Nueva Inglaterra, la región más secularizada de EE.UU., asiste a un boom de congregaciones evangélicas, fundamentalmente bautistas y pentecostales. Esto es interesante ya que refleja o vislumbra un cambio en el escenario religioso del país; en un momento en el que en las encuestas crece el número de quienes se consideran creyentes sin identificarse con una confesión religiosa concreta.
Y es que una de las noticias significativas que trajo 2012 fue el aumento de los “sin religión” en EE.UU.
El 20% de los estadounidenses (1 de cada 5) no se adhiere a ninguna Iglesia o confesión; lo que supone un aumento notable respecto a principios de los noventa cuando esa cifra rondaba sólo el 8%. Pero esta cifra no significa que se de la espalda a Dios o la religión. La gran mayoría de ese 20% afirma creer en Dios e incluso los hay que oran o rezan a diario (de este grupo sólo el 6% se declara agnóstico o ateo).
La caída del número de fieles en el conjunto de las iglesias de los EE.UU. es evidente, tanto en las confesiones protestantes “tradicionales o históricas” (episcopalianos, metodistas, bautistas, presbiterianos...) como en los grupos evangélicos independientes y de origen más reciente. El porcentaje de estadounidenses que se declaran protestante o evangelical ha caído del 62% en 1972 al 48% en 2012. Durante estos cinco últimos años, los católicos se han mantenido estables (representan el 22% de la población), pero fundamentalmente gracias a las familias de inmigrantes latinos.
NUEVA INGLATERRA: AUGE EVANGÉLICO
Pero
esta foto robot del conjunto de EEUU cambia sustancialmente en la secularizada región de Nueva Inglaterra, integrada por los estados de Maine, Nuevo Hampshire, Vermont, Massachusetts, Rhode Island y Connecticut. Según informa The Christian Science Monitor a partir de un estudio reciente,
en esta amplia zona los católicos y los “protestantes tradicionales” sí están perdiendo fieles mientras que los evangélicos (evangelical) y especialmente los pentecostales viven un “momento aleluya”.
Entre 2000 y 2010, período que analiza el Religious Congregations & Membership Study,
la Iglesia católica perdió el 28% de sus fieles en Nuevo Hampshire y el 33% en Maine. Solo en la ciudad de Boston (Massachusetts) se han cerrado 69 parroquias católicas.
En esa misma década
, la Convención Bautista del Sur –una de las grandes denominaciones evangélicas– ha abierto a lo largo y ancho de Nueva Inglaterra 118 nuevas congregaciones. Casi la mitad ocupan establecimientos que en su día pertenecieron a las Iglesias protestantes históricas.
Los pentecostales también están creciendo. Las Asambleas de Dios abrieron 11 nuevas congregaciones en Massachusetts; y la Iglesia Internacional del Evangelio Cuadrangular abrió otras 13 en Maine y Massachusetts.
No deja de ser curioso –casi chocante- que los bautistas tradicionales y el pentecostalismo prosperen precisamente en una región secularizada y de inclinaciones al relativismo y la laxitud moral. Por ejemplo, cinco de los seis estados de Nueva Inglaterra han legalizado el matrimonio gay. Mientras, las Iglesias más acomodadas a la moral políticamente correcta pierden fieles.
COMUNIDADES CON INMIGRANTES INTEGRADOS
El crecimiento del número de bautistas y pentecostales en Nueva Inglaterra se explica en parte por el entusiasmo con que estas confesiones han entrado en la vida diaria de los inmigrantes. A los recién llegados –no solo hispanos, sino también rumanos, ucranianos y otros inmigrantes de Europa del Este– les ofrecen servicios religiosos, pero también cursos gratuitos de orientación familiar, cocina, hidroterapia, sesiones para dejar de fumar...
Pero
a diferencia de lo que ocurre en otras partes del mundo (como, por ejemplo, África o la India), donde el crecimiento espectacular de pentecostales parece estar ligado a la pérdida de fieles entre las filas de otras confesiones cristianas –sobre todo, católicos y anglicanos–, en EE.UU. el pentecostalismo se suele nutrir de los que no se adhieren a ninguna Iglesia o confesión. En este sentido, cabe hablar de un descubrimiento de la religión antes que de un trasvase desde otras confesiones.
“A muchos no les gusta el aura de las religiones tradicionales, donde las parroquias parecen clubes cerrados”, explica Charles Crabtee, presidente del Zion Bible College, una universidad pentecostal. “Pero cuando salimos a la calle, construimos comunidades en los barrios, y llevamos el amor de Jesús a los hogares, mucha gente responde positivamente”.
