"¿Ha quedado atrás la Reforma? Una evaluación evangélica sobre el catolicismo contemporáneo" (Baker) de Mark A. Noll y Carolyn Nystrom sostiene que no solamente en cuestiones políticas actuales como el aborto, sino también en temas de espiritualidad, los católicos y los protestantes conservadores tienen más puntos en común que nunca.
Resumiendo la situación, Noll -historiador en el Wheaton College en Illinois - dijo en una entrevista que entre los dos grupos ve "diferencias bien serias, pero no diferencias de vida o muerte como fueron consideradas durante por lo menos cuatro siglos".
Considera que tres hechos en particular han fomentado la armonía: el primero, que el Concilio Vaticano II (1962-65), que estimuló los contactos con los protestantes y abolió de una vez por todas la antigua hostilidad papal hacia la democracia y la libertad de conciencia en la religión. El segundo, el dictamen liberal de la Corte Suprema de Estados Unidos en 1973 que legalizó el aborto, y que provocó un activismo social conjunto, ahora reforzado por la cuestión del casamiento entre homosexuales.
En tercer y último lugar, la elección en 1978 del papa Juan Pablo II, que se convirtió en un héroe para gran parte de los evangélicos norteamericanos por contribuir a derribar el comunismo europeo y por hablar efectivamente en nombre de la tradición cristiana.
Otros pensadores religiosos, además de Noll y Nystrom -una escritora que asiste a la iglesia presbiteriana de Noll- coinciden en que el clima ha mejorado.
"La admiración por Juan Pablo II es sencillamente notable dado el odio histórico (de los evangélicos) por el papado", dice William Sea, del Colegio de la Santa Cruz. Su libro del 2004 "El león y el cordero: evangélicos y católicos en Estados Unidos" (Oxford) coincide con el parecer del libro de Noll-Nystrom pero desde el bando católico. Si acaso, cree, el papa Benedicto XVI está más cerca de la visión de los evangélicos que Juan Pablo.
Aun Michael Horton, del Seminario Westminster de California, un evangélico que sigue sumamente crítico de la teología católica, dice que "el desplome cultural percibido en occidente se ha convertido en una preocupación tan abrumadora para los católicos y protestantes conservadores que casi cualquier otra cosa ha pasado a segundo plano".
El giro político a partir de la campaña presidencial de 1960 fue resumido en forma elocuente el año pasado por el activista religioso de derecha Gary Bauer: "Cuando John Kennedy pronunció su famoso discurso de que el Vaticano no le diría qué hacer, los evangélicos y los bautistas del sur respiraron de alivio. Pero hoy los evangélicos y los bautistas del sur esperan que el Vaticano les diga a los políticos católicos qué hacer".
Aunque las guerras culturales ocupan buena parte de la atención de los medios de comunicación, Noll y Nystrom están más interesados en los vínculos espirituales entre ambos grupos, que combinados representan más de la mitad de todos los practicantes religiosos en Estados Unidos. Un ejemplo notable: cuando el pastor Billy Graham predicó por primera vez en Cracovia, Polonia, quien lo había invitado estaba en Roma coronándose como el papa Juan Pablo II.
EL PAPEL DEL VATICANO
Mientras tanto, a nivel oficial, el Vaticano y los obispos católicos están mucho más involucrados en sus contactos con las iglesias protestantes centrales que con los evangélicos conservadores.
Eso aumenta la importancia de las conversaciones extraoficiales, en particular "Evangélicos y católicos juntos", conducidas por el sacerdote católico Richard John Neuhas de la revista First Things y el evangelista Charles Colson. Los participantes han emitido cuatro declaraciones conjuntas (Noll avaló las dos primeras, mientras que Horton se opuso) y están elaborando una quinta.
Noll y Nystrom reconocen que el movimiento evangélico puede ser desconcertante, ya que se trata de un movimiento complejo que consiste en varias denominaciones, congregaciones locales, organizaciones independientes y líderes individualistas. Al igual que Noll, Shea cree que la mayoría de los desacuerdos deriva de dos visiones radicalmente diferentes de la Iglesia cristiana.
"Nosotros los católicos somos gente de Iglesia y alentamos una serie de creencias sobre la Iglesia y percepciones de la Iglesia que los evangélicos no tienen", dice Shea, que califica este hecho como "el gran obstáculo casi insuperable".
Los evangélicos son paladines del principio de la Reforma protestante que proclama "las Escrituras únicamente" como fuente de autoridad religiosa, mientras que el catolicismo atesora tanto las Escrituras como la tradición interpretada por la Iglesia católico-romana. Otros ejemplos incluyen la autoridad del papado y sus dogmas sobre María.
De todos modos Noll y Shea creen que los evangélicos están mucho más cerca del catolicismo en cuanto a las enseñanzas cristianas centrales que los protestantes más liberales. ¿Significa esto que la Reforma ya quedó atrás? Noll replica que "la respuesta no es todavía un sí, aunque avanza en esa dirección".
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