Según el profesor Peter Nissen, de la Universidad de Nimega, un tercio de esas 900 iglesias que dejaron de utilizarse, fue demolido. Otro tercio fue asimilado por otras religiones y el resto fue destinado por los nuevos propietarios a funciones como oficinas, restaurantes, bares y apartamentos.
Un ejemplo que ilustra bien la situación es el de la Vredekerk, en Bussum, cuya torre se divisa desde lejos. Construida en 1914, esta iglesia protestante se encuentra en el centro de la ciudad, no lejos de la estación central de trenes. Pero al llegar a la entrada se descubre que, a pesar de la torre, las grandes puertas de madera y su ubicación central, el edificio ya no funciona como iglesia. En lugar de los avisos de horarios de culto, encontramos el intercomunicador y los buzones de correo para los 18 apartamentos que ocupan actualmente el edificio.
La iglesia Vredekerk, que contaba con una escasa asistencia de fieles, fue vendida en 2005, renovada y convertida en un edificio residencial. El destino de la Vredekerk, por extraño que parezca, es algo común en Holanda.
MENOS FIELES
Este fenómeno, explica el profesor Nissen, refleja el estado actual de las iglesias católicas y protestantes en Holanda: la creciente disminución del número de fieles y la consecuente pérdida de ingresos. “Alrededor de 1960, el setenta por ciento de los católicos holandeses asistía a la misa del domingo. Actualmente sólo lo hace el 7 por ciento. Las iglesias, así como la sociedad holandesa y todos aquellos interesados en estos edificios por su valor como monumentos, se enfrentan al problema de que ya no se los necesita para servicios religiosos. ¿Es posible darles otra función? ¿Y quién cubriría los gastos? Ese es el mayor problema”, señala el profesor.
El mantenimiento de una iglesia puede ser un asunto costoso. Con espacios más amplios que otros edificios, las iglesias suelen estar emplazadas en sitios privilegiados y demandan altas inversiones en calefacción y electricidad. Por otra parte, no cualquiera está en condiciones de comprar una iglesia, especialmente las católicas. Según el departamento de arquitectura de la Diócesis de Haarlem, la venta de una iglesia puede ser un proceso de 5 a 10 años.
La diócesis católicas tiene algunas reglas para impedir que lo que para ellas el un espacio sagrado se transforme en algo que no corresponde con los valores cristianos. Aún así es posible encontrar iglesias convertidas en night-clubs, escuelas de buceo y alpinismo, e incluso sex-shops. Señala el profesor Nissen que aunque algunas fueron templos católicos la mayoría de estos edificios habían sido iglesias protestantes. “Para los católicos, la iglesia es la ‘casa del Señor’, mientras que para los protestantes es meramente un lugar físico de encuentro, sin ese carácter sagrado”, interpreta.
La única manera de evitar la demolición de una iglesia es convertirla en un monumento nacional. Ese es el caso de la Heilig Hartkerk (Iglesia del Sagrado Corazón) en Haarlem, construida en 1902 y reabierta en 1998 como pensión estudiantil y salón de belleza.
UNA PELUQUERIA ESPECIAL
Jan Dortmundt, propietario del salón que ocupa la antigua capilla católica, asegura ser el único peluquero que trabaja en el interior de una iglesia en Holanda. El salón muestra varias referencias religiosas. El logo recuerda al Sagrado Corazón y la decoración incluye varias imágenes de santos. Jan Dortmundt ha reservado un espacio para encender velas encima del cual cuelga una imagen invertida del papa Benedicto XVI. Un gesto de ironía, asegura Dortmundt, desde una base de respeto.
Cuando el estilista se mudó a la nueva dirección, perdió algunos clientes que no estaban de acuerdo con la idea de instalar un salón de belleza en una antigua capilla. Pero esta pérdida fue compensada con nuevos clientes interesados en el sitio. Los objetos de decoración, así como las velas, suelen ser un aporte de los clientes. “Se sienten relajados en este lugar, que les inspira paz, y realmente es relajado trabajar aquí. Creo que eso es lo que hace especial estar en una iglesia”, afirma el peluquero.
ACTITUD RESPETUOSA
También Francesca van Raab, que vive en el apartamento A1 de la antigua iglesia protestante Vredekerk, cree que el trasfondo religioso del edificio influye en sus actuales habitantes.
Desde el interior, su casa no se parece en nada a una iglesia. Las únicas señales de la antigua iglesia son el alto cielorraso y las puertas ovaladas. En el hall de entrada, una pesada campana de bronce sirve como objeto de decoración y también se conservó la piedra angular en una de las paredes.
Francesca asegura que la antigua función del edificio ejerce una influencia en su actitud hacia él. ‘No soy una persona religiosa en el sentido de creer en Dios, pero creo que algo debe haber. Cuando me mudé a este lugar, lo hice con una actitud de respeto hacia cualquier persona que haya practicado su fe en este recinto. Creo que es necesario sentir ese respeto para poder habitar en una iglesia’, opina.
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