Diecisiete años en el mismo equipo, los Baltimore Ravens. Uno de los defensas más temidos de la liga por su calidad pero especialmente por su fuerza. Al finalizar la temporada regular anunció que cuando acabaran los Playoffs se retiraría. Y cuando lo haga, entrará en el Hall Of Fame de la NFL como uno de los mejores linebackers que nunca han visto los aficionados. Pero aún tiene que disputar un partido, quizás uno de los más importantes de su carrera, la Super Bowl. Estamos hablando de Ray Anthony Lewis, nacido hace casi 38 años en Florida.
“Aleluya, Dios lo es todo”, decía Lewis a la prensa después de ganar a los Indianápolis Colts el pasado 6 de enero (9-24).
“Dios es increíble, tengo que darle toda la gloria porque me ha dejado estar aquí”. Ray disputaba el último partido en el estadio de Baltimore. En juego estaba pasar de ronda en los Playoffs o caer eliminado y, de esta manera, retirarse.
Lewis era, ese día, el centro de la atención. Y aparte de hablar de Dios a los medios de comunicación, también llevaba una camiseta donde se podía leer “Salmo 91” ("El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente, diré yo a Dios: esperanza mía y castillo mío"). Ray dio un gran testimonio ese día. Usó el deporte como un vehículo para alcanzar al perdido,
como nos comentó una vez Moses Ehambe.
Curiosamente
enfrente tendrá a Colin Kaepernick, quarterback de los San Francisco 49ers, que por el contrario tendrá su primera participación en una Super Bowl, y con el que coincide en su profunda fe cristiana.
DE ACUSADO DE HOMICIDIO A REDIMIDO
Hoy hablamos de Ray Lewis, que una vez fue acusado de homicidio, padre de seis hijos de cuatro mujeres diferentes(Sports Illustrated, 2006). ¿Estamos hablando de la misma persona que aprovecha cualquier momento para hablar de Dios? “¿Sabes lo necio que era?”, comenta el jugador en un reportaje de Sports Illustrated.
Era el 31 de enero de 2000 en Atlanta. Lewis y sus amigos están en un bar, y se encaran con otra banda de personas. La pelea acaba con navajazos y dos muertes. Rápidamente, Ray y sus amigos se suben a una limusina y se escapan. El jugador fue acusado, a los pocos días, de homicidio.
Lewis se arrepiente de los errores que cometió esa noche, aunque siempre explica que él no mató a nadie.
Ray te dirá que fuera del campo no es un hombre vicioso y nunca hace daño a nadie, y mucho menos a los dos hombres que murieron en Atlanta (Sports Illustrated, 2006).
Lewis cree que esa acusación fue una circunstancia que Dios permitió, porque le hizo cambiar. Ray, al que su padre abandonó cuando era pequeño, ya había tenido algunos problemas con la justicia.
“Mama, tienes un hombre cambiado”, dijo el linebacker cuando salió de la prisión sin cargos, después de estar 15 días encerrado. Añadió que
“Dios me preguntó, ¿cuánto tiempo estarás llorando?”.
Un año después de los asesinatos en Atlanta (en 2001), Lewis, un hombre cambiado por Dios, disputaba la Super Bowl en Tampa, Florida. Ray ganó el campeonato y fue nombrado MVP, pero fuera del estadio había una mujer sosteniendo un collage con fotos de su sobrino. Ese chico era el joven que el linebacker, según pensaba mucha gente, había asesinado. Lewis habló con la chica, y le pidió perdón por todo lo que había pasado.
“Había algo en su voz. Sentí que era inocente”, dijo la mujer.
Lewis pudo también pedir perdón públicamente en 2006, cuando Sports Illustrated le dedicó la portada y un reportaje, titulado “El Evangelio según Ray Lewis”, al jugador de futbol americano.
Lewis tiene una historia para contar, de persecución y de redención, de padres e hijos, de dolor causado y sufrido. Las pruebas que ha sufrido – y el Señor sabe que han sido muchas – son todas parte de un plan.
El domingo tiene la oportunidad de hacer historia. Será su último partido, y en juego estará su segundo anillo. Qué mejor manera que retirarse ganando el campeonato. Incrementar su leyenda. Ese es su objetivo. Pero con Dios.
“Es un jugador único”, dice su entrenador, John Harbaugh.
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