La fuerte crisis que atravesamos en España no impide que muchas personas dediquen su tiempo a ayudar a los demás. A veces esta ayuda se da desde las puertas de una ONG, un local social o una iglesia que ponga en marcha programas para alcanzar al necesitado más cercano.
Pero también encontramos casos en los que algunos
deciden ayudar más allá de nuestras fronteras. Personas que, de su tiempo y sus recursos, viajan donde el concepto de crisis no tiene mucho que ver con el nuestro, donde la emergencia pasa por cubrir necesidades primarias; lugares lejanos de nuestros ojos, pero nunca lejanos del corazón de Dios.
En la serie que iniciamos hoy nos acercaremos a sus vivencias e historias. República Dominicana, Guinea Ecuatorial, Perú, son lugares donde desde ONGs e iglesias evangélicas se realiza un trabajo de continuidad.
REP. DOMINICANA: CONTRASTES EN EL PARAÍSO
La
ONG Pan y Vida trabaja desde hace unos tres años en República Dominicana, donde apoyan una casa de acogida permanente gestionada por una familia de la zona. Además cada verano se desplaza un equipo de voluntarios desde España para trabajar de forma integral en barrios periféricos del complejo turístico de Bávaro-Punta Cana y desplegar un operativo médico
. Justo al lado de las playas paradisíacas, a escasos metros de los hoteles de lujo para turistas, se encuentra una población con grandes necesidades.
Así lo reflejan sus datos recogidos este verano:
la mayoría de las familias que residen en chabolas viven hacinados, con precariedades económicas, serios problemas de salud, mal alimentados y con poco acceso a la educación y servicios básicos.
Los
niños sufren una situación preocupante: un 70% duerme con otros hermanos o con sus padres. Uno de cada cinco niños ha vivido en otro entorno familiar anteriormente; la cuarta parte vive solo con su madre. Una parte relevante carece de la estabilidad de un padre y madre permanentes, lo que afectará a su equilibrio emocional y su desarrollo personal.
TRABAJO DE CAMPO
Desde Pan y Vida, la ONG cristiana dirigida por Evangelina Sierra, muestran estos datos gracias a su trabajo continuado entre la población. Entre el verano pasado y el actual visitaron 78 viviendas en el barrio “Luna del Caribe” y 125 en “La Gallera”.
Los resultados preliminares han sido calificados de “alarmantes” por el segundo periódico en tirada del país, el Hoy, que
publicó un reportaje sobre el trabajo de la Organización.
Esta es la realidad que han visitado
Carla Suárez y Javier Santos, dos jóvenes gallegos que junto a otros 16 españoles han estado este verano unas tres semanas en la República Dominicana. En el caso de Javier, se trataba de su primer viaje con esta ONG. “La zona donde se ha estado trabajando desde hace unos años ha sufrido un fuerte crecimiento de población debido al turismo y la inmigración, pero este crecimiento ha sido muy desorganizado. Faltan escuelas públicas, servicios sanitarios, ... Resulta llamativo ver que en tan poca distancia entre los hoteles y estos poblados exista un contraste tan fuerte”, dice Javier, que es ingeniero técnico industrial.
Parte del trabajo de los voluntarios consistió en esa recogida de datos,
mucho más que una encuesta, ya que les lleva a entrar en contacto directo con las personas del barrio e indagar en profundidad en su problemática. Se pregunta por la alimentación, la salud, la regularidad de asistencia a la escuela; pero también por su relación con los vecinos o qué les gustaría alcanzar para ser feliz.
"¿QUÉ NECESITAS PARA SER FELIZ?"
De ello nos cuenta algunas anécdotas Xesús Manuel Suárez, médico involucrado de lleno en el trabajo de la ONG. “Una viejecita que vivía en una favela ínfima, que tenía un único camisón por vestido y sobrevivía malamente,
se le preguntó qué necesitaba para ser feliz y contestó: 'Vivir con Cristo y en paz con mis vecinos'. A Miren (una de las voluntarias), una mujer se le quedó parada ante la pregunta, la miró y le contestó: 'Volver a Cristo' y se echó a llorar”.
La ONG planteó este verano
dos nuevas actividades aprovechando la presencia de 18 voluntarios, entendiendo que una de las necesidades más apremiantes pasa por dar una educación básica en higiene y convivencia. “Hicimos una
tarde de juegos con todos los niños del barrio, donde se buscaba concienciar a niños y padres sobre cosas tan básicas como la importancia de ir a la escuela, trabajar y jugar en equipo, respetar turnos y lavarse los dientes después de cada comida”, cuenta Carla Suárez, que estudia la carrera de música.
Otra gran parte del tiempo de trabajo fue dedicado a las
reformas necesarias de la casa de acogida, donde ahora mismo conviven nueve personas. Se construyó un porche, nos dice Carla, que “ha significado una enorme extensión y mejora de la casa, ya que el lugar donde se ha construido antes era todo tierra, rocas y basura, lo cual facilitaba la visita de cucarachas, ratas y alguna culebra”.
