El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El ministerio cierra 55 años de historia con 92.000 alumnos atendidos en 35 países.
La educación es un derecho. Acceder al Evangelio también, aunque todavía no es así en todo el mundo ni fue así en la España que surcó cuatro décadas de dictadura.
Un elemento clave es la libertad y, tal como nos recuerda el apóstol Juan, "la verdad os hará libres". En esos años no faltaron voces y manos que se las ingeniaron para difundir, para avivar, para acercarse a cientos de miles de hogares a pesar de las dificultades. Un ministerio clave fue Cursos Bíblicos por Correspondencia —rebautizado décadas después como Cursos Bíblicos ya en la era de internet—, que hace unos días celebró un acto simbólico de despedida en Terrassa, al que acudieron una treintena de los 40 colaboradores con que ha contado en sus 55 años de historia, a lo largo de los cuales ha llegado a atender a casi 92.000 personas de 35 países.
Los inicios de Cursos, allá por los oscuros y complejos años 60 no fueron fáciles. El fundador y director de Cursos, Daniel González, contaba entonces con poco más de 20 años y decidió enrolarse en los equipos de Operación Movilización (OM), una organización internacional que trabaja para promocionar iglesias con liderazgo local en cualquier punto del planeta, además de colaborar con numerosas entidades cristianas.
España llevaba ya más de dos décadas inmersa en el túnel fatídico del franquismo, años durante los cuales el trabajo evangelístico se topaba de bruces con la oposición de los curas católicos o con habituales visitas a las comisarías y con la confiscación de literatura cristiana, expulsiones y alguna que otra noche en el cuartelillo gentileza de la Guardia Civil de la época.
González, nacido en Salamanca, dedicó cinco años a liderar equipos, visitar cientos de pueblos, realizar campañas de evangelización, distribuir literatura y predicar. En Barcelona hizo amistad especial con un grupo de creyentes muy inquietos por la situación evangélica del país y allí se gestó el embrión de lo que sería Cursos durante más de cinco décadas.
González recuerda como "llegamos a mandar un millón de folletos por correo, en dos envíos de 500.000, pero teníamos que hacerlo con mucho cuidado para despistar la vigilancia franquista". Él mismo cuenta que una acción clave para la creación de Cursos fue ese envío clandestino, que se llevó a cabo con cautela "y repartiendo sigilosamente las cartas en buzones de distintas ciudades de España".
Se ofrecía el Evangelio de Juan y un curso bíblico. La respuesta fue avasalladora, ya que llegaron, a través de Portugal, unas 30.000 solicitudes en dos tandas "que pasamos al ministerio holandés La luz de la vida" al desbordar la capacidad de atenderlas, pero la semilla de Cursos ya estaba plantada, y su primera oficina se situó en Terrassa —la misma ciudad donde, ironías de la vida, residen Daniel González y su esposa Carme Martí, otra de los miembros clave en la fundación de Cursos—, para trasladarse después a Madrid (sede que atendió Martí durante cinco años) y regresar a Barcelona.
González, también especializado en la obra pionera de establecimiento de iglesias, creó una iglesia en la calle Marquesa de Caldes en Barcelona junto a otras personas. Esta creció y nació otra comunidad en calle La Bisbal en 1970. Los creyentes que quedaron en Marquesa siguieron creciendo y se acabaron trasladando a Passeig Maragall. Todo este movimiento, que puede parecer laberíntico, tiene un vínculo directo con Cursos, ya que la oficina en Madrid fue absorbida por La Bisbal en Barcelona y se situó en un pequeño local de Passeig Maragall, para acabarse trasladando al de Marquesa de Caldes, que había quedado libre con la marcha de la iglesia que aquí quedó y que se convirtió en el centro de operaciones del ministerio durante las siguientes décadas, antes de cerrarse en el 2009.
En 1975, un joven de los Estados Unidos, Bill Roop, llegó a España para participar en una campaña de verano y llegó a ser un importante promotor de Cursos, antes de implicarse en el que sería su trabajo principal como misionero en Ceuta, donde todavía reside. Primero, trabajando en Barcelona, para trasladarse después a Girona. Allí, su persistencia e insistencia consiguió muchas solicitudes de cursos, con encuentros que llegaron a derivar en la implantación de una iglesia en la localidad de Girona.
