecciones, que gana el Frelimo por mayoría absoluta. Como todas las que se han celebrado hasta ahora.
“Nosotras estamos con el Frelimo”, asegura otra trabajadora de Sekeleka. “El Frelimo hizo y hace”, dice una de las cocineras que está a su lado, citando un eslogan utilizado en una campaña anterior. Aunque en las elecciones de 2014 el partido perdió 47 diputados y el Renamo ganó 38, el Frelimo conservó su mayoría absoluta. En 2019 vuelven a haber elecciones generales y la campaña parece haber comenzado ya, en el ámbito municipal. Con promesas de mejoras del abastecimiento de agua y energético, por ejemplo, por parte del Renamo en un pequeño pueblo del norte, zona donde siguen habiendo algunas de sus guerrillas activas. Y con lemas de contundencia política, de esos que sólo fabrica la experiencia de haber sido el único partido en el gobierno durante más de 40 años, en el caso del Frelimo.
“No soy seguidor de ningún partido político pero creo que el Frelimo está haciendo cosas buenas. Me gusta el presidente Nyusi”, explica uno de los educadores más jóvenes de Sekeleka. “Ahora Mozambique está muy bien. Tenemos recursos como madera, carbón y gas. Sólo nos falta la industria para poder convertir todo eso en energía y no tener que enviarlo a Sudáfrica”, añade.
SUDÁFRICA: EL VECINO RICO DEL ÁTICO
Si hay algún espejo en el que se mira ahora Mozambique no es en Angola, país con el que compartió un proceso similar de descolonización de Portugal y que Ryszard Kapuściński plasma en el libro Un día más con vida, ni tampoco Rusia, a pesar de los lazos del pasado comunista. Es Sudáfrica, uno de los principales enemigos del Frelimo durante la Guerra Civil. Sin embargo, la cercanía y el poderío económico del país vecino hacen obligatorias unas relaciones comerciales buenas. Quizás por eso, muchos de los productos alimentarios que se compran están fabricados en Sudáfrica. Y también el gas al que hace referencia el joven educador de Sekeleka.
Según el Observatorio de la Complejidad Económica, Mozambique es el segundo destino principal de las exportaciones de Sudáfrica dentro del continente africano, con un 2,2% del total de las ventas del país, lo que equivale a 2,31 mil millones de dólares. Sin embargo, la dependencia de la potencia sudafricana se hace mucho más evidente desde la perspectiva mozambiqueña. Sudáfrica es el país al que más exporta Mozambique, concretamente el 21% de sus materias, o poco más de 800 millones de dólares, y es al mismo tiempo el país al que más compra, con el 33% de las importaciones que se traduce en esos más de dos mil millones de dólares. Un balance desigual que sitúa al país como el octavo Estado más endeudado del mundo, con una deuda pública que supera el 115% de su PIB.
Por ejemplo, a pesar de ser productor de electricidad, es la quinta fuente de las exportaciones del país, Mozambique sigue teniendo serios déficits en infraestructuras para el abastecimiento eléctrico en todo su territorio. Especialmente en las regiones del norte del país, tradicionalmente con mayor presencia del Renamo, que recientemente ha hecho sonar algún tambor de tensión después de la muerte de su líder, Afonso Dhlakama, el pasado mes de mayo por una enfermedad. Lo que podría poner en riesgo el frágil proceso de paz.
UN DESARROLLO DE DESIGUALDADES
Sobre arena o en asfalto maltrecho, la imagen de la desigualdad se repite. En un paseo por Macia se puede contemplar una casa de cañas a un lado de la calle y, justo enfrente, una mansión de varios pisos, con un muro exterior de protección, entrada de aparcamiento para el coche y una antena parabólica. “Sudáfrica” suele decir la gente al pasar por su lado, en referencia a que la casa pertenece a alguien que ha ido a trabajar a las minas de oro, de diamantes o de carbón del país vecino.
En Maputo la cosa no cambia, más allá de algunas calles asfaltadas con desorden entre pequeños bancos de arena. Desde el avión se percibe mejor la diferencia entre los altos bloques de pisos grises de estética soviética y las zonas de chabolas y “edificaciones” de chapa. O el paseo que conduce hacia la playa, donde están todas las casas de las embajadas. Montones de banderas ondeando sobre dos o más pisos de paredes blancas y jardines arreglados.
“Con el desarrollo ha llegado también la desigualdad. Hay mucha gente que no puede asumir lo básico para tener un apartamento y entonces viven en una miseria muy grande”, explica la coordinadora de Sekeleka.
A pesar de que la sanidad es universal y gratuita, como también la educación, todavía hay cuestiones básicas pendientes de evolución en este joven país. Por ejemplo, el transporte. Apenas han comenzado a aparecer los primeros autobuses públicos pero por las calles se siguen viendo largas filas que esperan a los chapas, unas furgonetas adaptadas para unas quince personas bien apretujadas y que se mueven por todo el país. Comprar un coche es un esfuerzo impensable para muchas familias, sin embargo, Maputo estrenará dentro de poco un flamante puente, al estilo 25 de abril en Lisboa, construido por China. La pregunta es quién lo recorrerá. La prensa es otro ejemplo de desajuste económico. Un diario puede costar al cambio cerca de 1 euro. Un precio realmente caro en un país donde hay sectores de la población que no tiene asegurada ni la alimentación básica.
Una imagen de una atleta preside el techo que cubre los depósitos de una gasolinera a las afueras de Macia. “Lourdes Mutola”, dice un niño que viaja en la parte de atrás de una ranchera Toyota. La campeona del mundo en 800 metros y oro en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 es el referente del atletismo mozambiqueño. “Tiene mucho dinero”, dice un joven que viaja al lado del menor.
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