El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Diferentes autoridades religiosas y políticas de Irán y Egipto critican el wahabismo saudí por su deriva extremista.
La semana pasada concluyó una importante conferencia islámica en Grozni, capital de Chechenia, con la presencia de 200 dignatarios religiosos islámicos, doctores y pensadores procedentes de varios países, que enviaron un duro mensaje contra una de las ramas más poderosas del islam, el wahabismo suní de Arabia Saudí.
En la declaración final del evento, se proclamó que el wahabismo “no forma parte del sunismo”, sino que es una “deformación que conduce al extremismo y al terrorismo”. Por ello, se insta a un “cambio radical para restablecer el verdadero sentido del sunismo”, expresaron los presentes.
El mensaje de los representantes no ha pasado desapercibido en el mundo islámico, que se divide principalmente entre la rama chií y suní. Es dentro de esta última donde se desarrolla el wahabismo, actualmente tendencia de los principales gobernantes en Oriente Medio y sobre todo, Arabia Saudí.
Entre los presentes se encontraban importantes personalidades del mundo islámico como el gran imán de Al-Azhar, Ahmed al-Tayeb; el gran muftí de Egipto, Cheikh Chawki Allam; el consejero del presidente egipcio y representante del Comité religioso en el parlamento de El Cairo, Cheikh Oussama al Zahri; el gran muftí de Damasco, Abdel Fattah al Bezm; el predicador yemenita Ali al Jafri; el pensador Adnan Ibrahim y muchos otros.
El objetivo del encuentro fue tratar de definir la identidad “del pueblo del sunismo y de la comunidad sunita”, ante el crecimiento del terrorismo takfirista-wahabita, que tiene la pretensión de representar el islam, y que sobre todo, quiere afirmarse como el representante legítimo del sunismo.
En el comunicado final, los participantes precisaron que “las personas del sunismo y aquellos que pertenecen a la comunidad sunita son los Ash'ariyyah y los Maturidiyyah, tanto a nivel doctrinario como en relación a las cuatro escuelas de la jurisprudencia sunita y también los sufís, tanto a nivel de conocimiento como en lo referido a la moral y a la ética”.
Tal como se ve en la lista de las “personas del sunismo”, en la misma se excluye al wahabismo salafita predicado por Arabia Saudita.
La exclusión de esta rama del islam –se explica- se debe a la necesidad de “un cambio radical para poder restablecer el verdadero sentido del sunismo, sabiendo que este concepto ha sufrido una peligrosa deformación tras los esfuerzos de los extremistas de vaciarlo de su sentido para apoderarse de él y reducirlo a su propia percepción”.
Una posición tan dura y exclusiva no es algo nuevo, si bien es la primera vez que la posición anti-wahabita aparece de un modo explícito.
GENERAR UN CONTRAPODER A RIAD
En el congreso de Grozni surgieron algunas indicaciones para corregir el actual doblez que pesa sobre el islam, según los asistentes. Se propone crear una cadena televisiva en Rusia -en contraste con al Jazeera- para “hacer llegar a los ciudadanos un mensaje verídico del islam, y para luchar contra el extremismo y el terrorismo”.
Se recomienda también instituir “un centro científico en Chechenia, para vigilar y estudiar los grupos contemporáneos… que permitirá rechazar y criticar el pensamiento extremista desde una perspectiva científica”. La propuesta es que el centro sea llamado con el nombre de “Tabsir” (clarividencia).
Se sugiere asimismo “retornar a las escuela del gran conocimiento” (la prestigiosa Al Azhar, la Qarawiyinne y Zaytouna en Túnez, la Hadermouth), dejando a un lado las instituciones sauditas, y en particular la universidad islámica de Medina. Por último, se ponen a disposición becas de estudio para aquellos que estén interesados en estudiar la sharia, tratando de contrastar así la financiación que Arabia Saudita dispone en este campo.
ARABIA SAUDÍ PLANEA SU CONTRAATAQUE
El Wahabismo nació en el siglo XVIII, y es una doctrina sunita radical y literal fundada por Mohammad ibn Abd al-Wahhab, y utilizada por el iniciador del reino saudita, Mohammed bin Saoud.
Esta doctrina propone el uso de la violencia contra todos los enemigos del islam, incluidos los musulmanes que no comparten esa interpretación (takfirismo). Arabia Saudita, sobre todo desde los años 70 en adelante, ha lanzado campañas de proselitismo en Asia y en África (y luego también en Europa) para difundir dicha interpretación del islam, construyendo mezquitas y escuelas coránicas, y enviando a sus predicadores.
La reacción de Arabia Saudita no se hizo esperar. El periódico al-Manar (libanés) menciona la existencia de una campaña mediática sin precedentes, que incita al patriotismo, para defenderse del “atentado contra nuestra nación”. Se busca humillar incluso a Ahmed al-Tayeb, recordando que el gran imán de Al Azhar “bebió durante mucho tiempo” de la sabiduría de los “ulemas sauditas” y ahora “aliado con Putin… quiere excluir a Arabia Saudita del mundo musulmán”.
El congreso de Grozni fue tildado de “decepcionante” y el presidente checheno Ramzan Kadyrov, que hospedó el evento, fue acusado de ser “un sufí delirante”. El imán y predicador de la mezquita del rey en Riad comentó al respecto: “La conferencia de Chechenia nos debe servir como señal de alarma: el mundo está a punto de encender la hoguera para quemarnos”.
DETERIORO POLÍTICO
A la vez que se produce este enfrentamiento entre algunos líderes religiosos, los gobiernos de Irán y Arabia Saudí también han redoblado su enfrentamiento verbal. El ayatolá Ali Jamenei acusó a los saudíes de ser incapaces de gestionar los santos lugares del islam, situados en su territorio.
A ello respondió el muftí saudí respondió asegurando que los iraníes, en cuanto chiíes, “no son musulmanes”.
En vísperas de la gran peregrinación que iniciarán los musulmanes hacia La Meca, la máxima autoridad de Irán acusa a los dirigentes saudíes de “blasfemos, carentes de fe, dependientes y materialistas”, tras atribuirles la responsabilidad por la inestabilidad regional por su apoyo a los grupos yihadistas, a los que él se refiere como takfiris.
La mayoría de los iraníes siguen el chiísmo, rama minoritaria del islam que los extremistas suníes consideran herética, una convicción que ha justificado asesinatos y matanzas en Irak, Siria, Pakistán y Afganistán. Que la máxima autoridad religiosa saudí diga que los chiíes no son musulmanes es algo muy serio.
“Por supuesto [que] no hay parecido entre el islam de los iraníes y de la mayoría de los musulmanes y el extremismo intolerante que predican el más alto clérigo wahhabí y los maestros saudíes del terror”, se apresuró a responder el ministro iraní de Exteriores, Mohammad Javad Zarif, en su Twitter.
También el presidente iraní, el habitualmente moderado Hasan Rohaní, se ha hecho eco de las palabras de su líder supremo y ha pedido a los musulmanes que se unan para castigar a los responsables saudíes por su mala gestión del peregrinaje.
“Los países de la región y el mundo islámico, en general, debieran adoptar medidas coordinadas para resolver los problemas y castigar al Gobierno saudí”, manifestó Rohaní durante una reunión del Consejo de Ministros este miércoles, según la agencia estatal IRNA.
Las seis monarquías de la península Arábiga, ha cerrado filas con Arabia Saudí. Su secretario general, Abdullatif al Zayani, ha calificado las palabras de Jamenei de “inadecuadas y ofensivas”. “Se trata de una clara provocación y un intento desesperado de politizar el peregrinaje”, ha dicho en un comunicado.
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