El mismo Roop, después conocido más como Guillermo que como Bill, recuerda como, en su etapa en Girona, llegó a visitar todas las viviendas de la ciudad. Sí, han leído bien, todas, unas 12.000. "Y lo hice un par de veces", añade con su eterna sonrisa.
El contacto con matrimonios misioneros estadounidenses fue una constante en esos años, ya que en el año que dedicaban para adaptarse a la cultura y conocer el idioma se pusieron bajo la supervisión de líderes de Cursos en Barcelona y Girona. Explica González como "el enriquecimiento del equipo y la visión de iniciar nuevas iglesias creció y se fortaleció" hasta concretarse en nuevos lugares de culto en localidades como Salt, Figueres, Roses, Blanes y Sant Feliu de Guíxols.
Eso sí, la filosofía de implantación pasaba por impulsar las iglesias, aunque trabajando su posible independencia por acuerdo entre los líderes de la comunidad y Alturas.
¿Pero qué es Alturas? En esa misma época nació también el programa Timoteo, consistente en un año de preparación sobre el terreno, a la par que el número de alumnos de Cursos no dejaba de crecer. De hecho, Cursos Bíblicos ya se había ganado el estatus de marca que englobaba también ese otro trabajo de implantación de iglesias y de formación, por lo que se fundó una nueva entidad llamada Misión Alturas, un nuevo paraguas que daría cobertura a los departamentos de evangelización (Cursos Bíblicos), establecimiento de nuevas iglesias, curso de entrenamiento (Timoteo), nuevas iglesias en Marruecos y Turquía y actividades con adolescentes (Esplai Alturas).
Pero volvamos a Cursos, que durante su historia fue pasando por distintas fases. En 1990 se creó una oficina en Valencia para atender las tres provincias de esa comunidad, así como a Murcia, espacio que funcionó hasta el 2003. Pero si hay un año crucial en el andar de este ministerio, fue 1996. Hasta entonces, detalla González, "no despachábamos fuera de España", pero se inició la oferta por internet y, desde entonces, "llegamos a estudiantes de 35 países", además de "poder mantener un contacto más rápido y directo con los alumnos, comprobando de forma ágil cómo abrían su mente al Evangelio y descubrían a Jesús".
Al año siguiente se empezó también a servir todos los cursos en catalán y, posteriormente, se llegaron a abrir nuevas delegaciones en Palamós y Blanes. Pero si algo destaca Daniel González del trabajo llevado a cabo por Cursos, es "la larga relación, y personificada, con los estudiantes, la prontitud en despachar sus lecciones y la forma de responder a sus preguntas y necesidades", con una tarea que ha funcionado durante muchos años.
Más de 40 personas han pasado por Cursos como colaboradores, pero la figura clave en este ministerio es Daniel González: Perito mercantil de formación, ha sido anciano en diferentes iglesias de las Asambleas de Hermanos (Guinardó, La Bisbal y Sant Feliu de Guíxols dan fe de ello), además de director de las citadas Misión Alturas y Cursos Bíblicos, ministerio del que se jubiló en 2005. Eso sí, sin desvincularse de él en ningún momento, ya que ha seguido supervisando estudiantes a diario, manteniendo esa constancia que permitió dar respuesta a tantas personas.
González explica como el ministerio siempre tuvo clara su vocación profesional. ¿En qué sentido? En el de cumplir a rajatabla unos horarios y unos compromisos de trabajo, un testimonio imprescindible, especialmente hacia aquellas personas que como donantes fieles y comprometidos permitieron ese más de medio siglo de existencia.
El dinero no siempre cubría todas las necesidades "y durante once años trabajamos vendiendo lanas en los mercadillos", tarea que permitió cubrir hasta el 25% del presupuesto. Era un trabajo duro, ya que requería madrugar, montar y desmontar el puesto y desplazarse a diferentes localidades de Catalunya en su mercado semanal. Además de lanas, en otra época vendieron ropa y hasta miel de unos panales que se encontraban en Andalucía y que convertían el pasillo del piso de los González en un verdadero almacén de tan dulce manjar.
