Según una encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), cuatro de cada 10 españoles ha recurrido en alguna ocasión a medicamentos para tratar la ansiedad, la mitad en el caso de las mujeres, y hasta un 29 por ciento lo ha hecho en el último año.
El trabajo se ha elaborado a partir de más de 2.000 entrevistas a ciudadanos de entre 18 y 74 años, a quienes se les preguntó por los medicamentos que habían usado para tranquilizarse o sentirse más relajado, ya fueran ansiolíticos, somníferos, antidepresivos, u opiaceos. Los tranquilizantes naturales, como la valeriana y las infusiones de hierbas como la tila no están contabilizadas.
Tras estos datos, que se publican en la revista 'OCU-Salud' del mes de febrero, esta organización considera que
las cifras de consumo en España son “llamativamente altas”, sobre todo cuando se han comparado los datos con encuestas similares realizadas en Bélgica, Italia, Portugal y Brasil.
De hecho, el coordinador del Grupo de Salud Mental de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC), Enric Aragonés, ha reconocido a Europa Press que el uso de medicamentos para combatir la ansiedad o los nervios es un problema “real” en España que “preocupa mucho a la profesión médica” por los posibles efectos a largo plazo que puede ocasionar.
Además, este experto ha confirmado que esta opción es más frecuente en pacientes de edades más avanzadas, sobre todo a partir de los 65 años, y en mujeres.
EL DESEMPLEO AGRAVA LA DOLENCIA
La OCU, por su parte, establece en el estudio que el perfil del usuario habitual de ansiolíticos es una mujer mayor de 34 años, con nivel de estudios bajo-medio, en situación económica difícil o de desempleo.
Y
las principales razones para tomar estos medicamentos son la dificultad en conciliar el sueño (32%), problemas laborales (30%), sucesos traumáticos (29%) y por causas económicas (17%).
Los consumidores habituales suelen tomar lo pautado y en ningún caso acostumbran a superar las dosis recomendadas. De hecho, un 43 por ciento de los pacientes toman dosis inferiores.
El estudio muestra además como la decisión de tomar estos medicamentos parte principalmente del médico de familia (en un 57% de los casos) en lugar del especialista, algo que desde semFYC consideran “normal” ya que sólo se derivan los problemas de salud mental más graves.
Además, hasta 6 de cada 10 pacientes asegura no haber sido informados por el médico del riesgo de dependencia en que incurrían al tomar ansiolíticos, teniendo en cuenta que “pueden provocar pérdidas de memoria y somnolencia diurna”.
DIFICULTADES PARA DEJARLO
LA OCU recuerda qu
e los problemas al abandonar la medicación pueden ser incluso mayores, como muestra que el 38 por ciento tuviera dificultades para dormir tras dejar de tomar ansiolíticos y a un 37 por ciento les aumentara la ansiedad.
Entre quienes tomaron antidepresivos, el 26 por ciento tuvo problemas de ansiedad al dejar de tomarlos y el 22 por ciento experimentó mayor irritabilidad.
El consumo puede generar también dependencia, como muestra que un tercio de los usuarios consultados por la OCU reconocieran que cuando no tienen su medicación a mano sienten “nerviosismo”.
La OCU ha remitido los resultados de esta encuesta a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), y recuerda a la población que cuando se tengan problemas para dormir o nervios “se puede probar con cambios en el estilo de vida, incluyendo hacer más ejercicio, comer de forma más saludable y comentar su situación con alguien de confianza antes de recurrir a los fármacos”.
Por su parte, Aragonés también ha lamentado que
hay muchos ciudadanos que tratan de buscar un “remedio fácil” en este tipo de medicamentos para hacer frente a “preocupaciones que no son problemas de salud”.
LA FE, EL REMEDIO IGNORADO
En el año 2009, la revista Psychological Science
publicó un estudio que concluía que la fe en Dios era de ayuda para combatir la ansiedad. Según los resultados de una investigación llevada a cabo en la Universidad de Toronto, los creyentes sufren menos actividad en el córtex cingulado anterior, que se pone en marcha ante situaciones inciertas.
Estos hallazgos muestran que
la fe ejerce un efecto tranquilizador en los creyentes, que les hace menos predispuestos a sentir ansiedad cuando cometen errores o hacen frente a lo desconocido.
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