En el país no existen datos oficiales sobre el alcance del "Brit Milá", nombre hebreo que recibe la circuncisión judía, efectuada por cientos de rabinos ultra-ortodoxos llamados "mohelim" en el octavo día del nacimiento del niño varón.
Según una encuesta, un 97 por ciento de israelíes judíos ha quitado o quitaría el prepucio a sus descendientes en esta ceremonia tradicional. En un 78 por ciento de los casos, por considerarlo una tradición judía básica; en un 13 por ciento por motivos sanitarios; y en un 9 porque "todos lo hacen" o para evitar que el niño sufra vergüenza por ser "distinto" a los demás.
ENTRE LA FE Y LO SOCIALMENTE CORRECTO
Para los religiosos convencidos se trata de una "mitzvá" -uno de los 613 preceptos del judaísmo- y un símbolo del pacto de Dios con el pueblo elegido por medio del patriarca Abraham, como se narra en el Génesis: "Circuncidad a todo varón, circuncidad la carne de vuestro prepucio y esa será la señal de mi pacto entre yo y vosotros".
Pero incluso la inmensa mayoría de los israelíes seculares –no creyentes- en Israel se someten a esta práctica, que comparte con en el Antiguo Egipto y los musulmanes.
Lo explica Andrew Sacks, mohel desde 1983 y rabino líder del judaísmo conservador en el país: "Es un precepto interiorizado desde hace generaciones que, hasta entre los más seculares, ha permanecido como el signo más básico de identificación como judío".
REBELIÓN “INCIRCUNCISA”
Sin embargo, en Israel los "rebeldes" han pasado en dos décadas de la práctica inexistencia a contarse en varias decenas de miles, explica Ronit Tamir, fundadora de Kahal, un grupo que tiene por fin apoyar a los padres que deciden no circuncidar a sus hijos.
Aún así, la prueba de que el tema sigue siendo un tabú en Israel es que todos los entrevistados para opinar prefirieron que no apareciesen citados sus nombres completos, que identificarían a sus hijos.
EXPERIENCIAS PERSONALES
"Internet ha ayudado mucho, pero sigue siendo una decisión difícil", apunta Tamir, cuyo marido tuvo que sufrir dos largos años de total silencio de sus padres por haberse negado a hacer el Brit Milá a su pequeño.
Tampoco para Ronit fue fácil: "A mis abuelos les pareció demasiado, que sólo quería llevar la contraria. Yo simplemente sentía que era lo correcto y no quería hacer algo simplemente porque lo hacen todos".
Danii Amir no lo tenía tan claro desde el principio. Circuncidó a su primer hijo, de un matrimonio anterior, y fue una experiencia tan "rara y traumática" que decidió que sería la última.
"No creo que Dios crease al hombre con algo que deba ser arreglado ocho días después", explica este músico, que ve una atmósfera en torno a la circuncisión "muy distinta a la que había hace veinte años". Su actual mujer, Ruth, siente aún mayor rechazo hacia lo que define como un "bárbaro y primitivo reducto de otros tiempos".
"El Brit Milá tiene un elemento muy chovinista, muy de ´así lo dice la tribu´. Una forma de dictar que ese niño no es tuyo, como cuando le toque ir al Ejército. Lo último que me dicta mi instinto maternal es dar a mi hijo recién nacido a un señor con un cuchillo", argumenta.
Padre primerizo hace unos meses, también Ofir pasó el octavo día del nacimiento en casa con su novia, lejos de las bendiciones y utensilios cortantes del mohel. La culpa la tuvo un documental sobre la circuncisión que vio "antes incluso de que pensase ser padre" y que le llevó a dar un giro de 180 grados a su debate interno.
"Pasé del ´¿por qué no?´ al ¿por qué sí?´ y me di cuenta de que las razones para hacerlo no eran lo suficientemente importantes", señala. Su padre lo encajó bien, pero aún usa una frase jocosa para preguntarle por el pequeño: "¿Qué tal anda el goy (no judío)?".
Eran Sadeh vivió en cambio un proceso más doloroso. La noche antes de la ceremonia de circuncisión entró casi por casualidad en foros de internet sobre el Brit Milá y decidió anular la cita. Pasó entonces "meses y meses" consumido por el temor a haberse equivocado, a haber condenado a su hijo a burlas y cuchicheos cuando le llegase el momento de desnudarse en la guardería, en el servicio militar obligatorio o delante de una chica.
Ahora siente que tomó la decisión correcta: hacer a su hijo "dueño de su cuerpo", por lo que ha creado un foro virtual, "Gonen Al Hayeled", para arrojar luz sobre el Brit Milá.
Otros, como Carolina Landsmann, no pasaron una sola noche en vela dándole vueltas a la cabeza: "Para mí fue un paso natural en el marco de mis convicciones laicas tras haberme casado en Chipre para no tener que hacerlo por el Rabinato" en Israel, donde no existe el matrimonio civil.
Si bien pocos y con un perfil secular y de izquierdas (que dista de representar la amalgama social de su país) este puñado de padres en realidad lo que puesto sobre la mesa de discusión es no aceptar el símbolo de la circuncisión como el de la unidad que simboliza al pueblo judío.
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