En la mitad de la reunión dominical de la iglesia bautista Friendship Missionary, un coro de gritos inundó el ambiente. Trozos del techo de su edificio de 52 años, situado cerca de Hickory, Carolina del Norte, comenzaron a caer sobre los presentes, unas 200 personas, de las cuales 14 salieron dañadas y recibieron tratamiento médico. Una placa de unos tres metros de largo, colgaba de las varillas al fondo mientras los diáconos trataban de sacar a los creyentes del templo.
Otro caso: "Tenemos problemas", admitió el reverendo William Quick, pastor emérito de la iglesia metodista Metropolitan United, en Detroit, Michigan. Esta iglesia, de estilo gótico, fue construida en 1926 con un costo de 1,6 millones de dólares. En su tiempo fue la casa de oración metodista más cara jamás construida. Para 1949, tenía 10.300 miembros, más que cualquier otra congregación metodista en el mundo. Hoy su membresía es de 375 personas, en una ciudad donde las iglesias metodistas han reducido su número, de 77 a 16.
Su declive es similar al de otras denominaciones protestantes tradicionales, como las luteranas, las presbiterianas y las episcopales, cuyas membresías caen al mismo tiempo que la edad promedio de sus fieles aumenta. Por ello, para las iglesias que tratan de conservar sus edificios, incluso el mantenimiento básico llega a ser una carga.
PROYECTO TRUNCADO
Las iglesias están exentas de las normas federales que requieren que los edificios sean accesibles para personas discapacitadas, pero muchas congregaciones con miembros de edad avanzada están instalando rampas, elevadores y otras comodidades.
La reverendo Phyllis Norman es pastor de la Iglesia de la Congregación de Prospect, en Connecticut, la cual planea añadir un elevador a su edificio de 59 años. Antes de que pudiera hacerlo, el sistema séptico del edificio tuvo una avería cuya reparación costó 30.000 dólares, con lo cual el proyecto del elevador quedó postergado.
Muchos pastores no se resignan a gastar en mantenimiento el dinero que podría usarse en labores misioneras y ayuda social, como los comedores públicos, dijo el reverendo Ken Carder, un obispo metodista retirado.
FIELES A COMPROMISOS CON MISIONES
Esa renuencia a gastar dinero en mantenimiento ha llamado la atención de las aseguradoras, que han aumentado el número de recomendaciones de mantenimiento a un nivel no visto desde la Gran Recesión, de acuerdo con Rick Schaber, gerente de control de riesgos de Church Mutual Insurance, una compañía de Wisconsin que asegura a más de 100.000 instituciones religiosas en Estados Unidos.
"Hemos descubierto que cuando nuestros clientes se ven obligados a hacer recortes, el mantenimiento es una de las primeras cosas que revisan", dijo. La congregación de Norman, como otras, no quiere reducir su compromiso con el trabajo misionero, así que está considerando pedir un préstamo a un fondo eclesiástico especializado en necesidades de construcción.
Mary Seymour, vicepresidente del fondo Cornerstone, dijo que el número de préstamos ha crecido debido a que las iglesias necesitan financiar más reparaciones de emergencia. "Muchas de nuestras iglesias tienen 150 años o más, y muchas otras se construyeron en la década de 1950, cuando nadie pensaba en los discapacitados", dijo.
SURGE UN NUEVO MINISTERIO
Algunas denominaciones eclesiásticas tienen un fondo común para ayudar a sus congregaciones locales que ya no pueden pagar por el trabajo de mantenimiento como antes, pero a la par ha surgido un ministerio enfocado en esta problemática.
Por ejemplo, tenemos a Partnership for Sacred Places, un grupo dedicado a trabajar con pequeñas iglesias para enseñarles a encontrar la manera de pagar reparaciones y mantenimiento.
Una investigación que el grupo condujo recientemente mostró que cerca de 80% de las personas que usan las instalaciones de las iglesias para actividades como reuniones de Alcohólicos Anónimos o programas extraescolares no son miembros de las congregaciones.
"Nuestra principal meta es convencer a los líderes de Estados Unidos que estos lugares son bienes públicos, no sólo lugares de oración para presbiterianos, metodistas, judíos o católicos, sino algo para la comunidad entera", dijo Robert Jaeger, director ejecutivo de la organización.
Larry Latter, de 67 años, vivió frente a la iglesia Garr Memorial por 17 años hasta que fue demolida en julio por falta de recursos para darle mantenimiento. Mientras veía cómo derrumbaban el edificio, sus reflexiones subrayaron algo que, según Jaeger, deben recordar las iglesias: que la vitalidad no viene de tabiques y cemento, sino que consiste en lo que ocurre adentro. "Cuando me mudé, era tranquilizante saber que Jesús estaba siempre ahí con nosotros", dijo Latter, "pero Jesús no salva a través del edificio, sino a través de nuestras vidas".
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