La epidemia de la Covid-19 ha afectado de manera diferente a los distintos colectivos de la población. Uno de los que han sido golpeados con más contundencia por la propagación del virus es el de las personas en situación de sin hogar. “Esta epidemia ha afectado de una manera mucho más profunda a quienes eran más vulnerables”, explica Lidia García, coordinadora de la entidad cristiana Ágape+ en Barcelona, dedicada al acompañamiento y la atención de personas en riesgo de exclusión social.

Y es que lo que para la gran mayoría ha sido un distanciamiento social que podía aliviarse a base de videollamadas, para los más vulnerables ha significado la ampliación del abismo que ya existía antes entre ellos y el resto de la sociedad. “Todo el mundo puede hablar con sus familias, pero con estas personas, si no tienen teléfono, es imposible. Del seguimiento de personas que conocemos y que están en situación de calle, solo hemos podido seguir hablando con los pocos que tienen teléfono y no se lo han robado”, remarca García.

Por si fuera poco, este aumento del distanciamiento social entre aquellos que habitualmente cuentan con menos compañía, se ha visto acentuado por el abrupto cierre de sus escasas fuentes de recursos. “¡No tienen ni cartones! Parece una tontería, pero si no hay comercios abiertos, no hay cartones. Es decir, no están pudiendo ni siquiera utilizar lo que usan habitualmente para resguardarse. Muchas personas no saben adónde ir. Se lo están encontrando todo cerrado. Tienen miedo, no hay nadie por la calle, añade la responsable de Ágape+.

Confinarse cuando no se tiene un hogar

“Todo el mundo dice que te quedes en casa y que te laves las manos, pero la gente en situación de sin hogar, ¿cómo puede hacerlo? ¿Dónde confinarse cuando no se tiene un hogar?”, se pregunta García. Desde Ágape+ remarcan que el confinamiento no ha sido sinónimo de garantías para conservar las relaciones y el acceso a recursos básicos para las personas en situación de sin hogar. “Muchas de las personas que están en la calle pasan el día en las bibliotecas, en los centros de día, en los centros cívicos, utilizan los lavabos de los bares para cambiarse y asearse.  Pero ahora todo está cerrado. Muchos de los recursos a los que atendían, han cerrado también”, indica.

[photo_footer]Desde el inicio del confinamiento Ágape+ ha preparado y repartido más de 400 kits con productos de higiene./Ágape+[/photo_footer]

“Esto ha provocado que se hayan roto muchos de sus vínculos y relaciones que personas en una situación normalizada pueden seguir manteniendo. Así que les ha afectado mucho más. Por un lado en cuanto al acceso a recursos. Por otro, en cuanto a las relaciones personales. Si antes estaban solos, ahora mucho más. Tener un hogar es esencial. Y esta crisis lo ha puesto aún más de manifiesto”, señala. 

[destacate]"Muchas personas en situación de sin hogar tienen miedo de ir a los centros habilitados".[/destacate]El aspecto relacional es el más damnificado, según observan desde Ágape+, ya que la actividad de entidades privadas como esta se ha visto limitado al reparto de bienes de primera necesidad, siempre manteniendo las distancias de seguridad, como es el caso de la organización barcelonina, que lleva repartidos más de 400 kits con productos de higiene personal desde el principio de la crisis. “Para nosotros, lo más duro es no poder mantener la relación con todas las personas que conocemos y que están en la calle. Todas las entidades coincidimos en eso. Es muy duro tener que dar un paquete a través de una puerta. Se ha perdido la relación personal, que es lo que más necesitan estas personas, un abrazo, conversar con ellas. Se han roto muchas relaciones que se estaban construyendo, muchas oportunidades y procesos hacia una transición que se habían iniciado”, señala.

Aumento de la inseguridad

Desde el inicio del confinamiento, cuatro personas que vivían en la calle han sido asesinadas en Barcelona. Otro de los efectos que ha generado la imagen de las calles desiertas es el aumento de la “vulnerabilidad” de las personas en situación de sin hogar, que se ven “mucho más desprovistas”. “Tienen miedo, son mucho más vulnerables a las agresiones”, asegura García.

El problema de los centros de acogida provisionales

Desde el Ayuntamiento de Barcelona, ciudad en la que hay aproximadamente entre 3.500 y 4.000 personas en situación de sin hogar, aseguran haber habilitado 2.900 camas para “alojar a personas sin hogar, 680 más de lo que era habitual”. Una cantidad que algunas entidades privadas niegan que sea real. Además, en algunos casos, las instalaciones son vistas como inseguras por las personas que se encuentran en la calle. “Es más fácil contagiarse allí con cientos de personas que aquí, que estoy al aire libre”, explicaba un hombre sin hogar en un reportaje del diario Ara.

[photo_footer]Imagen del interior del alojamiento provisional para personas vulnerables en Fira de Barcelona./ Clara Soler, Ayuntamiento de Barcelona, Flickr CC.[/photo_footer]

“Muchas de las personas en situación de sin hogar no quieren ir a los centros habilitados porque tienen miedo”, afirma García. “¿Cómo sabes que no vas a coger el virus si te están confinando con cientos de personas más? Además, en los pabellones que se han habilitado, lo que han hecho ha sido instalar literas de tres. No hay ni siquiera colchones, son camastros. Imaginémonos a 200 personas ahí metidas, cada uno con su historia, con sus patologías, trastornos mentales o adicciones, y sin poder consumir, con todo lo que esto genera. Da miedo y, lógicamente, hay personas que prefieren quedarse en su esquina que entrar ahí”, remarca.

Desde Ágape+ gestionan dos pisos de acogida, uno para hombres y otro para mujeres y menores, y estas semanas, aunque han tenido que suspender la actividad de los voluntarios, “sobre todo por la protección de los usuarios”, el equipo que coordina la entidad ha seguido trabajando con las personas que residen en las dos viviendas a través de videollamadas y haciéndoles la compra o facilitándoles otros recursos. “No se trata solamente de tener un techo. Es muy importante estar por ellos”, dice García. “Conversar con ellos semanalmente para ver cómo están, y cómo se encuentran en medio del encierro. Es una situación difícil porque no es lo mismo hacer un confinamiento cuando se tiene un estado emocional estable, que encerrarse cuando se está mal. Y en los pisos tenemos algunas personas que están muy mal a nivel emocional y tienen procesos muy complejos que se han visto paralizados por todo esto”, añade.

Con la entrada en vigor de las fases de desescalada del confinamiento, la pregunta que se hacen muchas entidades que trabajan con personas en situación de sin hogar es cómo será la ‘nueva normalidad’ y si se podrán recuperar muchas de las relaciones que se han visto interrumpidas. “Tampoco lo sabemos”, apunta García.