En los últimos tiempos se han realizado diversos estudios sobre los efectos que los atentados del 11-S ha tenido en la población estadounidense. El mayor trauma, sin duda, fue para los que perdieron a sus familiares cercanos, amigos íntimos o parejas.
La revista de la
American Psychologist Association publicaba recientemente un número en el que se incluía una docena de artículos sobre el impacto social, psicológico y político de estos ataques terroristas en la sociedad norteamericana. Uno de ellos expone los resultados de una investigación realizada por especialistas del New York State Psychiatric Institute, de la Universidad de Columbia, sobre el
efecto de los atentados del 11-S en la religiosidad de las personas directamente afectadas por este episodio.
La investigación examinó, mediante encuestas y cuestionarios, los cambios auto-percibidos en
la “importancia de sus propias creencias religiosas” por los familiares y amigos de las víctimas del 11-S.
LA IMPORTANCIA DE LA RELIGIÓN
Para el estudio, se recogieron datos de un total de 608 participantes familiares de fallecidos, entre dos años y medio y tres años y medio después de los atentados.
En las encuestas, organizadas por el psiquiatra de la Universidad de Columbia, Yuval Neria, se les preguntó a los encuestados (todos ellos voluntarios) qué importancia daban éstos a la religión o la fe antes de los ataques, y que importancia le daban a después, en el momento de la evaluación.
Por otro lado, los participantes completaron cuestionarios para evaluar sus niveles de trastorno por estrés postraumático y de depresión, así como para analizar si sufrían o no un duelo complicado (con síntomas de una evolución patológica del mismo).
Esta última condición se caracteriza por síntomas o conductas de riesgo sostenidas en el tiempo y de intensidad peligrosa para la salud, dentro de un contexto de pérdida, como pensamientos acerca del fallecido que se interiorizan y afactan la vida normal, dolor incontrolable por la separación, incapacidad para seguir adelante con la propia vida, etc.
UNA FE ESTABLE
Los resultados de estos análisis fueron los siguientes: en primer lugar,
la mayoría de los participantes informaron que la importancia que para ellos tenían las creencias religiosas no había sufrido ningún cambio tras el 11-S.
Por otro lado,
un 11% de los encuestados señaló que los atentados habían propiciado un aumento de la importancia que le daban a sus creencias religiosas.
Por último,
un 10% de las personas evaluadas afirmó que la importancia de sus creencias religiosas se había visto reducida tras los ataques terroristas.
Los investigadores pudieron establecer entonces que esta reducción de la importancia de las creencias religiosas personales estaba relacionada con la gravedad del trauma y la pérdida sufrida por los encuestados.
EL DOLOR DE PERDER UN HIJO
Aquellas personas
que habían perdido a un hijo o a una hija en el 11-S resultaron ser casi el doble de propensos a afirmar que su religiosidad se había reducido tras los ataques, en comparación con aquéllos que habían perdido a otro pariente o a un amigo, informa Epiphenom.
Parece posible, por tanto, que la severidad de la angustia vivida en el momento de los atentados sea la causa de la reducción en la importancia dada a las creencias religiosas por parte de algunos de los afectados.
El hecho de que en las encuestas las personas que más habían sufrido en el momento de los atentados (aquéllas que habían perdido a sus hijos o que habían presenciado los ataques en directo) afirmaran el doble de veces que los demás que habían sufrido estrés postraumático, depresión severa y duelo complicado tras ellos, respaldaría esta hipótesis.
A partir de los resultados obtenidos, Neria y sus colaboradores concluyen que “el duelo por una pérdida traumática comúnmente conlleva sentimientos de falta de propósito y de futilidad acerca del futuro y puede exacerbar el sentimiento de ausencia de sentido que subyacería a la reducción de la importancia que los afligidos dan a la religión”.
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