Fue un tiempo de testimonio en esos entornos, aunque tenían muy claro que allí el objetivo no era tan evangelístico (en el sentido explícito de la palabra) como el de Cursos. Eso sí, "en Navidad sí que caía algún folleto en la bolsa de los clientes", señala González". Carme Martí añade que parte del secreto pasa "por una filosofía laboral en la oficina, con horarios claros, puntualidad y vacaciones establecidas como en cualquier lugar de trabajo". Martí también comenta que "ese ejemplo hacia los demás ha sido también bueno para nosotros".
El reciente encuentro en Terrassa sirvió para repasar historia, para agradecer a Dios tantos años de dedicación y, de forma especial, para compartir sensaciones y momentos vividos en un ministerio nacido en blanco y negro y en una era sin apenas televisores, y que vio como hace unos meses el último estudiante finalizaba su curso, en plena época de la inmediatez, de la alta velocidad, de la realidad virtual y de las redes sociales que todo lo ven y todo lo comparten.
En el tiempo de despedida compartido en esa celebración, los responsables de Cursos comentaron que más de medio siglo ha dado para mucho. "Testigos y cómplices de nuestra historia", dicen, han sido "aquellos buzones amarillos que, cada vez menos, encontramos en las ciudades. Desde allí se empezaron a mandar cientos de miles de ofertas de cursos, cuando requeríamos de prudencia. Desde allí, miles de personas, de rostros desconocidos pero ansiosos de acercarse a la Palabra, respondían, participaban. Muchas, más de 700, nos consta que se convirtieron. Casi 92.000 interlocutores epistolares (aunque llegó un día que esos postes amarillos empezaron a compartir su labor con internet, el buzón de buzones). Nuestro entusiasmo para proclamar el nombre de Cristo ha necesitado muchas manos, muchas mentes, muchos corazones". El acto de Terrassa sirvió para agradecer ese trabajo.
Uno de los muchísimos folletos que se solían repartir desde Cursos nos recordaba que en nuestra vida hay una constante encrucijada de autopistas, pero que debemos elegir para dar sentido a nuestra existencia. Nuestra autopista sin peajes, nuestro mejor web o nuestro consejero principal para saber qué decisiones tomar debe ser Jesús. “Yo soy el camino” dijo él mismo. Cuatro palabras simples y directas que resumen cualquier guía, que convierten a Jesús en el mejor compañero de viaje y de refugio, de la misma forma que todo ese equipo de personas lo ha sido para Cursos.
Las cifras, de hecho, hablan con claridad acerca del impacto del ministerio: 19 millones de personas han recibido una oferta de curso y 92.000 solicitudes de 35 países han requerido un trabajo constante, que se concretó en 23.000 estudiantes, de los que 3.680 finalizaron uno o todos los cursos. Si alguien tiene curiosidad por conocer el contenido del material de Cursos, sus responsables detallan que se ha trabajado con un contenido muy completo, que va desde el Evangelio de Juan (con cursos preparatorios y otros ya más centrados en la persona de Jesús), hasta Hechos de los Apóstoles, pasando por Gálatas (acerca de la libertad cristiana), Colosenses y por un extenso listado de temas monográficos —originalmente se grababan en cintas de cassette—, sin olvidar la edición de libritos y folletos.
Una pregunta habitual en el entorno de Cursos suele ser: ¿De dónde salían tantos alumnos? Durante años se han llevado a cabo campañas publicitarias en radio, televisión, prensa escrita y revistas (especialmente de temática esotérica como Más allá, con lectores ávidos de encontrar algo en su vida), sin olvidar los programas telefónicos, la propaganda que llevaban a cabo los mismos alumnos o el reparto de folletos de elaboración propia —como el buen pan— que respondían a títulos tan sugerentes como Ben-Hur, A mí, ni fu ni fa o El pan de vida.
El papel de los alumnos es clave en este sentido, ya que sus vivencias han servido de testimonio directo para otros. Los responsables de Cursos, durante tantos años, han recogido comentarios que les llegaban a través de estudiantes de contextos muy dispares. Así, ponen como ejemplo las palabras de algunos de ellos: una mujer argentina, María, dijo en una ocasión que "hasta ahora me consideraba una buena cristiana, bautizada, confirmada, con comunión y casamiento. En fin, cumpliendo los ritos de la Iglesia, pero estudiando el Evangelio de Juan me encontré con la gran sorpresa de que no soy hija de Dios sino criatura de Dios. Pienso que no fue casualidad empezar este curso y espero que muy pronto y con la ayuda de ustedes, me adopte Dios como hija espiritual. ¿Pero qué debo hacer? simplemente esperar. Estoy trabajando mis yos a efecto de mejorar como persona. No escuché jamás a sacerdote alguno hablar sobre este tema. Pero doy gracias por empezar a conocer el camino".