En la Congregación León de Judá, una iglesia evangélica en Boston, el idioma no es una barrera para entenderse. Situada en un barrio con muchos hispanos, los 1.500 fieles que frecuentan la iglesia pueden elegir entre asistir a oficios religiosos en inglés o en español. Hay ganas de conocer gente nueva y de compartir con ellos su fe en Dios.
Ted Best y William Leslie emigraron hace años de Barbados y República Dominica, respectivamente. Ambos están orgullosos de pertenecer a una comunidad vibrante y que además se muestra sensible a las necesidades de los recién llegados. “Queremos formar parte de una Iglesia que está creciendo (...) y que toma partido por los necesitados”, explica Leslie, que dedica parte de su tiempo libre a hacer voluntariado en los hospitales y en el metro.
¿MARKETING RELIGIOSO?
Otra posible razón del auge de los evangélicos y los pentecostales en Nueva Inglaterra está en la promesa de liberación o salida que ofrecen –en la radio, en la televisión, en las vallas publicitarias...– ante problemas concretos. Asegurar soluciones a las necesidades concretas de la vida de una persona es un distintivo positivo, y especialmente característico de las iglesias pentecostales que creen y ofrecen una convicción clara del poder de intervención sobrenatural de Dios en la vida humana del día a día.
Algunos critican el modus operandi de los pentecostales, pues consideran que sus promesas de sanidad –que a veces pueden ir unidas a signos y milagros– son una estrategia para ganar adeptos. Pero sería injusto encasillar a todo este movimiento religioso en esta única “dimensión terapéutica”.
Cierto que la sanidad ocupa un lugar central en el mensaje pentecostal, explica el sacerdote católico Juan Usma Gomez, experto en pentecostalismo. Pero, a su juicio, la sospecha de que están haciendo marketing religioso desaparece cuando se profundiza en su mensaje. “La nota esencial del pentecostalismo no es ‘ser curado’, sino santificarse a través de la conversión”, escribe en Catholic Culture.
Los pentecostales ofrecen sanidad y la intervención divina en la vida de las personas, pero salvo excepciones no garantizan –en contra de lo que piensan sus críticos– que siempre se dé. Lo que sí es necesario para salvarse, según explican casi todos los teólogos pentecostales, es aceptar el mensaje que anuncia el Evangelio. Un mensaje que, tal y como lo presentan, incluye como consecuencia y fruto una vida acorde a la ética cristiana.
Así, el pentecostalismo rechaza el aborto, la eutanasia, las relaciones homosexuales, la clonación, la investigación biomédica que conlleva destrucción de embriones, las relaciones sexuales prematrimoniales, el adulterio, la embriaguez (algunas congregaciones prescriben incluso la abstinencia total), los juegos de apuestas...
En cambio, acepta en general el uso de anticonceptivos y la fecundación in vitro (siempre que no se destruyan embriones), dejándolo a la conciencia de los fieles. Más compleja es la postura sobre el divorcio: en general, entre cristianos se desaconseja (salvo en casos de adulterio); pero hay cada vez más unas congregaciones que lo aceptan como mal menor en casos de maltrato y similares. Y a partir del divorcio, algunas prohíben los segundos matrimonios, pero otras lo admiten como correcto siempre que nos e haga a la ligera.
UNA MORAL EXIGENTE PERO FLEXIBLE
Otro factor es la moral exigente que ofrecen la mayoría de las congregaciones evangélicas (incluidas las pentecostales) y que se convierte en una brújula y asidero en su vida en general y especialmente en momentos de crisis vital.
“Cuando uno escucha las historias de conversos al pentecostalismo, llama la atención el papel central que ha tenido la reforma moral en sus vidas”. Prácticamente todos aseguran que les ayudó a dejar la bebida o las drogas, los robos, las infidelidades matrimoniales, a empezar a tomarse en serio la responsabilidad en su trabajo y, en general, a andar rectos en el camino ético de la vida.
Además de comunidades abiertas, las iglesias evangélicas (especialmente el pentecostalismo) ofrecen una amplia gama de alternativas en cuestiones que no se consideran fundamentales en materia de fe y de ética. Por ejemplo, cualquier cristiano evangélico que esté a disgusto o disconforme con lo que le ofrece su congregación es muy libre de buscarse otra.
Esta flexibilidad es una baza a su favor. Quitando los aspectos esenciales, hay un amplio abanico de posibilidades según la conciencia e incluso el criterio de cada uno, por ejemplo los diferentes tipos de jerarquía en la iglesia (incluso una “Iglesia sin jerarquía”, el papel de la mujer en la iglesia), así como las diferentes opciones en temas como los anticonceptivos, la fecundación in vitro y el divorcio antes mencionados.
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