De la aventura que supuso la llegada del hombre a la luna se han escrito millones de páginas de alabanza y crítica. Las motivaciones políticas en plena carrera espacial entre Estados Unidos y la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el discurso no pronunciado -pero redactado- por el presidente Nixon en el caso de que hubiera sido un fracaso, las teorías sobre si fue un montaje «cocinado» en Hollywood.
Pero de lo que casi no se ha hablado, aunque no es un secreto, es que uno de los dos hombres del Apollo 11 que pisó la Luna -cuyo nombre casi queda en el olvido al ser Neil Armstrong el primero- conmemoró lo que en la fe protestante se conoce como «la cena del Señor» o «santa cena»; esto es, un rito en el que se toman el pan y el vino como símbolo y recuerdo de la muerte y resurrección de Jesús (Los católicos, en la eucaristía, celebran la presencia real -no simbólica- del cuerpo y la sangre de Cristo, que vuelve a ser sacrificado). Lo relata el propio astronauta en el libro que publicó en 1973, «Regreso a la Tierra», y lo ha recordado en estos días en el diario «USA Today» el pastor Mark Cooper, de la parroquia presbiteriana de Webster (Tejas), a la que asistía Aldrin.
LA PRIMERA SANTA CENA LUNAR
Eugene «Buzz» Aldrin, celebró de manera privada esta ritual, con ayuda de una pequeña forma de pan, unas gotas de vino y una copa àd hoc´ que le procuraron en la Iglesia presbiteriana de Webster, en Texas. Según describió Aldrin, «abrí los pequeños envoltorios de plástico que contenían el pan y el vino. Vertí el vino en la copa que me dieron en mi parroquia. En la gravedad de la luna, el vino se rizó lentamente y se deslizó por el borde de la copa. Entonces, leí en la Escritura: ´Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante´. Comí el pan y bebí el vino. Di gracias por la inteligencia y el espíritu que habían llevado a dos jóvenes pilotos al Mar de la Serenidad. Fue interesante pensar: el primer líquido jamás bebido en la luna y el primer alimento comido allí, fueron las especies de la comunión».
Desde entonces, la copa que fue usada en la luna, es guardada en la iglesia presbiteriana de Webster, donde cada año, el domingo más cercano al 20 de julio, celebran el «Día de la comunión lunar». La "Heritage Auction Galleries" subastó la tarjeta, con el versículo escrito por Aldrin; y fue adquirida por 179.250 dólares.
Hubo más hechos religiosos registrados en la misión lunar. Así, en la pequeña placa de silicona que quedó en la Luna, firmado por cuatro presidentes de los EEUU y otros 73 líderes mundiales, siete de ellos hicieron referencias a Dios. Fueron los presidentes de Brasil, Irlanda, Vietnam del Sur y Malasia; el rey Balduíno de Bélgica, el Papa Pablo VI y el Sah de Irán.
IMÁGENES CENSURADAS
La idea del miembro de la tripulación más famosa de la carrera espacial, era haber dejado testimonio gráfico de todas sus expresiones de fe con ayuda de las cámaras de que disponían. Sin embargo, los astronautas se vieron obligados a realizar todas sus prácticas religiosas con una gran discreción, porque la NASA no veía con buenos ojos estos gestos. Un año antes, en 1968, la misión del Apolo 8 había logrado su objetivo de orbitar diez veces la Luna en a lo largo de 20 horas. Era la víspera de Navidad, el 24 de diciembre por la noche, y sus tres tripulantes, Frank Borman, Jim Lovell y Bill Anders, realizaron una sorprendente conexión en directo con los canales de televisión de todo el mundo. «Estamos cerca de la Luna y, para todos los que nos siguen desde la Tierra, la tripulación del Apolo 8 tiene un mensaje que le gustaría compartir: “En el principio, Dios creó el cielo y la Tierra”», comenzó a leer Anders. Era el inicio del libro del Génesis, que prosiguieron leyendo los tres astronautas en turnos hasta el versículo 15. «Y Dios hizo dos lumbreras grandes, la mayor para gobierno del día y la menor para gobierno de la noche», continuaron. «Buenas noches, buena suerte, feliz Navidad y que Dios les bendiga a todos», fue la conclusión de su conexión en directo. Este gesto enfureció a Madalyn Murray O’ Hair, una conocida activista atea, quien demandó a la NASA. El auto fue desestimado por la Corte Suprema, pero la agencia espacial exigió a sus astronautas desde ese momento una mayor «contención» religiosa.
EL SALMO 8, EN EL ESPACIO
El astronauta presbiteriano Aldrin llevaba también un trozo de papel en el que había garabateado algunos versículos del salmo 8: «Cuando veo los cielos, obra de tus manos, la Luna y las estrellas que creaste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que de él te preocupes?». Aldrin posó el papel sobre la superficie del satélite y regresó a la nave.
El católico Michael Collins, otro de los integrantes del Apolo 11, también quiso dejar constancia de su fe. En una de las paredes internas de la nave dejó escrito: «Nave espacial 107. La mejor creada. Que Dios la bendiga».
En enero de 1971, dos de los tripulantes del Apolo 14, Shepard y Mitchell, depositaron sobre la superficie lunar un paquete que contenía la Biblia en microfilm y el primer versículo del Génesis en 16 idiomas. Seis meses más tarde, durante la misión del Apolo 15, James B. Irwin, tras caminar sobre la Luna, declaró haber «sentido el poder de Dios como jamás lo había sentido antes». En 1998, John Glenn, que regresó al espacio después de 36 años, declaró: «Para mí es imposible contemplar toda la creación y no creer en Dios». Quien sabe, quizás haya que estar en la Luna para encontrarse con el Señor...
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