Además
se realizó una reforma de la instalación eléctrica, soterrando los cables para evitar posibles electrocuciones. Y se habilitó y preparó un terreno en el que puedan plantarse algunas verduras. Javier nos cuenta algo que marcó su experiencia. “Mientras estábamos haciendo la canalización del cable eléctrico, de repente abrieron una de las persianas, me tiraron arroz y cerraron las persianas. Inmediatamente entré en la casa y pregunté a los cocineros quién de ellos había sido. Se extrañaron, y fueron inmediatamente a una de las habitaciones. Allí se encontraba
uno de los niños acogidos comiendo arroz en una tinaja. La madre de este niño, durante su infancia, le dejaba muchas veces sin comer y por causa de esto,
este niño (Nehemías) tiene un trauma y una gran preocupación por quedarse sin alimento. Es por esta razón que come siempre que puede, incluso a escondidas o tirando alimentos por la ventana para después poderlos recoger y comer”. Javier explica que se trata “de una anécdota cargada de una historia muy preocupante. Muchos de los niños tienen un gran déficit alimenticio, algo que afecta a su desarrollo físico y psicológico”.
EL MILAGRO DE ESTHER
Una de las pequeñas que
cumple ahora un año en la casa de acogida es Esther. Llegó a la casa desnutrida y enferma, tras ser abandonada por sus progenitores. Ahora vive en un hogar “en el que
se cuida de ella, un lugar en el que se predica y se vive a Cristo”, nos dice Carla Suárez.
“Con mucho cariño, mucha alimentación y muchísimas oraciones, lograron sacarla adelante, hasta el punto que
si estás con ella en el mar se tira en plancha de tus brazos porque ella quiere nadar por sí misma”, cuenta emocionada Carla, que ha regresado a República Dominicana este verano como voluntaria tras un primer contacto el pasado año. “El Señor ha permitido que veamos cambios muy grandes en ella, y aunque su mirada sigue siendo igual de intensa y conmovedora, ya no pide ayuda, sino que parece reflejar admiración y gratitud.
Sin duda Dios tiene un plan impresionante para ella, y yo al menos quiero verlo”.
DESAFIADOS A VOLVER
Tanto Carla Suárez como Javier Santos entienden que esta experiencia les ha cambiado.
“Fue genial aprovechar mis vacaciones para ayudar a otras personas”, dice Javier. “Me gustaría volver a repetir el voluntariado e intentar aparcar parte de mi tiempo para ayudar a otros. A veces no hace falta hacer un viaje tan largo o tan costoso porque puedes ayudar en necesidades más cercanas, pero
el poder salir de tu ciudad o de tu país, te hace ser mucho más sensible a otras realidades”.
Carla tiene claro que estaría encantada de repetir. “No sé si podré el año que viene, si tendré que esperar, o qué pasará, pero
tengo claro que quiero volver a ver esos ojos y esas sonrisas, y volver a abrazar a esa gente. Y aún a riesgo de sonar a tópico, creo que el sentimiento de todo el equipo de voluntarios de este año es que siendo que íbamos a dar, hemos recibido mucho amor, mucha gratitud, muchos nuevos amigos al otro lado del charco, algo de playita buena, y sobre todo muchas lecciones de parte de Dios”.
Además, desde la distancia, han podido reflexionar en lo que se refiere a la situación de crisis que atravesamos en España. Javier cuenta que se sintió “privilegiado” de vivir en un país como el nuestro “donde la educación y la sanidad es pública y gratuita. También de poder contar con recursos como agua potable en tu casa las 24 horas del día, electricidad...
Muchas veces no te das cuenta de lo privilegiado que es uno simplemente con poder abrir un grifo y que salga agua”.
CAMBIO DE PERSPECTIVA
Ambos destacan también la diferencia de enfoque vital.
“A pesar de no tener para comer todos los días, o no disponer de atención sanitaria mínima, o no poder comprarse la ropa y zapatos que les gustaría tener, son felices. A la pregunta que hacíamos sobre qué les gustaría tener para ser completamente felices, muchos decían que lo único que necesitaban era tener a toda su familia junta, porque ellos dicen que dependen de Dios, y si no tienen más es porque no lo necesitan. Golpe duro para mi orgullo, no sé si seré la única”, dice Carla.
Javier agrega que en Bávaro “muchas personas viven al día, sin ataduras y sin motivos por los que avanzar, y a pesar de ello, y
con lo poco que tienen, te abren las puertas de su casa con una sonrisa. En España podemos contar con otros privilegios pero que conllevan muchas más ataduras. Una hipoteca, varios coches por familia, estar a la última en tecnología, ... hemos adquirido unos fuertes compromisos y hemos vivido al límite o por encima de nuestras posibilidades”.
Para Carla, esta experiencia le lleva a plantear una sensación similar:
“Tenemos muchísimo que aprender de esta gente”, dice convencida. Porque aunque estos voluntarios viajan con la intención de dar, se quedan más sorprendidos al comprobar “todo lo que recibes”, concluye Javier Santos.
Para conocer más sobre la ONG Pan y Vida, pueden visitar su página web.
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