Han pasado tres años de la
ola de expulsiones que llevó a que decenas de misioneros y cooperantes internacionales fueran obligados a abandonar Marruecos, en un cruce de acusaciones de proselitismo que no en todos los casos fueron capaces de justificar.
Tras pasar un tiempo,
la situación no ha variado un ápice, y aquellos a los que se les denegó el permiso para entrar en el país siguen sin poder pisar el suelo marroquí. El “delito” que cometieron fue el de compartir el evangelio con ciudadanos marroquíes, a los que no se les permite abandonar el islam.
Porque
en Marruecos se produce una evidente contradicción. Las mismas autoridades que ordenaron las expulsiones se jactan de permitir la libertad de culto. “Es uno de los principios inamovibles del islam”, aseguró el ministro de Asuntos Islámicos, Ahmed Tawfiq, ante el parlamento marroquí, en una reciente intervención en la que se le cuestionaba una opinión emitida por el Consejo Superior de Ulemas.
La fatwa generó
una grave polémica en el país, ya que este organismo – máximo intérprete del islam para el gobierno – pedía aplicar la pena capital para los que apostatasen del islam. Tawfiq de hecho no negó que el Consejo haya emitido esa opinión, pero fue prudente al referirse a la “libertad de culto” y no a la libertad de conciencia, un matiz importante, pues si bien la práctica del cristianismo o el judaísmo y de otras religiones no están prohibidas en Marruecos, está penado el cambio de religión, así como se prohíbe la expresión pública del ateísmo.
LAS DOS CARAS DE MARRUECOS
A pesar de las declaraciones del ministro,
fuentes cercanas a misiones cristianas en Marruecos, consultadas por Protestante Digital, explican que la fatwa del Consejo Superior de Ulemas no supone una “novedad” a la situación actual de los cristianos en este u otro país islámico.
“Sí hay libertad de culto sobre el papel, pero la aplicación de ello se limita a los extranjeros que ya son cristianos. El islam en general mira muy mal a cualquiera que abandone la fe de Mahoma. Siempre ha sido así”, agrega esta fuente. Es por eso que en 2010 fueron expulsados decenas de misioneros del país, la mayoría de los cuales todavía siguen teniendo prohibido el acceso a territorio marroquí.
Otro misionero, que estuvo 25 años en Marruecos, explica así la situación.
“La gran y eterna tensión en Marruecos es que se quiere presentar hacia afuera como una sociedad moderna, tolerante, abierta, respetuosa de los derechos individuales... Pero al mismo tiempo hacia adentro como respetuosa de las tradiciones y la religión (base de la autoridad de la monarquía y casi todos los gobernantes islámicos) la cual históricamente siempre ha visto la muerte como la pena que debe figurar (aunque luego difícilmente se llegue a ejecutar de forma oficial) para quienes apostaten del islam”.
ESPERANZA DE CAMBIO
Ya en 1924
Samuel Marinus Zwemer, conocido como 'el misionero del islam', escribía sobre esta contradicción en el libro 'La ley de la apostasía en el islam': “Hoy leemos sobre nuevos gobiernos, sobre libertad, y la promesa de igualdad hacia las minorías bajo las normas musulmanas, y los periódicos dicen que una nueva era viene en el próximo Oriente. Desarrollo intelectual, constituciones, parlamentos y promesas. Pero ¿es el nuevo islam más tolerante que el viejo? ¿Serán respetadas las vidas y propiedades de los conversos, así como sus derechos?”, se preguntaba el misionero.
La respuesta de Zwemer era entonces pesimista. “Una y otra vez la presión de Europa, junto a la iniciativa de unos pocos nacionales, intenta asegurar la igualdad de la ley para todas las religiones y razas. Pero cada intento supone un nuevo fracaso. La razón es que la conciencia y la fe de los musulmanes está ligada al Corán y a las tradiciones. La civilización no puede erradicar convicciones tan profundas”.
Tal vez,
sólo tal vez, pueda estar por llegar una era distinta. Un cristiano marroquí – al que llamaremos Mohamed – contó a Protestante Digital que aún ahora hay esperanza. Aunque en el gobierno hay una facción islámica poderosa que ha aumentado su presión sobre los cristianos, la sociedad civil está moviéndose más que nunca, pidiendo un verdadero cambio. “Solo les pido – dice Mohamed - que oremos juntos, para que en medio de estos cambios llegue a darse la libertad religiosa en nuestro país”.
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