El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Los atentados en Cataluña fueron perpetrados por jóvenes de clase media con una integración aceptable. Muchos siguen preguntándose por qué.
Una carta encontrada entre los restos de la explosión en la casa de Alcanar confirma la vinculación de la célula terrorista que atentó la semana pasada en Barcelona con el Estado Islámico.
Poco a poco se van conociendo más detalles de la relación que el imán -supuesto líder de la célula- Abdelbaki Es Satty tejió con varios jóvenes de la zona, formando así un grupo dispuesto a asesinar y sacrificarse por la causa del Daesh.
Todos los jóvenes procedían de Ripoll, un pequeño pueblo de solo 10.000 habitantes y con una comunidad musulmana de origen magrebí de aproximadamente 500 personas. La carta de una asistenta social resume el sentimiento de consternación, que también comparten aún amigos y familiares de los jóvenes.
Desde todos los ámbitos se apunta a la influencia de Abdelbaki Es Satty, ejercida durante varios meses, tal vez durante un año. El secretismo y la cautela con la que operaron los miembros de la célula ha sorprendido a muchos, pero no tanto a los expertos que han estudiado el yihadismo en nuestro país.
Así se puede entender al leer el informe realizado en 2016 por el Instituto Elcano, firmado por Fernando Reinares y Carola García–Calvo: un informe estadístico y sociológico que trae datos sobre la incidencia del Estado Islámico en España, haciendo un análisis de los 113 detenidos durante este período. Asimismo intenta responder a la pregunta más recurrente estos días: ¿qué lleva a unos jóvenes “normales” a unirse al Daesh y estar dispuesto a morir por su causa?
EL ESCENARIO
Pero primero, veamos los datos. Entre 2013 y 2016 se detuvieron a 113 personas por vinculación con el Estado Islámico en nuestro país. “Más de una tercera parte del total formaba parte de células, grupos o redes con voluntad de atentar dentro de España”, explica el informe.
En nuestro país, la vinculación con el Estado Islámico se ha realizado mayoritariamente en grupo. Solo un 5,6% de los detenidos se pueden considerar “lobos solitarios”. El resto, un 94,4%, llegaron a formar parte de algún tipo de grupo o célula.
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EL MÉTODO DE CAPTACIÓN
El “modus operandi” del imán de Ripoll no es nuevo. Ya en 2013 se detectó a una célula yihadista formada por siete hombres en Terrassa que fueron radicalizados en reuniones privadas en las que se compartían materiales usados por el Estado Islámico.
“Quienes se radicalizaron en compañía estuvieron de uno u otro modo en contacto con un agente de radicalización y reclutamiento”, afirma el informe, que señala asimismo el factor familiar y de cercanía por amistad como potenciador de esta radicalización. “Domicilios privados, lugares de culto y centros culturales islámicos, espacios al aire libre, así como centros penitenciarios, destacan entre los ámbitos físicos de radicalización”, concluye el informe.
LAS MOTIVACIONES
Pero ¿cómo es posible que jóvenes “normales” lleguen a formar parte de este movimiento? El informe concluye que siete de cada diez yihadistas vinculados con el Estado Islámico en España se unen por un convencimiento ideológico y religioso. Adoptan el “salafismo yihadista”, dice el informe, “una ideología que justifica moralmente el terrorismo al asociar el concepto de yihad, entendido en su acepción violenta, con la observancia del islam”.
De esta forma, los terroristas cuentan con una justificación de sus actos, dado que consideran “su obligación” llevar a cabo la yihad. “La justificación religiosa del terrorismo y el convencimiento de que esa violencia es además útil son motivaciones a menudo combinadas con incentivos selectivos, tanto materiales como no materiales”, añade el informe. ¿Cuáles son esos incentivos? Los prometidos en su concepción religiosa del islam.
“¡Cómo no voy a ir a la yihad si figura en el verdadero hadiz contado por el Profeta, que la yihad es la cumbre de la creencia en el islam. Combatir por las causas de Alá es la mejor obediencia”. Son las palabras de un español de Ceuta de 31 años, que viajó a Siria y las escribió en una carta a su esposa, justo antes de inmolarse en un atentado suicida, en 2015.
Pero no solo se les invita a la yihad como compromiso con su fe, sino también como redención propia. El informe señala cómo un marroquí de 26 años, detenido en España por implicación yihadista, explicaba a su agente de radicalización que unirse al EI era “una oportunidad para las personas que han pecado, como yo”.
JÓVENES ¿INSATISFECHOS?
Estas motivaciones encuentran un caldo de cultivo en jóvenes "insatisfechos", aunque esta insatisfacción no sea siempre detectable por agentes sociales, familia o amigos. Pueden tener una economía solvente, relaciones sociales normales… pero no un verdadero sentido existencial. Uno de los detenidos por actividades relacionadas con el Estado Islámico en 2015 en Madrid contaba así su camino: “Llegué hasta un punto, amigo, que ya me daba igual el mundo, te lo juro, tuve un momento... Odio la vida y hubiera preferido estar muerto”.
El informe señala que en España -como en otros países occidentales- son los adolescentes y jóvenes de segunda generación y ascendencia musulmana quienes pueden enfrentar un “complicado y delicado equilibrio entre culturas y son propensos a tensiones de identidad”. A estos “el EI les ofrece una solución a sus conflictos de identidad, que no es la única posible sino sólo la más extrema: afirmar violentamente su identidad musulmana e incluso migrar a una sociedad, como el presunto califato, ordenada según la sharía”.
La radicalización, apunta el informe, también procede de la frustración o el odio que surge de la propia doctrina salafista. Esta corriente -de la que se calcula que se predica en un tercio de las mezquitas en Cataluña- promueve el odio hacia judíos y cristianos. También hacia musulmanes “que no siguen los dictados del salafismo yihadista tal y como aquellos lo han adoptado”.
LA SITUACIÓN ACTUAL
¿Cómo responder a esta situación? ¿Hay algo que hacer ante el radicalismo? En el informe se concluye que es “una realidad compleja” a la que las respuestas simples no ayudan. Se apunta a la respuesta institucional: unidad policial, unidad de las instituciones políticas en su oposición al yihadismo y estrategias de educación colectiva. Sin embargo, ¿qué tiene que decir la sociedad? En particular, ¿podemos los evangélicos aportar algo distintivo, más allá del apoyo a las acciones institucionales? Este será el tema de un próximo reportaje.
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