Aunque China es un estado aconfesional, su constitución protege la libertad de credo, siempre y cuando los seguidores se acojan a las asociaciones autorizadas por gobierno del Partido Comunista de China (PCCh, en el poder desde 1949). Para los cristianos protestantes ("Jidu Xin Jiao", en chino), éstas son el Movimiento Patriótico de los Tres Seres y la Asociación Cristiana de China, que acogen hasta a 20 millones de fieles; mientras que para los católicos ("Tianzhu Jiao"), es la Asociación Patriótica Católica, con 5 millones.
Sin embargo, en los últimos años, las llamadas "iglesias domésticas”, en las que los cristianos protestantes se reúnen en casas particulares para leer la Biblia y rendir culto a Dios fuera de la liturgia oficial, han proliferado hasta congregar a entre 30 y 60 millones de feligreses, entre ellos, a disidentes políticos.
"Los cristianos en China siempre han sido perseguidos", señala Li Jincheng, un protestante de 46 años de Shandong (este). "En cualquier momento puedes ser arrestado y encarcelado", agrega este peticionario, detenido en ocho ocasiones, la última, en diciembre.
Para Li, que dice ser hijo de un militar comunista y de una rusa, el motivo de la persecución es claro: "El gobierno cree que los cristianos representamos a la política occidental" y que su objetivo último es crear un régimen que aúne "dictadura y creencias".
PERSECUCIÓN
En las últimas semanas, la prensa se ha hecho eco de persecuciones de decenas de cristianos evangélicos y de la destrucción de sus hogares-iglesias, como la del 8 de enero en Handan (Hebei, noreste), cuando 30 personas fueron detenidas, según el presidente de la Alianza de Iglesias Domésticas de China, el pastor Zhang Mingxuan.
Los detenidos, desaparecidos desde entonces, fueron acusados de participar en una reunión ilegal y sometidos a interrogatorios, señaló Zhang al diario "South China Morning Post".
Otro tanto sucedió el día anterior con un grupo de 14 cristianos en la región occidental de Xinjiang, "porque se habían reunido de forma ilegal", explicó al rotativo el responsable de la comisaría del distrito de Aksu, Chen Xiaolong.
"Les recomendamos que asistieran a iglesias con certificado", explicó el policía, que añadió que habían sido liberados.
En otro incidente en diciembre, una iglesia protestante en Linfen (Shanxi, noroeste) que reunía a 50.000 creyentes fue atacada por un grupo de matones, que hirieron a docenas y requisaron biblias; y en octubre, la iglesia de Wangbang, en Shanghái, fue clausurada.
Según el pastor Zhang, que ha sido detenido en varias ocasiones, esta campaña de persecución de iglesias no registradas se inició a finales del año pasado: "Creo que cada vez hay más gente que asiste a estas iglesias y el Gobierno se siente amenazado".
NEGATIVA OFICIAL
A pesar de estas evidencias, un empleado de la Asociación de Cristianos de China que declinó identificarse dijo a EFE en conversación telefónica desde Shanghái que no tenían noticia de estos casos: "No sabemos si existen cristianos clandestinos", dijo.
La misma respuesta dio en rueda de prensa la portavoz de turno del Ministerio de Asuntos Exteriores, Jiang Yu, quien dijo no saber nada de estas detenciones de cristianos.
El líder de la Asociación Patriótica Católica, Liu Bainian, asegura que las persecuciones religiosas no existen en su país, pero que, como sucede en otros Estados, los fieles deben obedecer la ley.
OTRAS RELIGIONES
El régimen chino siempre ha frenado creencias que puedan escapar de su control, como el budismo tibetano o el islamismo, relacionado además con minorías étnicas indomables, pero también el cristianismo, todas ellas con líderes fuera de su territorio, a excepción de las iglesias evangélicas, cuya mayoría no responde ante jerarquía alguna.
Aunque se considera al budismo y al taoísmo, con más de cien millones de fieles cada uno, como creencias autóctonas, lo cierto es que Pekín también aplastó de forma radical a grupos budistas que, como Falun Gong, habían llegado a congregar en 1999 a más miembros que el propio PCCh, hoy con más de 70 millones de afiliados.
El cristianismo ha sido fuente de problemas en China, como sucediera entre 1850 y 1864 con la Rebelión Taiping, una guerra civil contra la dinastía Qing liderada por el ortodoxo Hong Xiuquan, que se proclamó el nuevo Mesías, y que dejó 25 millones de muertos.
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