La estrella suele tomar la forma de un cometa en las representaciones actuales del nacimiento de Jesús. Pero ¿tiene esta costumbre una justificación astronómica? ¿Hubo algún fenómeno astronómico que, al coincidir con el nacimiento de Cristo, fuese la base de esta tradición? Lo cierto es que existen algunas evidencias que a lo largo de la historia se han relacionado con este fenómeno que llamó la atención de los magos.
El texto bíblico señala la existencia de esta estrella en el evangelio de Mateo. «¿Dónde está el rey de los Judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarle» (Mateo 2:2). Más adelante se nos cuenta que «la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño» (Mateo 2:9).
Un elemento importantísimo para poder relacionar la Estrella con un fenómeno astronómico es la fecha exacta de su aparición. La asignación del nacimiento al 25 de diciembre del año 1 no es más que una convención social. La elección del 25 de diciembre pretendía sin duda aprovechar la tradición de celebrar una fiesta a la llegada del solsticio de invierno y sustituir otras celebraciones paganas. En cuanto a fijar en el año 1 el nacimiento de Jesús, proviene de un error de cálculo del sabio Dionisio el Exiguo en el año 532. Más adelante, sirviéndose de ciertos hechos referidos en los Evangelios, se pudo afinar en el año del nacimiento de Jesús.
Tanto Mateo como Lucas ubican la Navidad durante el reinado de Herodes y la muerte de este monarca está bien datada en el año 4 antes de Cristo (a.C.). Además, unos años antes, Herodes había ordenado ejecutar a todos los menores de 2 años deduciendo la fecha del nacimiento de Jesús a partir del relato que le realizaron los Magos cuando les mandó llamar a su palacio (Mateo, 2:7-16).
Todo ello, junto con otros argumentos, sitúa la fecha del nacimiento de Cristo hacia el año 7 ó 6 a.C.
¿QUÉ FUE LA ESTRELLA DE BELÉN?
En su famoso ensayo ´La estrella de Belén´,
Isaac Asimov examina varias alternativas tratando de asignar a la Estrella un fenómeno astronómico real. Estas alternativas han sido reconsideradas y ampliadas después por varios astrónomos, entre otros por el gran divulgador
Patrick Moore y por
Mark Kidger del Centro Científico de la Agencia Espacial Europea en Madrid.
Entre ellas se encuentra la idea de
un cometa, representación bastante común en la actualidad, pero más reciente de lo que pensamos. En su cuadro ´La adoración de los Reyes´, Giotto se inspiró para representar a la Estrella en el paso del Halley del 1301, en la época en que realizó la pintura. No hay ningún registro conocido en ninguna civilización antigua del paso de un cometa brillante hacia los años 7-6 a.C. Sí que está narrado (por astrónomos chinos) el paso del Halley en el 12 a.C., unos 5 ó 6 años antes del nacimiento de Jesús, demasiado pronto para poder ser asociado con la Estrella.
Otra idea es que se tratase de
una supernova que explosiona. Esta posibilidad fue ya avanzada por
Kepler en el s. XVII. En efecto, la explosión de una supernova cercana habría sido un fenómeno espectacular que podría haber servido de base a la Estrella. Sin embargo, no hay ningún registro histórico, ni ningún resto de supernova conocido, que dé validez a esta hipótesis.
A veces se ha asociado a la Estrella con
Venus, pero resulta difícil de creer que los Magos, astrólogos de larga experiencia, se sorprendiesen por la situación o el aspecto de cualquiera de los planetas pues éstos presentan un comportamiento perfectamente regular.
La hipótesis que ofrece más posibilidades es la de una conjunción planetaria. La agrupación de dos o más planetas en una pequeña región del cielo puede ofrecer un aspecto espectacular y perdurar un periodo de tiempo suficientemente prolongado, lo que podría corresponderse con el fenómeno de la Estrella.
Tales conjunciones ocurren con relativa frecuencia y
es posible localizar algunas en la época que nos interesa.
Por ejemplo, los dos planetas de mayor brillo aparente, Venus y Júpiter, estuvieron en conjunción en agosto del 3 a.C. y en junio del 2 a.C., en la constelación de Leo, cerca de la estrella Régulo, que también es muy brillante.
Más cerca del nacimiento de Jesús, podemos citar la conjunción de Júpiter con Saturno en el 7 a.C. y otra de estos dos planetas gigantes con Marte hacia el 5 a.C., todas ellas en Piscis. También sucedió una doble ocultación de Júpiter por la Luna en el 6 a.C.
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