Guillermo Ortiz Collazo trabajaba como guardia de seguridad en un hospital de Puerto Rico y servía a Dios predicando su Palabra en campañas de evangelización. Llevaba 24 años de matrimonio y el mismo tiempo en el ministerio.
Se sentía pleno y tenía proyectos pero, inesperadamente, su relación de pareja entró en crisis. “No supe resolver la situación”, confiesa diez años después, reconociendo que no pidió ayuda a tiempo. Y añade un consejo: “Esposos, estén dispuestos a escuchar a sus esposas”.
La crisis familiar lo llevó a apartarse de Dios y también al divorcio. Entonces
, la soledad le produjo una fuerte depresión. “Allí comenzó mi calvario, una verdadera pesadilla que parecía sin fin. En ese estado de angustia podía escuchar al diablo susurrándome que mis hijas no me querían, que como padre era un fracaso. Esto es lo que más me dolía”.
Con su autoestima destruida, Guillermo Ortiz
buscó refugio en el alcohol, el tabaco, la marihuana y otras drogas.
“Estaba destruido. No tenía fuerzas ni voluntad para nada; deseaba morir, desaparecer”, afirma. Sintiéndose esclavo, pasó largos años casi sin dormir, pensando que moriría en cualquier momento, llorando de noche y de día. “Estaba cansado de la vida que llevaba, sin hacer nada útil, sumergido en la angustia y el dolor. Pero no podía salir”, declara.
UNA VISITA ESPECIAL
Al verlo hoy sonriente, con aspecto muy prolijo, cantando alabanzas a Dios en cualquier momento y lugar, resulta difícil creer que pocos años atrás su aspecto producía temor y rechazo. Vivía aislado en una zona montañosa y se había dejado crecer el cabello, la barba y hasta las uñas.
En aquel lugar apartado de la isla caribeña recibió una visita que lo conmovió.
Un amigo de la infancia, convertido luego en pastor evangélico, se había enterado de su estado y sintió la necesidad de verlo. “Fue una gran alegría ver a mi amigo¨, recuerda el evangelista. “La visita fue breve. Antes de marcharse mi amigo me preguntó si podía hacer una oración, yo acepté y él agradeció a Dios por la oportunidad de volver a vernos, bendijo mi vida y la de mi familia. Dios es bueno y preparó ese momento. El episodio ocasionó algo extraño en mí”.
En medio de la confusión mental en la que vivía, Guillermo lamentó que su amigo pastor lo hubiera encontrado en esa condición espiritual, alcoholizado, destruido. “Sentí que él se había ido triste y me pregunté por qué yo no podía hacer nada para cambiar”.
LA VISIÓN
Dos meses más tarde, Dios le dio una sorpresa. “Él tiene todo bajo control. El 26 de marzo de 2012 comenzó la experiencia más extraordinaria de mi vida: el Señor me dio una visión que me envolvió durante dos o tres días”.
El relato de esta visión incluye detalles sorprendentes. “Primero me vi en el infierno, con grilletes. Un demonio me tenía sujeto por el cuello y comencé a gritar de dolor. Luego vi a una joven muy bien vestida, sentada en una escalera, y me acerqué a ella para preguntarle si era cristiana, a lo que contestó que sí. Yo hablaba con dificultad porque el demonio seguía apretándome el cuello. La joven estaba dispuesta a prestarme ayuda pero entonces se presentó Satanás y le dijo que no se entrometiera, que ella no podía ayudarme. 'Este hombre predicaba y enseñaba, y mira cómo lo tengo ahora', expresó el diablo”, relata Ortiz.
Añade que luego vio un sitio donde había mucha gente y se acercó para pedir ayuda pero todos tenían temor de él. Tras otros episodios en los que se vio pidiendo ayuda a personas cristianas sin obtener ningún resultado, experimentó tal desesperación que comenzó a llorar y a gritar, preguntando quién podría ayudarlo.
“Entonces escuché la hermosa voz de Cristo Jesús, diciendo: 'Yo, el Buen Pastor, el que dio su vida por ti. Pero antes de libertarte, te voy a hacer ver tu condición espiritual'. Entonces me vi reflejado en un espejo y me espanté, comencé a llorar y a temblar de miedo al ver aquella imagen de un ser con el cuerpo carcomido, putrefacto y con una enorme verruga. Entonces escuché otra vez la voz del Señor diciéndome que lo que él iba a hacer dolería mucho. Me veía en la experiencia del profeta Isaías, en el espejo de la Palabra (Isaías 1:5). El Señor quitó de mi cuerpo todo rastro de nicotina, su bálsamo y su ungüento transformaron mi vida de un día para otro. En mi casa había cigarrillos, pastillas, alcohol, marihuana, etc., pero
yo no volví a tocar nada de eso. Mi vida se llenó de paz y felicidad”.
PROCESO DE RESTAURACIÓN
Después de esta tremenda experiencia espiritual, Guillermo Ortiz volvió a tomar contacto con su amigo de infancia, quien lo invita a mudarse de la montaña a una casa que él tenía desocupada y que necesitaba reparaciones.
Juntos iniciaron el proceso de restauración de la casa y también personal.
Fue una etapa de 'terapia de trabajo' que le permitió comenzar a valerse por sí mismo, retomar la disciplina del trabajo. Cuando se reunían a estudiar la Biblia, se enfocaban en aquellas áreas de la personalidad que estaban desatendidas y que habían causado un mal manejo de la crisis familiar. Esto permitió que volviera a relacionarse con sus tres hijas.
Hoy Guillermo Ortiz es un hombre 'marcado por Dios', que ha vuelto a reenfocar su vida espiritual fundamentada en la oración y en la Palabra. Está integrado en una iglesia, ha vuelto a predicar y se siente muy entusiasmado con la nueva etapa de su ministerio. Ha sido recibido por alcaldes y funcionarios públicos de distintas ciudades de Puerto Rico donde ha ministrado por invitación de alguna iglesia.
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