Un sacerdote católico mexicano, Máximo, dijo en otra ocasión que "he llegado a tres conclusiones tras estudiar el Evangelio de Juan. Una, la confirmación y fortalecimiento de mi fe en Jesús, que vino a darme vida. Otra, hacer un compromiso más fuerte de dar a conocer al Señor Jesús. Y la tercera, que ha merecido la pena este estudio, muy útil para mí y para mi ministerio de enseñar. Lo siento como un medio muy eficaz para la conversión y bendición de Dios a las gentes que tengo confiadas". Eso sí, algunos de los testimonios más crudos y directos han provenido de contextos duros como cárceles y centros de rehabilitación, donde muchos alumnos han dotado de sentido a sus vidas.
Un histórico colaborador, Reimar Nägelen —fue visitador de estudiantes— explica emocionado como en los años 70 alguien de OM entró en una peluquería en Riba-Roja de Túria (Valencia), donde le compraron un Nuevo Testamento que contenía un folleto de Cursos. Ese hombre inició los cursos y mostraba mucho interés, por lo que se pidió a Nägelen que le visitara. Dice Nägelen: "Era un hombre sencillo, sin preguntas, pero acabó todos los cursos y ya no había más material para él. Lo visitamos y se había convertido. Nos abrió a su casa y lo hizo con más gente. Y hoy día, gracias a él, hay una iglesia en una localidad tan pequeña como esa".
El mismo Nägelen recuerda como, en otra ocasión, decidió —junto a su esposa Ada, ya fallecida— llevar a cabo un viaje misionero por la zona de Andalucía, pero "se nos acabó el dinero, cuando recibimos un ingreso de 15.000 pesetas, justo lo que necesitábamos". Y añade: "Lo hizo un chico de Austria, que nos comentó que sintió la necesidad de dar esa cantidad". Los recuerdos se agolpan en la memoria de cada colaborador.
Jorge Torres recuerda como "mi primera tarea fue la de doblador de folletos", para pasar después a encargarse de responder a estudiantes. Marta Walder, de origen suizo pero con más de media vida ya en Barcelona, ha formado parte del equipo central de Cursos desde sus inicios hasta que se jubiló. Ella misma comenta como con cada alumno "se establecía una relación especial, que te permitía conocerlos con mucho detalle".
De hecho, tras su retiro ha visitado a muchos de esos alumnos por toda la geografía española; hace poco estuvo en Tomelloso, en la provincia de Ciudad Real, donde pudo realizar una visita emocionante: "Pude conocer en persona a una chica que fue alumna de Cursos cuando tenía 12 años, y que ahora ¡ya es una madre con hijos de más de 20!", dice Walder.
Otro colaborador, Fernando Peiró, es capaz de enumerar hasta media docenas de tareas dispares que llevó a cabo en Cursos, desde "atender cartas o exhortar a alumnos, hasta arreglar cintas o archivar cartas, pasando por enviar calendarios o boletines por correo". En otro sentido, Montse Salvador recuerda su tarea como traductora al catalán, aunque Daniel González también se refiere al apoyo de su marido Enrique, al que también considera colaborador de Cursos por el hecho de que "con tu trabajo permitías que tu mujer participara en el ministerio", sin olvidar que él mismo llegó a involucrarse en el proyecto con un capítulo muy bonito como fue el de cartearse con presos.
Al equipo base de Daniel González, Carme Martí y Marta Walder —esta, desde 1971— hay que añadir algunos otros como Ángel —otro nombre importante en Cursos, ya que creó su ficha informática, fue corrector y llevó la oficina de Blanes—, Juan, Sara, Nicasio, Xenia, Daniel Nadal, Marisa, Xavi, Toñi o Ruth. Nombres de personas que han dedicado, en silencio, parte de su tiempo al ministerio durante esta etapa que se cierra pero que deja un legado que no hace más que responder a la propia demanda de Jesús de ser sal y ser luz allí donde nos encontremos.
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